1. Los datos acerca de la salud mental de los docentes
1.1. Docentes y morbilidad psiquiátrica. Observan los autores que aunque la opinión corriente diga que entre los docentes hay más problemas de salud mental que entre otras profesiones, esto no ha sido formalmente establecido. Los estudios que comparan los problemas de salud mental de los docentes con la población general tienen resultados variables y, según los autores no reúnen siempre criterios estadísticos suficientes para proveer resultados significativos y concluyentes.
En la revisión que efectúan de la literatura, hallan que algunos autores consideran que los docentes están más expuestos a padecer alteraciones psicológicas o estrés debido a las exigencias de la profesión, a la vez que otros entienden que los períodos vacacionales -mayores que en otras actividades- los protegen. Un estudio reciente (1999/2000) del MGEN sobre una muestra representativa de población francesa (6650 personas, 3856 docentes) muestra que los docentes no presentan mayores tasas de morbilidad psiquiátrica que la población general excepto en el caso de las mujeres de mayor edad (50-65 años) que presentaron una mayor tasa de depresión (episodios actuales o pasados) que las mujeres de igual franja etaria en la población general (11,1% vs. 4,5%).
1.2. Docentes y estrés. También señalan los autores que los docentes se autoevalúan como estresados, pero esto sería difícil de comparar con el modo de sentirse de otros profesionales puesto que el sentirse estresado no constituye en sí mismo una enfermedad. Más aún, mencionan que los estudios al respecto no portan sobre una definición unívoca del estrés: en algunos casos se trabaja sobre los estresores, en otros sobre la respuesta de los individuos a tales estresores. En busca de un eje ordenador del problema vuelven al concepto mismo de burnout tal como fue concebido en su origen respecto de los profesionales de enfermería.
2. Docentes y burnout
2.1. El concepto de burnout. Herbert Freudenberger, psiquiatra y psicoanalista estadounidense, definió el concepto en 1974. En el curso de su trabajo en una clínica que atiende personas en alto riesgo social, sanitario o psicológico, observa en los pacientes reacciones que luego va a identificar también en el personal que los asiste e incluso en sí mismo.
Traza así un cuadro clínico que se caracteriza por signos somáticos específicos, reacciones particulares (resignación, irritabilidad, desesperanza, cinismo), sobrecarga emocional y actitudes defensivas (rigidez, resistencia al cambio, etc.), y al que estarían más expuestas las personas que asumen la misión de asistir a otros y se consideran obligadas a satisfacer esas necesidades y servirlos. Así sobreinvestirán su tarea lo cual los conducirá a la sensación de fracaso, de ser usados, y agotarse. Esta definición se irá ampliando hasta que en 1980 C. Maslach retoma el término para precisarlo y acotarlo.
Recuerdan los autores que Maslach define el burnout como un síndrome que afecta a quienes se involucran profundamente con otras personas desde el marco de su profesión y desarrollan tres tipos de síntomas:
· agotamiento emocional: el sujeto no quiere dar ya más nada de sí mismo;
· "despersonalización": deshumanización de la relación y cinismo;
· insatisfacción con la realización personal en su trabajo.
El burnout es así resultado de la acumulación a largo plazo de los efectos del estrés profesional, y es en sí mismo producto de las condiciones de trabajo. Elabora una escala para medirlo: el Maslach Burnout Inventory (MBI) que explora estas tres dimensiones.
Los autores otorgan un primer lugar a la naturaleza defensiva del burnout, a partir del hecho que afecta principalmente a las personas que ejercen profesiones de ayuda. Preguntan: ¿Qué es ayudar al otro? Sin desmerecer las consideraciones altruistas entienden que es importante preguntarse qué es lo que espera quien ayuda de su acción de ayudar. ¿Satisfacer su propio narcisismo, su imagen de sí, su autoestima, su ideal del Yo? ¿Satisfacer imperativos superyoicos?
Entienden que los que ejercen "profesiones de ayuda" están en riesgo puesto que vehiculizan una misión, objetivos e ideales tal vez utópicos o ambiciosos, que a veces traspasan los límites que la misma vida impone. El burnout es así, a criterio de los autores, la consecuencia de la confrontación entre los ideales, concientes o no, de la vida profesional, con la realidad del trabajo, de sus efectos sobre el otro. En esta confrontación, la desilusión, la ausencia de reconocimiento, exponen al profesional al riesgo del sufrimiento y, para protegerse, uno de los medios es desinvestir al objeto al cual se dirigían los cuidados, la ayuda, y restringir los sentimientos y emociones dirigidos hacia él.
Artículo comentado y traducido por la Lic. Alicia Kasulin, editora responsable de IntraMed en la especialidad de Psiquiatría.