Roberto Litvachkes

El libro de la historia del Hospital Argerich

El libro que cuenta la historia de este hospital de la ciudad de Buenos Aires contiene información histórica, fotografías, anécdotas, testimonios de los protagonistas y la mirada atenta y emocionada de su autor, Roberto Litvachkes*.

Autor/a: Por IntraMed

¿Cómo y cuándo comenzó su vínculo con el Hospital Argerich?
En realidad, llegué como paciente. Por un problema cardíaco estuve internado en el Argerich durante dos meses y, como los estudios demostraron que no necesitaba una cirugía de by pass, terminé recibiendo el alta luego de la colocación de un stent.
Tuve, durante ese tiempo, mucho contacto con pacientes y médicos. Quedé muy involucrado con la institución y, al enterarme de la existencia del Comité de Cultura, me integré con la intención de hacer una revista -cuyo único número apareció en julio de 2004. Al mismo tiempo, uno de los médicos que participan en el Comité -el Dr. Edgardo Schapachnik- me invitó a conocer el primer edificio que albergó al hospital, que queda a ocho cuadras del actual.

¿Qué impresión le causó ese viejo edificio?
Fue extraño. Llegué un rato antes de la  hora prevista -por error- y entré solo: inmediatamente sentí la presencia de un montón de "fantasmas" y decidí que tenía que escribir la historia del hospital.

¿Cómo accedió a la información histórica -muy rica, por cierto- que figura en el libro?
Tuve muchísimas fuentes. Una, ese mismo día, fueron las otras personas que se acercaron a recorrer el viejo edificio. Algunos habían sido pacientes del hospital. El edificio también funcionó como fuente, porque conserva muchas cosas de aquella época: azulejos, muebles, escudos, etc.

¿Cómo logró acceder a las imágenes que contiene el libro?
Traté de encontrar fotografías del viejo Argerich y, en el Archivo Histórico de la Nación, hallé un libro sobre La historia de los Hospitales en 1910. Por curiosidad, entré a la Biblioteca Gálvez que está en el mismo edificio. Compartí mi inquietud con su directora:  me interesaba encontrar un  ejemplar de ese libro en mejor estado para poder reproducir las fotos. Casualmente, allí estaban las fotos originales, lo cual fue tan increíble como fabuloso. Sentí, nuevamente, que no podía dejar de escribir esta historia.

 

 

¿Cuáles fueron los primeros datos que encontró sobre la institución?
El hospital nació en 1897. En aquella época se habían cerrado una serie de consultorios que atendían a los inmigrantes y una movilización de los vecinos de la zona instó a las autoridades a reemplazarlos. Con la donación del terreno de la calle Pinzon, al lado del cuartel de Bomberos, se instala inicialmente una estación de desinfección. Pero como el terreno era pequeño, se anexa otro y se traen médicos que hablan italiano para atender a la gran colectividad que se instaló en la zona. Luego, la gente comienza a solicitar más servicios (internaciones y cirugía).
El Hospital de La Boca -que así se llamaba al principio- era muy chiquito y no despertaba el interés de los medios. Por eso, para acceder a la información, tuve que sentarme muchos días en la Biblioteca de la Legislatura y revisar año por año los escritos de la Comisión de Higiene.

¿Cuándo se mudó a su actual asentamiento?
El hospital quedó chico para atender una zona tan amplia: Barracas, Avellaneda, Constitución, Centro y zona Sur. Una comisión de vecinos generó un movimiento pro nuevo edificio; uno de sus principales benefactores fue Quinquela Martín. Consiguieron los terrenos actuales y se construyó el hospital. Pero cuando lo terminaron, lo tomó el Sindicato de Obras Sanitarias -que había puesto fondos para finalizar la obra- aunque, finalmente, se recuperó para el Estado.

¿Cuándo cambió su nombre por el de Cosme Argerich? ¿Por qué?
El cambio se dio en 1904. En esa época había un furor por ponerle nombre a todo. Había muchos inmigrantes que no sabían moverse por la ciudad y los nombres, de algún modo, actuaban como referencia. Es por eso que en aquella sesión del 28 de octubre se le puso nombre a varios hospitales: el Muñiz, el Fernández y también el Argerich. Se buscaron nombres de próceres o gente importante relacionada con la Medicina.

¿Cuáles fueron sus principales fuentes de información histórica?
El Dr. Nemirovsky, ya fallecido, había escrito bastante sobre la historia del hospital y esa fue mi base. También conté con el Dr. Goldvarg (que tiene más de 90 años y sigue ejerciendo la profesión) quien compartió conmigo sus recuerdos.
Además,  incorporé capítulos sobre la historia de la salud pública en nuestra región a partir de la llegada de los españoles, la visión de José Ingenieros -cuya hija también trabajó en el Argerich- que tiene trabajos muy interesantes sobre la historia de la medicina en la Argentina, y también tomé información de trabajos de Ángel Jankilevich. 

 

 

El libro contiene, junto a la información, algunas anécdotas muy ricas...
Es cierto. Por ejemplo, que cuando el hospital era una pequeña institución barrial, los médicos tenían tan buena relación con el club Boca Juniors que podían entrar gratis por pertenecer al hospital.
Por otra parte, se cuenta que este era un hospital donde recalaban las prostitutas de la época (porque aquí se hacían la revisación obligatoria). Y algunas llegaron a ser enfermeras o instrumentadoras quirúrgicas.
Con respecto a la práctica médica, en esos años muchos médicos venían los fines de semana para practicar cirugías y aprender técnicas, aprovechando que había menos controles. Lo cierto es que, gracias a ciertas picardías del equipo profesional, se fueron consiguiendo recursos para el hospital (por ejemplo, el primer equipo de rayos).

Con el tiempo, las cosas cambiaron...
Por supuesto. Al mudarse al nuevo edificio, ingresaron muchos médicos y la institución perdió una parte de aquella mística romántica que lo caracterizaba. A la vez, se transformó  en un hospital de avanzada tecnología y alta complejidad. Finalmente, hace poco tiempo, fue elegido por el Presidente como hospital presidencial.

¿Cómo ve la situación actual de Argerich?
En el Argerich se dan dos cosas: por una parte, la gente se queja mucho de que la alta complejidad deshumaniza la medicina. Pero, por otro lado, tengo cientos de testimonios de pacientes y ex pacientes trasplantados que encontraron médicos sumamente cálidos y se sintieron contenidos en todos los aspectos. De alguna forma se comprueba que se pueden juntar las dos puntas: alta especialización y humanización.
Una de las dificultades que atraviesa hoy el establecimiento es que hay larguísimas listas de espera para cirugía cardíaca, por tratarse -prácticamente- del único hospital de la ciudad de cuenta con la tecnología apropiada para realizarla. Es un problema grave.

Y usted, ¿se sigue atendiendo en el hospital?
Por suerte, no necesito tratamientos. Pero los controles sí, por supuesto, me los hago en el Argerich.


 

*Roberto Litvachkes es Licenciado en Psicología (UBA); realizador de documentales, historiador y escritor. Se especializa en Historia de la Patagonia y de Buenos Aires.


Más información:
La biografía de Cosme Argerich, por R. Litvachkes