La causa más común de la perforación faríngea es iatrogénica [1-8] y tiene mejor pronóstico que la causada por un traumatismo romo del cuello en el que el desgarro es generalmente más grande o se extiende al esófago intratorácico. El conocimiento del tamaño y la localización son críticos para el manejo de esta injuria. La mayoría de los autores cree que debe realizarse el cierre primario [8].
Desde la introducción de los cinturones de seguridad, la frecuencia de traumatismo cerrado de cabeza y cuello ha disminuido. La perforación faríngea es rara después de un trauma cerrado del cuello, con un frecuencia de menos del 2% de todas las perforaciones en la región faringoesofágica [4]. En la actualidad, solamente 11 casos han sido reportados en la literatura mundial desde 1970 [1-11].
El trauma secundario a la intubación endotraqueal es una eventualidad poco frecuente y habitualmente se debe a una intubación muy dificultosa o a inexperiencia del operador, a una emergencia o al uso de un estilete durante el procedimiento [5-8]. Además hay reportes de injurias en neonatos en unidades de cuidado intensivo atribuidas al uso de catéteres rígidos de succión, colocación de tubos nasogástricos y endotraqueales y trauma digital por el médico durante la resucitación [9-11].
Niezgoda y colaboradores [2] han revisado la literatura y dividido estos 11 casos en 2 categorías dependiendo del método de manejo: no operatorio y quirúrgico. El tratamiento conservador se reserva para pacientes con pequeñas perforaciones de menos de 2 centímetros de longitud y limitadas a la faringe. Se los mantiene en ayunas y se los trata mediante succión nasogástrica y antibióticos de amplio espectro. 4 de 5 pacientes tratados de esta manera tuvieron recuperación sin complicaciones.
Los 6 enfermos que requirieron tratamiento quirúrgico de la lesión tenían perforaciones mayores de 2 centímetros o desgarros complejos involucrando el esófago. Todos menos 1 tuvieron recuperación sin complicaciones; el 6°, en el que el diagnóstico se demoró más de 12 horas, necesitó tratamiento para un absceso paraesofágico [2].
Mientras que los resultados tempranos son reportados en la literatura, las secuelas a largo plazo de la perforación faríngea secundaria a un traumatismo cerrado del cuello son desconocidas porque se pierde el seguimiento alejado de estos pacientes.
En el caso presentado por los autores, aún cuando la perforación estaba limitada a la faringe, se optó por la reparación quirúrgica debido al tamaño del desgarro y a la fácil accesibilidad para efectuarlo.
En resumen, la perforación faríngea después de un trauma cerrado de cuello es rara. El diagnóstico temprano requiere tener conciencia de esta eventualidad en cualquier paciente que se queja de dolor severo en el cuello, odinofagia, disnea, estridor o ronquera o en el que se encuentre crepitación o enfisema subcutáneo después del traumatismo. El tratamiento debe ser individualizado de acuerdo con el tamaño y la ubicación de la rotura y de la experiencia del equipo médico.