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La enfermedad de Alzheimer (EA) es una patología neurodegenerativa progresiva y fatal caracterizada por deterioro cognitivo y de la memoria, alteración de las actividades diarias y una variedad de síntomas neuropsiquiátricos y trastornos del comportamiento. Se estima que el 1% de las personas de 60 años y que aproximadamente el 30% de las de 85 años padece EA. En ausencia de tratamientos específicos es de esperar que el número aumente sustancialmente en las décadas venideras. En la actualidad, la terapia de la EA incluye los siguientes componentes principales: estrategias neuroprotectoras, inhibidores de la colinesterasa, intervenciones no farmacológicas y agentes psicofarmacológicos para atenuar las alteraciones del comportamiento y mantener las actividades cotidianas y la relación con la familia. El tratamiento requiere del diagnóstico preciso para lo cual es necesario comprender la fisiopatología de la enfermedad.
Diagnóstico
La EA es la causa más común de demencia en las personas de edad avanzada. Se reconoce fácilmente en presencia de criterios del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM), cuarta edición. Sin embargo, más a menudo el diagnóstico se basa en criterios establecidos por el National Institute of Neurologic and Communicative Disorders and Stroke-Alzheimer™s Disease and Related Disorders Association (NINC-DS-ADRDA): EA definida (en presencia de diagnóstico clínico y confirmación histológica); probable (síndrome clínico típico sin confirmación histológica); o posible (hallazgos clínicos atípicos pero sin diagnóstico clínico alternativo aparente en ausencia de confirmación histológica). La sensibilidad y la especificidad para el diagnóstico de EA probable con estos criterios son de 0.65 y 0.75, respectivamente.
Las manifestaciones clínicas típicas incluyen trastornos de la memoria, deterioro del lenguaje y anormalidades visuales y espaciales. Las alteraciones sensoriales y motoras, de la marcha y convulsiones sólo aparecen en etapas avanzadas de la enfermedad. Inicialmente el enfermo deja de poder realizar tareas más complejas y luego no es capaz de efectuar las actividades diarias más sencillas. Los trastornos del humor y la apatía suelen aparecer precozmente mientras que la agitación y la psicosis son características de las fases intermedia y tardía. Los estudios de funcionalidad tiroidea y el nivel de vitamina B 12 deben formar parte del estudio del enfermo con demencia. Además de los análisis de laboratorio de rutina, en circunstancias especiales están indicadas otras pruebas específicas como serología para sífilis y virus de la inmunodeficiencia humana y rastreo de metales pesados cuando los antecedentes o hallazgos clínicos sugieren infección, enfermedades inflamatorias o exposición a toxinas.
Los estudios de imágenes tienen un papel importante en el diagnóstico de la EA y son particularmente útiles para excluir otras causas de demencia. Se recomienda que los enfermos sean sometidos al menos una vez en el transcurso de la enfermedad a tomografía computarizada (TC) o resonancia magnética nuclear (RMN). El estudio funcional con tomografía por emisión de positrones puede ser de ayuda en el diagnóstico diferencial de otros trastornos asociados con demencia. El bajo índice de reconocimiento de demencia por los médicos y familiares representa uno de los principales obstáculos para iniciar el tratamiento adecuado en muchos sujetos con EA (se considera que alrededor del 97% y el 50% de los casos de EA leve y moderada, respectivamente, no se reconoce).
Fisiopatología
Cada vez se acepta más que la acumulación de péptido b amiloide (Ab) es un hecho central en la patogenia de la EA. De hecho, mutaciones en el precursor de la proteína amiloide se asocian con EA de inicio precoz y todas las mutaciones conocidas a la fecha asociadas con la enfermedad se acompañan de aumento de la producción de Ab. Además, la proteína es neurotóxica in vitro y se asocia con muerte celular. La expresión exagerada del precursor amiloide humano en modelos murinos transgénicos produce placas neuríticas similares a las que se observan en la EA. Por su parte, el genotipo e4 de la apolipoproteína E; un factor de riesgo principal de EA, se asocia con depósito acelerado de amiloide mientras que la producción de anticuerpos antiamiloide en pacientes con EA parece atenuar la patología. Se considera que la formación de redes de neurofibrillas, oxidación de lípidos, inflamación e incremento de la cascada de la apoptosis, entre otros mecanismos, son fenómenos secundarios a la formación y depósito de Ab.
Resumen objetivo elaborado por el Comité de Redacción Científica de SIIC, sobre la base del artículo original completo publicado por la fuente editorial.