Historias de la medicina

Contra bubas, palo santo

En el siglo XVI, las grandes enfermedades aún eran consideradas por algunos como castigo divino, a pesar que las teorías hipocráticas mantenían despierto el saber médico.

Autor/a: Dr. Ángel Rodríguez Cabezas*

Indice
1. Introducción
2. Otras propiedades

*Asociación Española de Médicos Escritores y de la Sociedad Española de Historia de la Medicina.

El pensamiento médico predominante en el siglo XVI afectaba sobre todo al mal de las bubas y al remedio mágico para tratarlo: el guayaco. El mal de las bubas, importado probablemente de América en 1493, experimentó una gran difusión a consecuencia del sitio de Nápoles por las tropas de Carlos VIII de Francia (1495), donde batallaron españoles, franceses e italianos, lo que originó una gran propagación de la enfermedad por toda Europa.

De ahí su variada nomenclatura en consonancia con la imputable y presunta fuente de infección: mal napolitano, mal gálico o grosse vérole, mal español o sarna española, sarampión de las Indias, morbo índico o bubas. Fue más acertado, sin embargo, hacerlo llamar sífilis, en honor al personaje ficticio de Frascator (1530), protagonista del poema sobre este mal, el pastor Syphillus.

En el libro Syphilis sive morbos gallicus se narra la historia del pastor Syphillus, que sustituyó el culto al sol por la veneración al rey Alcitoo, por lo que fue castigado con el padecimiento de las bubas, desde entonces bautizadas como sífilis. En el mismo libro, una ninfa de nombre América hace que brote un árbol que logra la curación de su mal: el guayaco o palo santo.

No podía, en un principio, como digo, dejar de percibirse la enfermedad como la materialización del castigo divino, ya que la moral cristiana imperante relacionaba la actividad sexual ilícita (vía de transmisión necesaria) con la trasgresión de la norma. Existió en aquella época un gran interés por la enfermedad debido a la forma que tuvo de introducirse en Europa, a sus confusas expresiones clínicas, a su incapacidad para distinguir entre las diferentes capas sociales, pues tanto afectaba a la gente ilustre y cortesana como a la soldadesca o a los miserables, así como a su tratamiento eficaz.

Pero afortunadamente, "de a do vino el mal, viene el remedio", como dijo Monardes, que a su vez da noticias de las "nuevas medicinas" de procedencia vegetal que llegan a Europa, poniendo entusiasmo en la descripción de "tres celebradas en todo el mundo" (el guayaco, la china y la zarzaparrilla).

El guayaco fue el primer producto de origen americano que había conquistado un lugar preeminente en la terapéutica europea. Mereció más tarde que muchos historiadores de la pasada centuria se ocupasen de él (Munger, 1949; Cipriano, 1962; Bachoffner, 1970; Nicholas, 1972; Jacobs, 1975).

Al comenzar el siglo XVI se produce un intenso comercio marítimo hacia Europa, en consonancia con las publicaciones médicas sobre sus efectos contra el mal de las bubas, la más grave de las nuevas enfermedades, destacando sobre todas la obra de Ulrich von Hutten De guaiaci medicina et morbo gallico liber unus (1519).

Monardes hace una descripción botánica del guayacán o palo de las Indias (Guaiacum officinale L) que diferencia del "palo santo" (Guaiacum sanctus L) y detalla la manera de preparar el "agua de palo", forma galénica de tal remedio vegetal y compara los provechosos efectos del palo santo con los menos beneficiosos de otra planta, de origen chino, americanizada en su cultivo y también usada allá en el tratamiento de las bubas: la raíz de china.

El primer caso de sífilis curado por el guayacán lo relata Monardes: "Dio noticias dél a su amo de este manera. Como un español padeciese grandes dolores de bubas, que una india se las había pegado, el indio le dio el agua del guayacán, con que no sólo se le quitaron los dolores que pasdecía, pero sanó muy bien del mal; (…) y cierto para este mal es el mejor y más alto remedio de cuantos hoy ser han hallado y que con más certinidad y más firmeza sana y cura la tal enfermedad. Porque si se da esta agua como se ha de dar, es cierto que sanan perfectísimamente, sin tornar a recaer, salvo si el enfermo no torna a revolcarse en el mismo cieno do tomó las primeras".

Monardes relata muy bien cómo apareció la epidemia en Europa desde el foco napolitano. Narra cómo los de Cristóbal Colón trajeron de Santo Domingo muchos indios e indias, que llevó consigo a Nápoles, donde estaba el rey católico batallando con el rey Carlos de Francia. De forma delicada expone cuál fue la fuente de infección y el mecanismo de transmisión una vez que con la paz entre los reyes se comunicaban los ejércitos:

"Llegado allí Colón con sus indios e indias, de los cuales los más dellos iban con la fruta de su tierra, que eran las bubas, començaron a conversar los españoles con las indias y los indios con las españolas, y de tal manera inficcionaron los indios e indias al exército de los españoles, italianos y alemanes, que de todo tenía el exército del rey Católico. Y después, como los exércitos se comunicaron, hubo lugar que también se encendiese el fuego en el real del rey de Francia; de lo cual se siguió que en breve tiempo los unos y los otros fueron inficcionados de mala simiente, y de allí se ha extendido por todo el mundo".

Sin embargo, entre los médicos de la época hubo muchas opiniones en cuanto al origen de este mal, porque ignorando que era enfermedad nueva se esforzaban en encuadrarla entre las habituales endémicas. De esta forma, unos galenos decían que había venido de los malos entendimientos melancólicos (comida que favorecían las enfermedades originadas por la bilis negra o melancolía), ya que la soldadesca en régimen de batalla se alimentaba como podía, a base de hierbas silvestres, raíces, carne de asno y hortaliza.

Otros lo atribuían a las conjunciones celestiales de Saturno y Marte, y fue por ello por lo que al mal de las bubas se le apodó antes de lechenes, mentagra, mal muerto o elefancia.

Teorías de este corte se manejaron entre los médicos hasta que el origen americano del mal fue puesto de manifiesto en la tesis que esgrime el cirujano Ruy Díaz de Ysla en su obra Tractado contra el mal serpentino (1539). Localiza el origen de la enfermedad en la isla Española, donde los marineros habían sido contagiados por los indígenas por vía sexual.

Narra también Monardes cómo se ha de aplicar el agua de palo para tratar el mal de las bubas. Tras purgarlo el enfermo se le administrará el agua cada 12 horas y se le arropará bien para provocar la sudoración. Sólo podrá comer moderadamente pasas, almendras y bizcochos, salvo en los muy flacos que "no pueden llevar tanta dieta, bastarle ha tomarla por nueve días y al fin dellos comer un pollo pequeño asado".

Pasados los 15 días se tomará peso de diez reales de pulpa de cañafístula (Cassi grandis L), planta purgante de origen americano. Durante los 40 días siguientes beberá "agua simple del mismo palo" en lugar de agua, guardándose de vino y de mujer principalmente, de comer carne y cenando poco. El médico confiaría que tal régimen alimenticio habría de producir sin duda una marcada inapetencia libidinosa en el enfermo.