¿Cómo es defender un nuevo disco? ¿Es una situación extraña después de 15 años?
Fue una propuesta de un productor joven, Gonzalo Varela. El se juntó con mi arreglador, José Ojivieky, y me sacaron de esa dinámica cómoda que tenía. Venía muy tranquilo y en paz; sin haber grabado mucho de golpe. En realidad, nunca me preocupó tanto el no grabar, porque grabé mucho. Hay cosas de mi discografía que no se conocen.
¿Cuántos discos editó?
21. Y con este 22. Antes eran discos, discos.
¿Y qué busca con este disco? ¿Reinstalarse, decir “volví”?
El disco está hecho desde el corazón. Sin demasiada expectativa multinacional (sic). Este es un disco... ¡Hicimos el disco! Eso es lo más importante. Y ahora veremos cómo difundirlo, pero creo que hay que venderlo en vivo. No creo que haya un público consumidor al margen del que te va a ver. Ese público que se consigue con pautas radiales y demás, no sé si existe. Lo importante era grabarlo. Ya está. Pero como sea, ya vendí los primeros 2.000. El ángulo de este lanzamiento, elegido por los productores y que yo comparto, tiene que ver con el tema A mí no me hablen de tango. “Esta noche de caprichos, de fandango, no sé con qué me van a hablar a mí de tango...” Queda mal que lo diga yo, pero planteo algo así como “¡Los esperé 15 años muchachos y no hicieron nada!” Queda prepotente si lo digo yo.
¿Toda la obra tiene ese tono autobiográfico?
Más o menos. En esa senda está el tango Bien de abajo, donde cantó: “Soy bien rebelde, anduve a los tumbos, cuerpeando a la mala y al fin le gané / Me pesó en el lomo conservar el rumbo, me costó mis golpes pero no aflojé / Peleé por la luz que quisieron robarme, de mis cosas salvé lo mejor, hoy tengo el orgullo de no doblegarme, saber que nadie me vende un buzón”.
Usted le puso al disco el título de un álbum experimental de Los Beatles. ¿El suyo es experimental? ¿Acaso no está todo hecho en el tango?
No, hay un pedazo de cosas por hacer todavía. De 150 temas que tuvimos grabados, llegamos a 14 haciendo una selección en función de un ángulo. ¿Vos sabés cómo es esto? Experimentás pero metés lo que necesita el disco, lo que querés comunicar. Después tener que ser consecuente con eso. Y yo lo soy: En Cosquín toqué cinco temas del disco nuevo, no tan promocionado. Y esto es experimental porque hay gente que nunca me escuchó solito con el fueye en un disco. El disco tiene intimidad, potencia. A mí me reavivaron un poco. Estaba medio adormecido.
Asumís cierta culpa...
Y sí. Mis colegas músicos, como Luis Salinas o Garello, me decían “loco, vos tenés que grabar”. Tenían razón, siento que me inyecta sangre de vuelta.
Siempre destaca que nunca ha traicionado al tango, ¿a qué tipo de fidelidad alude?Nunca me fui para otro género. Aun cuando he grabado cosas con Litto Nebbia, siempre lo hice desde la raíz del tango. Todo lo que yo puedo cantar, me sale como tango. Pienso como Charly (García), que dice que el tango es parte nuestra escribamos lo que escribamos, cantemos lo que cantemos. Y si uno tiene la matriz del tango...
¿Quién ha definido esa raíz? Alguna vez habló de tres influencias decisivas: Pichuco, Rovira y hasta Piazzolla.
Pichuco. Hay secretos con él, que han impregnado mi esencia. Hablando de composición, me decía “pibe, acuérdese siempre que en el tango, hay frases que definen. Por más que divague, cuando pase por ellas, ponga todo”.
Algunos músicos lo catalogaron de provocador. ¿Se considera así?
Sí, pero eso también es intrínseco al tango. Provocador era Astor, también. Provocador era el Sexteto mayor.
¿Habla de arrogancia estética?
No necesariamente. Provocador era Gardel. ¡El chabón se salía del disco! Yo quiero eso.