Evidencias decepcionantes

¿Hay alimentos anticancerígenos?

Nuevos estudios restan crédito a la idea de que se puede prevenir el cáncer a través de la dieta

NUEVA YORK.- Leslie Michaelson no tiene cáncer de próstata, pero como director de la Fundación contra el Cáncer de Próstata conoce la enfermedad. A los 54 años, cambió su dieta. Antes solía evitar las crucíferas, como la coliflor, pero ahora las consume tres o cuatro veces por semana. Rara vez comía pescado, pero ahora lo come tres veces por semana. Y come salsa de tomate al menos dos veces por semana.

"Estoy convencido de que en el caso del cáncer de próstata, la dieta hace una diferencia", dijo. Michaelson engruesa el creciente número de personas preocupadas por el cáncer que recurren a la dieta como protección. Al mismo tiempo, los científicos no saben si los cambios dietarios implican alguna diferencia. Abundan las hipótesis, pero aún no se han logrado comprobaciones convincentes.

"Los mensajes referidos a la dieta y al cáncer han cobrado casi la intensidad de los mensajes referidos al cigarrillo. Creo que la mayoría del público desconoce que la fuerza de ese mensaje no se corresponde con la debilidad de las evidencias", afirmó el doctor Barnett Kramer, de los Institutos Nacionales de Salud,

Casi todos los cambios dietarios recomendados difícilmente sean nocivos -menos carne, más pescado, más frutas y vegetales y menos grasas-; es más, pueden proteger de las enfermedades cardíacas aun cuando no tengan mayor efecto sobre el cáncer. Entonces, ¿hay que recomendar a la gente preocupada por el cáncer que siga estas recomendaciones?

Casi todas las personas buscan alguna manera de impedir que la enfermedad los afecte o, si los afecta, de impedir que recurra. Muchos piensan en la dieta como estrategia. El doctor Tim Byers, de la Universidad de Colorado en Denver, estaba convencido de que el 20% de los tumores eran causados por la dieta, y quiso ser parte de la nueva investigación tendiente a demostrarlo.

Eso fue hace 25 años, cuando las evidencias apuntaban hacia los alimentos: las comparaciones dentro del territorio de EE.UU. de las tasas de cáncer sugerían que la dieta era influyente. Al mismo tiempo, empezaron a hacerse más comunes algunas clases de cáncer, mientras que otras inexplicablemente disminuían.

También había diferencias dietarias en los países con alta incidencia de cáncer y aquellos en los que la incidencia de la enfermedad era baja. En el caso del cáncer de mama, los investigadores pudieron relacionar directamente la cantidad de grasas ingeridas con la incidencia de la enfermedad.

Después se hicieron comparaciones de las dietas de las personas que padecieron cáncer con las dietas de las personas libres de la enfermedad. Esos estudios tendieron a demostrar que la fibra protegía contra el cáncer de colon, que las frutas y los vegetales protegían del cáncer de colon y otros, y que una dieta baja en grasas protegía contra el cáncer de mama.

Por cierto, se plantearon algunas cuestiones dudosas. Por ejemplo, las personas que tenían cáncer recordaban sus dietas de manera diferente, y no siempre exacta. Algunos estudios demostraban al menos que en el cáncer de mama la ingestión de grasas era un factor concluyente.

Pero los mejores estudios son los más difíciles de realizar, ya que se trata de estudios prospectivos que siguen durante años a personas sanas y que no se basan en la memoria de los pacientes. Y, mejor aún -y más difíciles y costosos- son los estudios que se hacen sobre sujetos que siguen una dieta particular o no.

Resultados sorprendentes

Pero a medida que han empezado a aparecer los resultados de esos estudios, muchos investigadores dicen estar sorprendidos. No son los que esperaban, afirman. Las dietas ricas en grasas, revelaron los estudios, no hacían ninguna diferencia en el caso del cáncer de mama. "En el caso de las grasas y el cáncer de mama, casi ningún trabajo prospectivo dio resultados positivos", dijo el doctor Arthur Schatzkin, del Instituto Nacional del Cáncer.

Las fibras, bajo la forma de frutas y vegetales, parecían tener un efecto débil o insignificante en el caso del cáncer de colon. Las pruebas más definitivas también desilusionaron, con una sola excepción. Un estudio publicado en mayo informó que las mujeres que padecían cáncer de mama en una etapa temprana y que siguieron una dieta baja en grasas tuvieron un riesgo de recurrencia un 20% más bajo. Aun así, los efectos sólo tuvieron escasa importancia estadística.

No obstante, el estudio contrastó agudamente con los anteriores. Varios de ellos involucraban betacarotenos y vitaminas antioxidantes, como la C y la E, sustancias que se suponía que eran los agentes protectores contenidos en frutas y vegetales. Pero un estudio destinado a averiguar si los betacarotenos podían proteger de los pólipos colónicos no reveló ningún efecto. Las personas que ingirieron betacarotenos, vitamina C, vitamina E o las tres cosas revelaron idéntica incidencia de nuevos pólipos que las personas que ingirieron placebos. Los estudios sobre las fibras y el cáncer de colon resultaron igualmente decepcionantes.

En la actualidad está terminando el estudio más grande que se ha realizado sobre la dieta y el cáncer, que involucra a 48.835 mujeres. Se les indicó que siguieran una dieta baja en grasas con cinco raciones diarias de frutas y vegetales y dos de cereales, o que siguieran su dieta usual. Se pretendía averiguar si la dieta experimental podía prevenir el cáncer de mama.

Cuando se inició, la hipótesis dietaria relacionada con las grasas era muy influyente. Pero mientras se ejecutaba el estudio, otras investigaciones menos definitivas no encontraron ninguna relación entre la dieta rica en grasas y el cáncer de mama. Los resultados del estudio estarán disponibles a principios del año próximo.

¿Y si no se descubre ninguna relación? El doctor Ross Prentice, investigador principal del proyecto, profesor de bioestadística en el Fred Hutchinson Cancer Research Center, dijo que, no obstante, no quedaría convencido. Tal vez el factor importante es la dieta en la infancia o tal vez las mujeres que participaron del estudio no cumplieron con la dieta.

Debido a las agudas diferencias entre la gente de países con alta incidencia de cáncer y la de aquellos con baja incidencia, es posible que la dieta no tenga nada que ver con esa enfermedad. O tal vez la dieta desempeñe un papel importante, pero los cuestionarios empleados para determinar qué come la gente pueden resultar inadecuados.

Por Gina Kolata
De The New York Times