Puede detectar desde pescado en mal estado hasta sustancias contaminantes en el Riachuelo. El invento es argentino, lo desarrolló un grupo de investigadores de la UBA y ya lo están patentando en el mundo.
Una nariz electrónica se parece más a una caja, a un CPU o a un juego de laboratorio que al órgano del olfato. Lo que sí tienen en común las dos narices, real y electrónica, son los mecanismos con los que perciben olores. “La nariz electrónica está totalmente inspirada en el sistema olfativo, es decir, que tiene un sistema de aspiración de olores pero en lugar de células olfativas que detectan la presencia de olores, tiene sensores. Así como el cerebro registra la huella digital de una fragancia, la nariz electrónica usa métodos matemáticos a través de una computadora que permite reconocer los patrones de un olor”, explica Martín Negri, al frente de la investigación del Laboratorio de Investigaciones Multisensoriales (LAMS).
Pero al proyecto de la nariz artificial se le suma el no menos delirante Flavorímetro, una nariz electrónica con “lengua” incorporada que tiene la capacidad de oler y degustar sincronizadamente y en tiempo real. La idea fue incubada en el Laboratorio de Arreglos Multisensoriales de la UBA y ya se está patentando en Europa y los Estados Unidos. “Combina nariz con lengua, detecta las propiedades del olor y del gusto en forma simultánea, sin la necesidad de oler por un lado y gustar por otro”, dice Negri. Así, el Flavorímetro brinda información acerca de dos atributos en vez de uno, tiene más capacidad y da mayor seguridad en los resultados.
El aparato es especialmente útil para la industria y el control de alimentos: gracias a sus capacidades, puede detectar irregularidades en líneas de producción o en puestos de consumo. También es capaz de discernir cosechas de vinos, encontrar concentraciones mínimas de un componente determinado en la fragancia de un perfume, advertir la existencia o aparición de sustancias tóxicas o contaminantes ambientales, así como colaborar en el control de cultivos, establecer grados de maduración de una fruta o una verdura, etcétera. Negri aclara: “Es necesario educar al Flavorímetro de la misma manera en que se educa un enólogo o a un perro que se entrena para olfatear y encontrar algo”.
La Dirección de Higiene y Salud Alimentaria del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ya tiene trabajando a una nariz electrónica en un estudio de conservación de pescado que permite saber si está o no en buen estado. Este sistema cuenta con algunas ventajas sobre el actual método de control que usa muestras de pescado para hacer un “homogenato” (una especie de pasta) para después analizarlo. “La nariz electrónica es un sistema que no destruye la muestra y además permite hacer la prueba en el momento, in situ, con pequeños equipos portátiles”, explica Delia Bernik, investigadora del LAMS.
El agro también puede sacar buen provecho de esta tecnología: Basf Argentina requirió el equipo para realizar pruebas sobre sustancias para el control de plagas. También en la Facultad de Agronomía de la UBA, un grupo de investigación subvencionado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Técnica, utilizó narices para comparar los olores emitidos por diferentes cultivos. “No habíamos encontrado todavía el método que nos permitiera detectar cantidades muy pequeñas de compuestos químicos en ambientes abiertos”, explica la ingeniera agrónoma Alejandra Gil. Gracias a la nariz electrónica pudieron registrar diferencias entre los cultivos.
Entretanto, el grupo Sentidos Electrónicos, de los investigadores Negri, Bernik, Pablo Perna y Francisco Grings, busca conformarse como una empresa ligada tanto a la universidad como a la investigación. Ellos fueron elegidos por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para su incubadora de empresas BAITEC y también por la de la Facultad de Exactas, INCUBACEN para brindar servicios y transferir tecnología. “Estamos buscando inversores que tengan interés en formar parte de la empresa, que pueda haber un apoyo económico, porque los cuatro que la formamos somos investigadores, lógicamente, y no tenemos capital. Ahora trabajamos sin fondos y tenemos muchas dificultades para construir los equipos”, dice Bernik.
El grupo fantasea con la oportunidad de desarrollar un nuevo sentido: el táctil. Negri se ilusiona: “El tacto es otra cosa, es bastante más difícil. Pero sabemos cómo hacerlo. Hace varios años que tenemos el proyecto pero todavía no pudimos empezar”. Está claro que, a excepción del más femenino (el sexto), el horizonte de emulaciones de sentidos, incluso en Argentina, es posible.