Muestra

Muñecas de exhibición

En el Museo Isaac Fernández Blanco se exhibe, hasta el 28 de septiembre, un conjunto de muñecas antiguas donadas por las hermanas Mabel y María Castellano Fotheringham.

Autor/a: Por IntraMed

Indice
1. Tesoro familiar
2. Información
Detrás de las vidrieras, en un mágico paseo de compras color chocolate, personajes de porcelana, cabritilla y madera juegan a las visitas en ambientes de muebles diminutos. Todo proyectado por el museólogo Patricio López Méndez e instalado en la capilla del palacio que el arquitecto Martín Noel construyó en la década del 20, sede del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco.

La muestra se titula Memorias de la infancia 1875-1935, y exhibe la colección de 170 piezas (115 muñecas y, el resto, accesorios) que las hermanas Mabel y María Castellano Fotheringham acaban de donar al museo. Incluye muñecas maniquí de Gaultier, autómatas, modelos de tres caras, muñecas mecánicas de Steiner, Bebés de Jumeau, la Shirley Temple de los años treinta y la mítica Marilú argentina, creada por Alicia Larguía en 1932.

"Siempre fueron algo más que juguetes para nosotras; nos apasionaban. Cuando éramos muy, pero muy chicas, Adela, mi abuela, que siempre trabajaba en entidades de bien público, nos llevó a una kermesse donde, para conseguir fondos, sorteaban un Kewpi, un gran muñeco de celuloide (¡el sueño de todas las nenas!), y yo saqué el número premiado -cuenta Mabel-. Pero cuando mi abuela vio que la ganadora era su nieta, dijo que no podía ser y volvió a sortearlo. Con los años la comprendí, pero entonces me sentí muy frustrada."

Cuando las hermanas comenzaron, coleccionar muñecas era una manía excéntrica en la Argentina, algo inexistente. "Fuimos pioneras. No era tan difícil, Francia y Alemania eran las grandes proveedoras y las familias tradicionales viajaban a Europa o se las hacían traer. Pero cuando sus niños dejaban de usarlas, las donaban al Cottolengo o al Patronato de la Infancia y se podían comprar a precios accesibles", apunta María.

El desinterés tentó a intermediarios internacionales, que incluso abrieron oficinas en Buenos Aires. "Veinte años atrás los diarios publicaban avisos de interesados en comprar muñecas de colección. La gente las entregaba por unos pesos. ¡Partía el alma! Se llevaron containers enteros a Europa y Estados Unidos", lamenta Mabel.

Clases de moda

En realidad, las primeras muñecas no fueron pensadas para jugar, sino para mostrar los modelos de la alta costura francesa. "No había revistas de moda y las poupées mannequin eran las encargadas de transmitir el ideal femenino de elegancia. Alcanzaron su apogeo entre 1860 y 1890 y no era raro que estuviesen acompañadas de un guardarropa con vestidos, sombreros y guantes, varios pares de botas, enaguas, corpiños y un cofre con joyas, perfumes, peinetas y papel y sobres decorados a mano", explica Daniela Pelegrinelli, curadora de la muestra.

Con el comienzo del siglo XX, pediatras y psicólogos especularon con la posibilidad de que las muñecas favorecieran el desarrollo de los niños. "El primero de estos modelos fue presentado por la firma alemana Kämmer & Reinhart, y el rostro sonriente del malcriado era una copia del rostro de uno de los nietos del señor Kämmer", completa Daniela.

En la década siguiente, Estados Unidos irrumpió en el mercado, pero sus modelos eran distintos de los europeos. Así apareció la famosa muñeca Shirley Temple, que representaba el deslumbrante mundo de Hollywood, la fábrica de sueños.

En varias oportunidades, las hermanas Castellano fueron tentadas para vender su colección, pero, concluye Mabel muy seria, "sentimos una profunda sensación de angustia porque eso significaba no volverlas a ver. En cambio, donándolas serían de todos y podría verlas todo el mundo".