La fiebre periódica se define como la aparición de episodios recurrentes de fiebre cuya duración oscila entre unos pocos días y varias semanas, separados por períodos variables en los que el paciente está asintomático. Entre las posibles causas de este tipo de fiebre se encuentran las infecciones, el cáncer y las enfermedades del tejido conjuntivo, así como un conjunto de trastornos cuya característica fundamental es la recurrencia de la fiebre a lo largo de los años. Estos últimos son los que se revisan en el presente trabajo.
Se han dividido estos procesos en dos categorías: hereditarios (fiebre mediterránea familiar, síndrome hiperinmunoglobulemia D [hiper-IgD], síndrome de fiebre periódica asociado al factor de necrosis tumoral, síndrome de Muckle-Wells y urticaria familiar por frío) y no hereditarios (síndrome de fiebre periódica, faringitis, estomatitis aftosa y adenitis [síndrome PFAPA], neutropenia cíclica, síndrome neurológico, cutáneo y articular crónico de la infancia [síndrome CINCA], enfermedad de Castleman, sarcoidosis infantil precoz y síndrome de Blau). Aunque el diagnóstico es fundamentalmente clínico, en los últimos años se han realizado numerosos avances en el conocimiento de las bases moleculares y genéticas de los procesos hereditarios, que representan una ayuda importante para establecer el diagnóstico y mejorar el tratamiento.
Fiebre periódica hereditaria
Fiebre mediterránea familiar
La fiebre mediterránea familiar es una enfermedad hereditaria transmitida con patrón autosómico recesivo, frecuente en las poblaciones de la cuenca mediterránea: judíos sefardíes, turcos, árabes, griegos, españoles, italianos, etc. Se caracteriza por episodios de fiebre y serositis (peritonitis, pleuritis o artritis) de comienzo súbito. Las manifestaciones tienen una duración breve, de entre 6 h y 4 días. La mayoría de los pacientes (90 %) sufre su primera crisis antes de los 20 años de edad.
El 95 % de los enfermos presenta dolor abdominal de uno o 2 días de evolución, a menudo con signos de irritación peritoneal. Algunos casos, sin embargo, se manifiestan por dolor abdominal moderado sin peritonitis franca. No es infrecuente la monoartritis con derrame de rodilla, codo o muñeca. En cambio, la artritis crónica y la poliartritis migratoria son raras. El dolor torácico secundario a pleuritis se observa en el 30 % de los pacientes, mientras que la pericarditis afecta a menos del 1 %. En ocasiones, los varones sufren una inflamación aguda del escroto . Un fenómeno muy característico de la fiebre mediterránea familiar es la aparición de lesiones cutáneas parecidas a la erisipela, que se localizan en los pies o en la zona pretibial y que se identifican en el 7 al 40 % de los pacientes. Los episodios de fiebre aislada son raros. La complicación más grave de esta enfermedad es la amiloidosis, cuya prevalencia varía según la etnia afectada. La amiloidosis es especialmente frecuente en los judíos sefardíes.
No hay ningún dato de laboratorio que sea específico de esta enfermedad. Durante los episodios agudos se produce un aumento de la proteína C reactiva (PCR), de fibrinógeno y de amiloide A. La presencia de proteinuria debe dirigir nuestra atención hacia una posible amiloidosis, aunque ésta es excepcional en la edad pediátrica. Estos pacientes tienen un déficit de una proteasa específica que se encuentra en los líquidos de las membranas serosas y cuya función es inactivar a la interleucina 8 (IL-8) y al factor quimiotáctico del complemento C5a. Actualmente, esta proteasa sólo se determina en los laboratorios de investigación.
El gen de la fiebre mediterránea familiar (MEFV) se localiza en el brazo corto del cromosoma 16.
El diagnóstico es fundamentalmente clínico. Se debe realizar una anamnesis meticulosa que abarque los antecedentes personales y familiares y las características de los episodios. Es fundamental la exploración durante una crisis, ya que durante los períodos asintomáticos no se detectan signos físicos. En algunos casos, la respuesta a la colchicina también puede contribuir al diagnóstico .
El tratamiento con colchicina previene los brotes febriles en el 60 % de los pacientes y reduce el número de episodios en otro 20-30 %. Además, la colchicina disminuye en gran medida la aparición de amiloidosis, incluso en los pacientes en los que no evita las crisis febriles. La colchicina no mejora un brote ya instaurado; en estos casos, el diclofenaco proporciona un alivio eficaz de los síntomas.
Artículo comentado por el Dr. Edgardo Checcacci, editor responsable de IntraMed en la especialidad de Pediatría.