Una niña ha podido recuperar su movilidad tras implantarle un injerto de su propia pierna en la cadera donde se le había diagnosticado un tumor, según un estudio italiano.
Hasta ahora, las reconstrucciones realizadas en este tipo de pacientes no permitían la regeneración ósea por lo que el hueso no iba creciendo a medida que lo hacían los niños. Así que tras extirpar el tejido óseo canceroso eran necesarias múltiples operaciones a medida que se iba desarrollando el paciente, en algunas ocasiones la única solución era amputar la extremidad.
Tras un seguimiento de más cuatro años, los resultados observados –que han sido publicados en 'The Lancet', son sorprendentes ya que se ha conseguido que el hueso extirpado se regenere a partir de un injerto de la pierna de la propia paciente.
La niña fue intervenida en junio de 1997 por un equipo del Instituto Ortopédico Rizzoli, en Bolonia (Italia), fecha en la que contaba con cuatro años, por un cáncer óseo. Tras administrarle quimioterapia y quitarle la parte superior del hueso dañado, la cabeza del fémur –hueso que se encuentra en el muslo y une la rodilla con la cadera—, a la paciente se le hizo un trasplante con dos fragmentos óseos.
Huesos y vasos sanguíneos
Los injertos procedían de una parte del fémur de un donante y del peroné de la propia paciente –hueso que junto con la tibia forma la pierna—. Además, el fragmento del peroné fue insertado en la cadera de la niña junto con sus vasos sanguíneos. De esta manera, los cirujanos unieron los dos injertos a la parte del fémur que quedaba sana con unos tornillos y una placa metálica. También conectaron los principales vasos sanguíneos y sujetaron los músculos de la pierna a los tendones.
Tras un período de rehabilitación, la paciente puede caminar, nadar, montar en bicicleta e ir al colegio. Sus piernas tienen el mismo tamaño y crecen a un ritmo normal.
Marco Manfrini, jefe del equipo que ha llevado a cabo la intervención quirúrgica, comenta que «estamos atónitos por cómo y lo bien que ha crecido». Continúa explicando que «debido a que el peroné tiene su propio aporte sanguíneo, ha seguido creciendo y se ha convertido en un fémur normal… La unión del peroné vivo y el injerto donado junto con los vasos sanguíneos del peroné invadieron el hueso muerto, haciéndolo vivir».
Los autores comentan que ahora queda por averiguar los mecanismos genéticos y ambientales que permiten que el peroné se transforme en un fémur en desarrollo.