Métodos:
Se tomaron 18.379 adolescentes del Estudio Nacional longitudinal de Salud Adolescente. Se tomaron muestras representativas de escuelas secundarias.
Se les realizó:
· encuesta alimentaria de frecuencia
· se tomaron 3 medidas de influencias parentales:
· presencia en las comidas y en cuántas
· presencia cuando los chicos llegan o se van
· si los padres permiten que los hijos decidan qué comer
· percepción del peso
· características sociodemográficas
Resultados:
La mitad eran varones y la distribución demográfica era similar a la de USA (34% no blancos), de 11 a 21 años. Un tercio se percibía gordo, el 82% respondió que sus padres estaban (por lo menos a veces) cuando ellos se iban, y el 58% estaban cuando volvían de la escuela. 4 de 5 adolescentes respondieron que sus padres les permiten elegir qué comer. La mitad reportó compartir con su familia 6 o 7 comidas semanales y 31% come menos de 3 comidas semanales en familia.
Un quinto de los adolescentes refirió que no come nada a la hora del desayuno. El 70% reportó haber comido menos de 3 o ningún vegetal el día previo a la encuesta, el 555 comió menos de 2 o ninguna fruta, y el 47% ingirió menos de 2 o ningún lácteo.
Las mujeres más grandes fueron las que menos desayunaron e ingirieron menos lácteos.
La educación de los padres se asoció con un efecto positivo en la calidad alimentaria de sus hijos.
Los que se percibían a sí mismos con sobrepeso eran los que reportaron saltearse el desayuno y menor consumo de vegetales y lácteos.
La presencia de los padres cuando los hijos se van a la escuela o cuando vuelven, no se asoció con más consumo de vegetales y lácteos. Tampoco se observaron diferencias entre los que elegían sus comidas en relación a la calidad de la dieta, pero sí los más autónomos saltearon más el desayuno.
Sin embargo, lo más notorio fue que el compartir comidas en familia sí tuvo influencias positivas en cuanto a la calidad nutricional. Los que comieron más de 3 veces en familia saltearon menos el desayuno y consumieron más vegetales y lácteos.
El efecto beneficioso de las comidas en familia crece a medida que las comidas compartidas son más. Los que comparten 6 o más comidas con sus padres tienen una calidad de la ingesta mucho más alta.
Discusión:
De las variables estudiadas el principal factor asociado a alimentación más saludable es la comida en familia, por lo menos con uno de los padres. La magnitud de este efecto es muy grande: el 30% comieron casi siempre solos (compartieron menos de 3 comidas semanales) y reportaron muy poca ingesta de vegetales y lácteos. A medida que aumenta la edad de los adolescentes aumenta la frecuencia de comidas solos.
La falta de comidas en familia es un factor de riesgo nutricional. Los padres que están más con sus hijos a la hora de comer tienen la oportunidad de enseñarles una forma de comer más saludable, sin que esto modifique la autonomía de los adolescentes. La presencia de uno de los padres en la cena se asocia también con mayor cumplimiento del desayuno.