En el estudio, dirigido por el Dr. Domingo Hernández, del Hospital Universitario de Canarias, participaron 180 pacientes a los que se dividió en tres grupos. Al primero se le administró una de las terapias inmunosupresoras que se aplican de forma convencional a los pacientes que reciben un trasplante renal, y los otros dos recibieron dosis bajas de ambos anticalcineurínicos: ciclosporina y tacrolimus, más anticuerpos antireceptor CD25 linfocitarios (basiliximab).
"Hoy en día, se tiende a individualizar la terapia con inmunosupresores en los pacientes transplantados. Nuestro objetivo es poder usar las dosis más bajas de inmunosupresores con la mayor eficacia clínica posible", afirmó el Dr. Hernández. Los resultados preliminares del estudio demostraron que apenas hay diferencia entre las tasas de rechazo presentes en los tres grupos, que fueron 15%, 10% y 18%.
Otros resultados del trabajo pusieron de manifiesto que la función renal mejoraba en los grupos de estudio frente al grupo control que utilizaba dosis más altas de ciclosporina. Aunque ambos inhibidores de la anticalcineurina pueden provocar hiperglucemia, por sus efectos tóxicos sobre la secreción endocrina pancreática, el tacrólimus mostró en los resultados preliminares de este estudio ser más diabetógeno que la ciclosporina.
"Las evidencias indican que, además de la minimización de las dosis del agente inmunosupresor y la limitación de la dosis y duración de los corticosteroides, la elección de ciclosporina y no de tacrolimus reduce, al menos en trasplantados renales, el riesgo de desarrollar DMPT", concluyó este experto.
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