Los implantes cocleares son pequeños dispositivos electrónicos, complejos que proporcionan sonido a personas que son sordas o severamente hipoacúsicas, permitiéndoles oír. Los niños nacidos sordos que reciben éstos implantes pueden aprender a hablar. Los destinatarios de dichos implantes llevan un aparato que incluye un micrófono y procesador de señales detrás de la oreja. El procesador envía una señal a través de la piel intacta al injerto que se coloca quirúrgicamente en el mastoideo.
Los electrodos del implante viajan a través a través de las céldas mastoideas y oído medio al oído interno, dónde los electrodos se enrollan dentro de la cóclea. Dentro de la cóclea, los impulsos de los electrodos estimulan el nervio auditivo directamente. A partir de 2002, casi 60.000 personas en el mundo habían recibido un implante coclear, incluyendo a 10.000 niños y 13.000 adultos en los Estados Unidos. En este país, pueden ponerse implantes en los niños desde los 12 meses. El costo es ~ u$s 60.000 para el dispositivo, cirugía y entrenamiento para usar el dispositivo.
Implantes cocleares y meningitis
Una posible asociación de meningitis bacteriana e implantes cocleares se reconoció en junio de 2002, cuando se informaron varios casos de meningitis bacteriana en personas con implantes. Varias investigaciones se iniciaron mundialmente, incluso una valoración basada en la población de riesgo de 4264 niños americanos que recibieron los implantes antes de los 6 años de edad entre 1997 y mediados de 2002. Esta investigación identificó 29 episodios de meningitis bacteriana en 26 niños con implantes, incluyendo 9 episodios que ocurrieron en el período perioperatorio.
El S. pneumoniae era la causa más común de meningitis, respondiendo a 15 de 24 (62%) episodios con etiología conocida. Junto con el neumococo, se vieron Acinetobacter baumanii, Enterococcus y Escherichia coli en el período perioperatorio; los casos más tardíos incluyeron el Haemophilus influenzae (tipo b y no tipificable). La frecuencia de meningitis neumocócica era 138 casos/100.000 persona-año, más de 30 veces la frecuencia en los niños de la misma edad en la población americana general en 2000.
El riesgo disminuyó con el tiempo desde la implantación. La información sobre las estrategias óptimas de tratamiento para los destinatarios de implantes con meningitis no está disponible. Casi todos los episodios de meningitis (26 de 29) se trataron sin quitar el implante.
Algunos implantes previamente fabricados por Advanced Bionics incluían una pieza extra llamada posicionador que ayudaba a sostener los electrodos del implante en su lugar a lo largo de la cóclea. Teniendo 1 de los 2 modelos con un posicionador era el principal factor de riesgo para meningitis, con mas de la mitad de los casos de meningitis posiblemente atribuibles al uso del posicionador. Ya no se venden modelos con esta pieza. Otro factor de riesgo significativo era la presencia de una malformación del oído interno en combinación con una fístula de líquido cefalorraquídeo (LCR).
Se han reconocido las fístulas de LCR como un factor de riesgo para meningitis por neumococo. Además, la asociación de meningitis con fístula de LCR y las malformaciones del oído interno, en particular la displasia coclear (ej. malformación de Mondini, cavidad común), se ha informado previamente. Dado que la displasia coclear y la meningitis bacteriana son causas comunes de sordera en los niños jóvenes, los niños sordos, incluso aquéllos sin implantes, pueden presentar riesgo más alto de meningitis que la población general de niños.
El riesgo global de meningitis bacteriana en los niños sordos no se ha cuantificado; es más, si el implante coclear aumenta el riesgo sobre estas causas subyacentes no se puede responder. Un informe de una autopsia de un niño con malformación de Mondini que tenía un implante y quién se murió de meningitis bacteriana ilustra este problema; en este caso, la meningitis fue originada de una infección en oído sin implante coclear, considerando que el oído con el implante aparentaba normal.
Artículo comentado por el Dr. Edgardo Checcacci, editor responsable de la especialidad de Pediatría.