¿Cómo nació esta organización?
Licenciada Romero: Payamédicos es un grupo de payasos terapéuticos. Nosotras trabajamos en la Sala de Internación Pediátrica del Hospital de Clínicas desde hace cuatro años como interconsultoras. Hace un tiempo nos surgió la necesidad de encontrar nuevas herramientas y nuevas estrategias para abordar al paciente, a la familia y al equipo médico, para poder facilitar la relación médico-paciente. Desde hace más de dos años nos dedicamos, junto con la Dra. Jorrat, a investigar y conocer a otras agrupaciones similares en el mundo. Fuimos incorporando ideas de cada una de ellas para poner en marcha nuestra propia agrupación. En el camino nos encontramos con el Dr. José Pellucchi, quien se convirtió en el director artístico del grupo. Él es psiquiatra y médico de terapia intensiva del Hospital Udaondo. Además, tiene una gran formación actoral y enseña Teatro en la Facultad de Medicina. El doctor Pellucchi había realizado la experiencia de ensayar fragmentos de sus obras frente a sus pacientes y había vislumbrado efectos terapéuticos.
¿Quiénes integran Payamédicos?
Lic. Romero: Este grupo lo integran estudiantes de medicina, psicólogos, médicos y clowns. Exige una formación previa: la persona que viene del área de la salud se forma en lo artístico y el que viene del lado del clown necesita adquirir conocimientos del área psicológica. Además, es fundamental la articulación al medio hospitalario: cómo se puede adaptar esta formación a las necesidades del niño hospitalizado, su familia y el cuerpo médico.
¿Cómo se puede acceder a esa formación?
Lic. Romero: Si bien hay mucha gente que quiere participar, decidimos no hacer un curso abierto sino incorporar paulatinamente a la gente interesada. En principio, cada uno realizó una pasantía en el Hospital Udaondo, con pacientes adultos y un guión específico que se representa frente a la cama del paciente. En este caso, no hay interacción.
Pero de la observación de estos voluntarios tomamos gente con capacidad para ser entrenada para Payamédicos. Se requieren personas con disposición para improvisar y para trabajar con una supervisión profesional ya que el payamédico tiene un compromiso importante con el paciente.
¿Cuantas personas conforman el grupo hoy?
Somos ocho: Cristina Jorrat, Andrea Romero, José Pellucchi, Wendy Metoki, Olga Gómez, Violeta Pérez Bromberg, Federico Codina y Verónica Macedo.
¿Cómo es el trabajo concreto frente al paciente?
Lic. Romero: Nos ocupamos de conocer bien cada caso, lo cual nos resulta sencillo porque nosotras trabajamos desde Psicopatología en la Sala. En primer término nos vinculamos con el equipo médico para conocer la patología del paciente, su estado anímico y el de su familia y cuáles son los inconvenientes que se generan en la relación con el medico y el tratamiento.
Luego elaboramos números temáticos diseñados, por ejemplo, para transformar la pasividad que implica la internación en actividad. Nosotros partimos de que la hospitalización es un hecho traumático para cualquier chico, por lo que tiene que atravesar un proceso para elaborarla. Este sería el puntapié inicial de un proceso, ya que nosotros no decimos que "la risa cura".
Dra. Jorrat: Sabemos que la risa no cura ningún tumor...
Lic. Romero: Esto, que muchos trabajan como un fin último, para nosotros es el comienzo. Es importante que un chico pueda reírse o llorar, haciendo catarsis de esta situación atípica plena de procedimientos invasivos y dolorosos.
¿Cómo se acercan a los pacientes? ¿Y cómo suelen recibirlos?
Dra. Jorrat: Siempre se le pide permiso a la familia y al paciente. No hay imposición. En general hay buena disposición.
Lic. Romero: Para los papás ver a los chicos interactuar y participar es ya un signo de recuperación.
Dra. Jorrat: Y para el médico también es un buen síntoma.
Lic. Romero: Los payamédicos intervienen de a dos y elaboran planes para cada caso: hay pacientes que están internados una semana, y otros varios meses. La misma dupla de payamédicos interviene cada vez y, a raíz de lo que surge en cada encuentro, se van elaborando distintos números.
Dra. Jorrat: Lo primero que ocurre es que cambia la escena. Los hospitales son muy solemnes, lo único que se escucha son los ruidos de los aparatos. Esta presencia introduce color, sonidos, música y cambia el ambiente. Desdramatiza la internación y cambia el humor no solo del paciente: también de la familia y del médico.
¿Todos los médicos cuyos pacientes son tratados por los payamédicos adscriben a esta idea?
Lic. Romero: Esto depende de los equipos médicos. Hay algunos con los que trabajamos de igual a igual y ellos reconocen el beneficio que implica nuestra presencia para sus pacientes. Nosotros no reemplazamos ninguna terapéutica: nuestra función es complementar el trabajo que ellos realizan. A veces nos llaman cuando va a hacer algún procedimiento invasivo o doloroso, como un efecto de distracción.
Dra. Jorrat: En terapia intensiva tenemos mejor llegada; es gente de edad media muy abierta. Suelen tener contacto habitual con la muerte y tienen necesidad de abrirse a nuevas alternativas.
Lic. Romero: En otros grupos, si bien no nos rechazan, les cuesta creer que esto pueda ayudar a que un chico que estaba pasivo se ponga activo, a que un chico que no se alimentaba comience a comer y tenga una mejor predisposición al tratamiento.
¿Pueden comentarnos algún caso y su evolución?
Dra. Jorrat: Mateo es un nene que ingresó al hospital con tres años y ocho meses por una neumopatía muy grave. Estuvo dos meses en terapia intensiva, con respirador, en coma farmacológico. Cuando salió de terapia lo llevaron a terapia intermedia y allí comenzó a trabajar con él un grupo de payamédicos. Como efecto de la medicación el chiquito tenía temblores, estaba muy asustado, se ponía debajo de la sábana cuando llegaban los payamédicos y nos lo quería ver, pero aplaudía. Él intervenía a su modo. Se fue haciendo un trabajo de dos o tres meses y el chico cambió su actitud: comenzó muy pasivo (después de dos meses en coma farmacológico y habiendo cumplido sus cuatro años estando internado). Se puso más activo, podía aceptar o rechazar propuestas, les daba indicaciones a los payasos, empezó a realizar juegos acorde a su edad. Esto ayudó mucho a la mamá, porque pudo ver reír a su hijo y verlo ya no solo como paciente, sino como Mateo.
Para los médicos de terapia, que se involucran mucho con sus pacientes, ver a ese chico que estaba sufriendo jugar y dar órdenes fue muy positivo.
Otra nena, paciente oncológica y con síndrome de down, pudo canalizar su agresividad a través del juego: transformó su actitud en un juego de descarga, pero no agresivo con los otros.
¿Cómo se sostiene esta organización?
Lic. Romero: Por la voluntad y las ganas que tenemos de trabajar. Ahora nos hemos iniciado como asociación, estamos terminando los trámites legales para darle a nuestro emprendimiento un marco que nos permita acceder a donaciones, o a apoyos económicos para agrandar el proyecto, para poder llevar payamédicos a otros hospitales y aceptar convocatorias del interior. Por ahora todos trabajamos ad honorem, por lo que nuestras posibilidades están restringidas por nuestras obligaciones laborales.