Recital del cantautor uruguayo Fernando Cabrera (voz y guitarra). Presentación del CD "Viveza" y otras canciones de álbumes anteriores.
Fernando Cabrera llegó a Buenos Aires hace algunos meses invitado por Jorge Drexler, con gestos amables y la timidez de quien entra pidiendo permiso. La última semana se sumó a los recitales de Bersuit y el sábado último incursionó con sus canciones en una sala porteña luego de 25 años de recorrer escenarios y grabar una decena de discos en Uruguay.
En la Argentina la espera valió la pena, porque, afortunadamente, los años no mellaron la calidad de su trabajo. El presente de este cantautor uruguayo muestra un gran momento artístico, plasmado en "Viveza", su último CD, que se publicó en enero en Montevideo.
En la lista de temas que ofreció en La Trastienda, de ese nuevo repertorio figuraron piezas como "Viveza", que se perfila como hit, y las melodías de cuna para una triste partida que se escuchan en "Te abracé en la noche". Pero ya que no se trataba de la presentación oficial de un disco, sino del artista, Cabrera hojeó varias páginas del cancionero que estaba apoyado en su atril. De allí salieron "Al mismo tiempo", registrada en vivo para un disco de 1987 junto a Eduardo Mateo; "Pandemonios", esa reflexión de domingo en soledad; "El tiempo está después"; luego un homenaje a Piazzolla; un fragmento de la "Zamba por vos", de Alfredo Zitarrosa, y un rato más tarde algunas décimas camperas, apenas como el ensayo de un artista muy respetuoso de los inspirados y memorables duelos de payadores que la historia situó en Paysandú a fines de 1800.
Después del show es probable que alguien le haya augurado un buen retorno, junto a toda su banda, pero sin menospreciar la labor en solitario, esa forma de expresión que Cabrera tantas veces toma por costumbre.
Al escucharlo acompañado por un grupo de instrumentistas es posible descubrir otros colores. Algo ya comprobado por quienes accedieron a los discos o presenciaron sus recitales. Sin embargo, en este primer acercamiento a Buenos Aires el tono intimista del espectáculo subrayó sus palabras y varios recursos musicales para deleite de algunos oídos educados.
Al principio, una voz estridente -con timbre de canillita o de propaladora de pueblo en la hora de la siesta- que poco a poco ganó matices y llevó junto a las cuerdas de la guitarra un singular manejo de la dinámica y del ceremonial silencio del público. Así, se pudieron apreciar el valor del semitono, que rara vez se percibe en las gargantas poco agraciadas, o el acorde disminuido impregnado en la historia de uno de sus personajes, disminuido por la circunstancia, anecdótica y graciosa, que le tocó enfrentar. O tantas otras imágenes, a veces insólitas, conjugadas en sus estrofas.
"Ves la fugaz melodía que ocupa mi voz/ yo soy apenas su estela, su brillo de paso", declamaba Cabrera, al promediar su show, con "Un par", uno de sus estrenos. Pero se quedó corto. Su música es bastante más que eso, es casi un antónimo de la fugacidad.