TENDENCIAS

Médicos escritores: vocaciones literarias bajo el guardapolvo blanco

Algunos están convencidos de que el ejercicio de la medicina influye en la escritura. Otros entienden que las difíciles situaciones a las que se exponen cotidianamente convierten la escritura en un refugio. Fundaron su propia institución y le sacan punta al lápiz con método y rigor en congresos, jornadas y talleres de escritura.

“Harto ya de alabar tu piel dorada,
tus externas y muchas perfecciones,
canto al jardín azul de tus pulmones
y a tu tráquea elegante y anillada.
Canto a tu masa intestinal rosada
al bazo, al páncreas, a los epiplones…”.

El poema que conserva aún hoy su audacia se titula Soneto de tus Vísceras y lo escribió Baldomero Fernández Moreno, que en 1924 decidió abandonar la medicina para siempre. Para él, ambas vocaciones, la médica y la literaria, estuvieron reñidas entre sí. Para muchos otros médicos que hoy por hoy se esmeran con la pluma desde el anonimato, a veces una de las pasiones ayuda a sobrellevar la otra. Es que, como explica Víctor Fryc, médico infectólogo jefe del Área Programática del hospital Santojanni y presidente de la Asociación de Médicos Escritores de Buenos Aires, “hay obligaciones profesionales que son muy alienantes, que desequilibran al ser humano; las zonas más conflictivas son la guardia, la terapia intensiva, la unidad coronaria…”

En las actividades organizadas por la Asociación de Médicos Escritores de Buenos Aires “no se aceptan bajo ningún concepto artículos médico–científicos”. La aclaración vale porque la profesión médica se cuela con tenacidad en los textos. Así, la vida, la muerte, el detrás de escena de un equipo de especialistas, la cuasi mítica imagen de aquel prestigiado jefe de área, una cama de hospital que dispara la memoria y los pensamientos que acompañan una agonía forman parte del repertorio. “La particularidad de lo que hacemos es narrar sobre el mundo médico desde una literatura no científica. Es un mundo de características muy particulares, que no todos los lectores ni todos los escritores tienen la oportunidad de conocer”, señala Fryc.

En Argentina, la agrupación se inició gracias a una convocatoria que llegó a la Asociación de Médicos Municipales de la Ciudad de Buenos Aires por parte de colegas brasileños que ya habían formado la Sociedad Brasileña de Médicos Escritores con el ulterior objetivo de fundar la Liga Latinoamericana. Hace aproximadamente cinco años comenzó a funcionar la sede argentina, con aproximadamente 120 médicos que escriben. Ya realizaron con buen quórum los dos primeros Congresos, publicaron antologías, pusieron a funcionar jornadas mensuales de escritura y la web Médicos Escritores, con un taller on line.

Las 200 obras que se presentaron en el último congreso fueron leídas frente a una vasta concurrencia y luego comentadas. Se produce mucho y sin pudor. “La extroversión de los médicos es muy interesante”, comenta Fryc, “será la costumbre de participar en los congresos científicos”. En cualquier caso, los literarios tienen su sello: “En los congresos médicos siempre suenan celulares, la gente entra y sale mientras alguien expone un tema, pero en estos no; hay un silencio absoluto mientras se lee. Es muy notable”, subraya Daniela Visillac, coordinadora de contenidos de Médicos Escritores. Está claro que no es únicamente un pasatiempo para distraer tensiones y en el taller se desarrollan vocaciones verdaderas. “No sólo funciona como catarsis, además hay una preocupación literaria, un interés por aprender a escribir, y se comprometen mucho”, observa la profesora de Letras Andrea Delfini, coordinadora de los talleres de escritura de la Asociación de Médicos Escritores.

“Empecé con los relatos de ficción hace pocos años y ya de grande, a raíz de la pérdida de una persona muy querida. Desde entonces no dejé de escribir, pero trato de adquirir técnicas y herramientas”, cuenta Nilda Calandra, ginecóloga especializada en adolescencia. Para ella, en algunos casos, la medicina avanza en el relato, “los años de profesión y el contacto diario con los problemas de la gente dejan una impronta en nuestra subjetividad”, opina. En cambio, Jorge Luis Deluca, médico de Terapia Intensiva del Hospital Parmenio Piñero, no sintió que la profesión se involucrara demasiado en su escritura: “Desde siempre viví el hecho de escribir como una necesidad vital. Sólo unas pocas veces, experiencias en el desempeño de la medicina me pidieron ser llevadas al terreno de la literatura”.

Pero quién dice que incluso no se puedan invertir las influencias y que la literatura llegue a hacer su aporte en la práctica médica. “Probablemente un médico escritor sea más humanista, y tenga la capacidad de escuchar a un paciente el tiempo que haga falta, de contenerlo, y no únicamente tratarlo científicamente”, sugiere Enrique Visillac, médico pediatra, jefe de la Sección Neonatología del hospital Durand y ex presidente de la Asociación de Médicos Municipales. Para él, además, si las vocaciones se riñen, el arte ganará la pulseada, como pasó con Baldomero Fernández Moreno. Y reflexiona: “El médico que ejerce a full, como me pasó a mí en una época, se embrutece, porque la medicina lo absorbe a uno de tal manera que no le deja espacio para ninguna otra cosa. Después de los 50, cuando dejé de trabajar tanto en la profesión, me di cuenta de que me empezaban a gustar muchísimas cosas, entre ellas escribir, leer mucho más… y pensé, qué lástima que no me dediqué toda la vida a hacer literatura”