Psiquiatría

La Angustia: un Dolor Precordial

El dolor torácico es un motivo de consulta relativamente frecuente que suele generar gran ansiedad.

Autor/a: Psicóloga Virginia Ramírez Rioja*

Fuente: Dol Clin Ter 2003; II(5) : 9-12

Indice
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3. Bibliografía
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Si la ansiedad es más intensa existe hiperventilación, en tanto que las parestesias por hipocapnia son un síntoma asociado y pueden acompañarse de contracción tetánica, mareos, inestabilidad y transpiración profusa. Otras manifestaciones frecuentes son aquellas vinculadas con la percepción de la presencia de la actividad cardiaca: palpitaciones, latidos fuertes o rápidos, o predominio nocturno favorecido por el reposo y el silencio.

En resumen, el paciente expresa en el sistema cardiovascular un aumento del tono adrenérgico y fija su atención en el área cardiaca. También puede ser causa de consulta la existencia de dolor torácico, ya sea de tipo punzada o peso, o de opresión en el área torácica o aun irradiado a ambos brazos o solamente al izquierdo. El dolor precordial referido por el paciente puede estar relacionado con esfuerzo o reposo, suele acompañarse de fatiga y su duración es variable. La irradiación de este dolor al epigastrio es un hallazgo común. En estos pacientes el interrogatorio cuidadoso revela la presencia de un suceso desencadenante (dificultad laboral o personal, pérdida de un ser querido, la enfermedad cardiaca de un pariente cercano) o de una situación similar previa.

Al examinar físicamente al paciente suele detectársele un aumento de la frecuencia cardiaca. También ha sido descrita la arritmia auricular o ventricular asociada con este síndrome, y no es inusual que haya valores de tensión arterial en el límite de lo normal. El hecho de que síntomas similares pueden ser reproducidos con isoproterenol o bloqueados con propanolol han llevado a sostener a Frolhich que la interpretación fisiopatológica de este síndrome y sus síntomas están fundamentalmente relacionados con un aumento del tono beta adrenérgico (síndrome de estado hiperdinámico beta-adrenérgico).

La historia natural de estos pacientes muestra, en un considerable porcentaje, que los mismos síntomas se han presentado previamente, observándose episodios de remisión o exacerbación en el curso de los años. En algunos de ellos la recuperación y la remisión son totales. El pronóstico del cuadro tiene que ver con: a) el hecho de que éste sea el primer episodio y con la intensidad del factor desencadenante y/o b) que el mismo sea resultado de una personalidad neurótica previa.

La terapéutica con medicación beta bloqueante está dirigida a tratar la repercusión sintomático-periférica (taquicardia, palpitaciones), aunque de ser utilizados no deben prescindir del tratamiento de fondo, el cual articula la psicoterapia (dinámica o cognitivo - comportamental) y el abordaje psicofarmacológico comúnmente a base de benzodiacepinas (entre las cuales el alprazolam tiene ventajas de uso indudables como sugiere el Practice Guideline for the Treatment of Patients with Panic Disorder APA, 1998) que permiten mejorar la calidad de vida y la remisión sintomática, y que actualmente representan la conducta terapéutica aceptada.

La consulta de una persona que sufre un trastorno de pánico constituye un capítulo especial de estas situaciones clínicas. Acosado por una crisis de angustia que se le presenta súbita e inesperadamente, el paciente llega a nuestro encuentro con una ansiedad que domina e invade la situación. El paciente ejerce sobre el médico una presión muy intensa. Es habitual que el enfermo arribe, cargado con todo su historial, angustiado después de recorrer numerosos facultativos de diferentes especialidades, los cuales no han encontrado una respuesta adecuada, y portando un sinnúmero de estudios (holters, ergometrías, tomografías computadas, exámenes metabólicos diversos). En esta clase de pacientes dos síntomas son los más usuales: a) crisis de taquicardia que han sido registradas en numerosas situaciones aunque no se han comprobado arritmias, y que son todas descritas como taquicardia sinusal, y b) crisis de disnea que suelen acompañarse de síntomas agregados como parestesias, sudoración profusa, mareos e incluso pérdida del conocimiento.

Los antecedentes de estos pacientes refieren episodios semejantes en los últimos años que, en algunos casos, se remontan a la adolescencia. No es raro que hayan sido tratados con fármacos antiarrítmicos en virtud de un diagnóstico diferencial de taquicardia paroxística (sin comprobación electrocardiogràfica). Ante tales enfermos la menor sospecha de patología cardiaca, por ejemplo un prolapso mitral mínimo, aparece como argumento suficiente para justificar la prolongación de esa larga serie de consultas y tratamientos, bajo la rotulación de enfermo cardiaco. La resolución de estos casos no suele ser fácil debido al temor que infunde al cardiólogo la suspicacia de la presencia de una patología somática que no debe pasar por alto, al tiempo que dicha preocupación hace más complejo el diagnóstico, pues limita el enfoque de la situación.