Como explica el Dr. Emili Ros, director de la Unidad de Lípidos del Servicio de Nutrición y Dietética del Hospital Clínico de Barcelona, “los alimentos funcionales contienen uno o más ingredientes que afectan positivamente a determinadas funciones del organismo. Dichos alimentos pueden ser macronutrientes (como los ácidos grasos insaturados de los aceites de oliva y semillas), micronutrientes (como las vitaminas) o compuestos sin valor nutritivo (como los flavonoides), pero siempre son componentes naturales de los alimentos, presentes en el propio alimento no elaborado (por ejemplo, ácidos grasos n-3 en el pescado azul, vitamina C en los cítricos) o añadidos por fortificación (por ejemplo, calcio y vitamina D en la leche, ácido fólico en los cereales)”.
Actualmente, los alimentos funcionales son las dianas principales de la investigación de la industria alimentaria pero la demostración de sus posibles efectos beneficiosos para la salud debe basarse en evidencias científicas: “Los alimentos funcionales, su reconocimiento (alimentos naturales) y desarrollo (alimentos elaborados) proporcionan una oportunidad única para mejorar la calidad de la comida e influenciar favorablemente la salud de grandes segmentos de la población. Sin embargo, sólo un enfoque científico riguroso puede garantizar el éxito de esta nueva disciplina de la nutrición. Se trata de un gran reto para la industria alimentaria, científico antes que económico, pero también lo es para las autoridades sanitarias, que deben elaborar nuevas leyes y reglamentos en un tema tan sensible tanto para la salud pública como para los consumidores, a la vez que tan proclive al bulo y la desmesura”, cree el Dr. Ros.
En concreto, desde hace más de 40 años se sabe que ciertos tipos de esteroles naturales procedentes de las plantas y aceites vegetales, conocidos como fitosteroles, pueden disminuir las concentraciones plasmáticas de colesterol. Los esteroles de las plantas son estructuralmente similares al colesterol y únicamente difieren por un grupo metilo o etilo en su cadena lateral. A diferencia del colesterol, no son sintetizados en el organismo humano y se absorben mínimamente en el intestino.
La ingestión dietética de fitosteroles varía ampliamente entre las diferentes poblaciones, dependiendo del tipo y de la cantidad de alimentos vegetales que comemos. Los esteroles vegetales no pueden añadirse a los alimentos con facilidad. En cambio, si se procede a su esterificación mediante ácidos grasos, se pueden incorporar a los alimentos. De hecho, actualmente ya hay en el mercado dos alimentos funcionales, una margarina y un preparado lácteo (Flora Proactiv), con fitosteroles.
Tal y como explica el Dr. Pedro Mata, jefe de la Unidad de Lípidos de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid y presidente de la Fundación Hipercolesterolemia Familiar, “el mecanismo exacto de acción y sus propiedades reductoras del colesterol no se conocen con exactitud, pero los fitosteroles de las plantas parecen inhibir la captación por el intestino delgado distal del colesterol procedente de la dieta y de la bilis, compitiendo con el colesterol por la incorporación en el interior de las micelas”.
En resumen, el uso de alimentos funcionales enriquecidos con fitosteroles puede reducir el riesgo cardiovascular debido a la disminución de las concentraciones plasmáticas de colesterol en la mayoría de la población con niveles moderadamente elevados de colesterol.
“Por lo tanto -concluye el Dr. Mata-, la combinación de medidas dietéticas con el uso de esteroles puede evitar el tratamiento farmacológico en algunos pacientes con hipercolesterolemia leve o moderada y en otros, reducir las dosis de fármacos hipolipemiantes”. El uso de alimentos enriquecidos en esteroles también puede tener un efecto aditivo en pacientes con hipercolesterolemia familiar tratados con dieta y fármacos reductores del colesterol como las estatinas y ser particularmente útil en pacientes con hipercolesterolemia familiar que son pobres respondedores al tratamiento con estatinas.
Utilizada como un alimento funcional, una margarina o una leche enriquecida en esteroles vegetales podría reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular hasta un 25% en la mayoría de la población con concentraciones moderadamente elevadas de colesterol. Para las personas con hipercolesterolemia moderada, el uso de la mencionada margarina o de la leche con un adecuado consejo dietético podría reducir el cLDL de un 10 a un 15%.
“Esto significa -concluye el Dr. Mata- que en algunos pacientes el tratamiento farmacológico puede evitarse y en otros permitiría reducir las dosis. Por ejemplo, en los niños con hipercolesterolemia familiar puede ser una alternativa a la toma de resinas. En los pacientes adultos con esta patología, ofrece un tratamiento aditivo y puede ser particularmente útil para las personas que respondan poco al tratamiento con estatinas”.
“Sin embargo -tal y como afirma el Dr. Ros-, como se ha observado de manera consistente en múltiples estudios epidemiológicos, la naturaleza ya ha diseñado muchos alimentos que, sin necesidad de modificación alguna, parecen tener un notable efecto beneficioso sobre la incidencia de diversas patologías. Un buen ejemplo son los componentes básicos de la denominada dieta mediterránea: cereales, verduras, legumbres, frutas, aceite de oliva y pescado, cuyo consumo habitual se asocia a longevidad y baja frecuencia de enfermedades crónicas”.