El trastorno psiquiátrico infantil más frecuente es el trastorno de conducta y según estimaciones un tercio de los afectados tendrá personalidad antisocial en su vida adulta, en tanto que otro tercio presentará otros problemas (de personalidad, psiquiátrico o psicosocial).
Objetivos:
Este estudio explora ciertos factores que han sido considerados como pasos intermedios entre la conducta antisocial infantil y la adulta para verificar si constituyen factores de riesgo para la personalidad antisocial en la vida adulta, a saber: alto nivel de agresión, hiperactividad, edad de inicio temprana, y la ausencia de amistades, además de frecuentar grupos de pares con conductas delictivas, y transición prematura a la vida adulta, tal como una interrupción temprana de la educación formal.
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Método:
Se empleó una muestra de mellizos (tomada de todos los casos nuevos ingresados en el Maudsley Hospital entre 1948 y 1982) puesto que los investigadores se propusieron examinar también las influencias genéticas y ambientales en la persistencia de la conducta antisocial. Se identificaron los niños menores de 16 años registrados durante ese período. Se excluyeron los que hubieran tenido diagnósticos primarios diferentes de problemas emocionales o conductuales, CI inferior a 70 y un co-mellizo fallecido al momento del registro psiquiátrico. Los individuos que conformaron la muestra fueron re-examinados 10 a 25 años después. Se entrevistó un total de 225 mellizos, examinados mediante pruebas estandarizadas y de efectividad para medir los factores de interés de los investigadores. Cada participante fue visto por un único entrevistador, pero cada para de mellizos fue examinado por entrevistadores distintos para cada uno.
Resultados:
El 65% de la muestra resultó tener 35 años de edad o más al ser entrevistados. Esto permitió dividir a la muestra total en adultos jóvenes (menores de 35) y adultos (mayores de 35). Más de la mitad de los varones tuvo un diagnóstico de trastorno de conducta, en tanto entre las mujeres sólo el 15% presentó ese diagnóstico. Los trastornos de conducta fueron además más frecuentes entre los probando y los jóvenes.
El análisis univariado mostró que la hiperactividad estuvo significativamente relacionada con el trastorno de conducta. También se halló una asociación entre haber cometido algún delito juvenil y la manifestación conjunta de trastorno de conducta e hiperactividad (ambos predictores fuertes).
Tener grupo de pares delincuentes fue predictor especialmente entre los varones, los probandos y los más jóvenes. Los problemas de lectura y ortografía fueron más frecuentes entre los varones en su conjunto. En el conjunto de la muestra la edad promedio de abandono de los estudios no superó los 16 años de edad.
En un análisis multivariado, el trastorno de conducta en la infancia y la hiperactividad fueron predictores de trastorno de personalidad antisocial en la vida adulta aún controlando otras variables intervinientes. La cantidad de síntomas de hiperactividad y de conducta también fueron predictores de la presencia de conducta antisocial en la vida adulta.
Relaciones longitudinales, sobre la base de un modelo de secuencias temporales:
· Ni el aislamiento social ni la ausencia de un/a mejor amigo/a mostraron asociación con conductas antisociales.
· El CI se asoció con el trastorno de conducta pero no con la hiperactividad.
· Los problemas en la lectura se asociaron con la hiperactividad pero no con trastornos en la conducta.
· El análisis bivariado mostró que el trastorno de conducta y la hiperactividad en la infancia tuvieron una fuerte relación con el trastorno de personalidad antisocial en la adultez temprana o media, y fueron también precursores de tener un grupo de pares delincuentes en la adolescencia,
· Cualquier delito juvenil tuvo como precursor algún trastorno de conducta, pero el crimen violento juvenil tuvo como precursor además un bajo CI.
· Cualquier delito en el período de transición a la vida adulta tuvo por lo general como precursor algún crimen juvenil, y los problemas en la lectura y un grupo de pares delincuentes mostraron también contribuir.
· El crimen violento en el período de transición tuvo como precursor el crimen juvenil.
· La personalidad antisocial en la vida adulta temprana tuvo como precursores tres variables: trastorno de conducta, hiperactividad y cualquier crimen en el período de transición.
· La ausencia de agresividad en el trastorno de conducta infantil no fue necesariamente indicador de un buen pronóstico para la vida adulta, cuando se presentaron otros trastornos de conducta e hiperactividad.
· Los problemas en la lectura como predictores del trastorno de conducta antisocial podrían estar mediados por la hiperactividad.
Los autores dan importancia al estudio de los predictores de la conducta antisocial del adulto porque permiten la intervención temprana sobre los problemas precursores, para reducir los antecedentes que puedan alterar el curso del desarrollo de la personalidad adulta. Mencionan que varios de estos programas de intervención temprana con el objetivo explícito de actuar sobre la conducta infantil, como On Track en el Reino Unido, han tenido efectos en la reducción de la conducta antisocial. Advierten finalmente que la demostración de una asociación longitudinal no implica necesariamente la existencia de mecanismos causales entre factores presentes en las manifestaciones tempranas y posteriores.
Artículo comentado y traducido por la Lic. Alicia Kasulin, editora responsable de IntraMed en la especialidad de Psiquiatría.