Mentiras verdaderas

Las memorias de Gabo

El periodista Orlando Barone desgrana su personal lectura de la última gran novela de Gabriel García Marquez: su propia biografía.

Autor/a: Por O. Barone

Fuente: 3puntos.com

Indice
1. Vivir para contarla
2. Recuerdos fragmentados
3. Las palabras de un genio

Gabriel García Márquez, del que se calcula que ya debe haber publicado cinco mil páginas de ficciones novelescas y otras cinco mil de crónicas periodísticas de novela, acaba de publicar las primeras 579 páginas de su novela más fantástica: sus memorias. El título original sugerido por él mismo había sido inicialmente Vivir para contarlo. Su decisión de cambiarlo por la versión final, Vivir para contarla, acaso nos esté alertando sobre el valor que la vida debe estar adquiriendo para el hombre que lucha contra el cáncer.

La mayor revelación que tiene este libro es paradójicamente la ratificación de un enigma: la eterna prolongación de la magia de Macondo. García Márquez no sabe su origen, que es lo mismo que si Dios no pudiera explicar por qué nombró Adán a su criatura. Y -aunque una lógica evaluación del libro estimara descubrimientos más esenciales como el laberinto de su infancia en Aracataca, la extraña y apartada relación con su madre y su padre, su exuberante trama familiar, sus primeras experiencias sexuales, sus lecturas fanáticas, sus maestros, sus balbuceos literarios, el paulatino strip-tease que va haciendo de su cuerpo y de su alma- que Gabriel García Márquez no haya logrado revelarse ni revelar el enigma de Macondo es una prueba de que el genio literario es un don supremo que trasciende las razones y la voluntad de su transitorio depositario.

No sé si se entiende. Oigamos qué dice Vivir para contarla acerca de este asunto tan crucial para el arte como es crucial para el amor no descubrir nunca su misterio: "El tren hizo una parada en una estación sin pueblo, y poco después pasó frente a la única finca bananera del camino que tenía el nombre escrito en el portal: Macondo. Esta palabra me había llamado la atención desde los primeros viajes con mi abuelo, pero sólo de adulto descubrí que me gustaba su resonancia poética. Nunca se lo escuché a nadie ni pregunté siquiera qué significaba. Lo había usado ya en tres libros como nombre de un pueblo imaginario, cuando me enteré en una enciclopedia casual que es un árbol del trópico parecido a la ceiba, que no produce frutos, y cuya madera esponjosa sirve para hacer canoas y esculpir trastos de cocina. Más tarde descubrí en la Enciclopedia Británica que en Tanganyka existe la etnia errante de los makondos y pensé que aquél podía ser el origen de la palabra. Pero nunca averigüé ni conocía el árbol, pues muchas veces pregunté por él en la zona bananera y nadie supo decírmelo. Y tal vez no existió nunca".

Maravilloso. ¿Creen ustedes que es casual que Macondo siga siendo un misterio? Pamplinas. La vida de Gabriel García Márquez lo sigue siendo justamente cuando tanto empeño pone él en desnudarla. Todo intento humano es precario e incompleto, o fútil y torpe. La ventaja del empeño de un escritor sobre el memorioso corriente es dotar a su cuento de belleza. Si el escritor es un genio se permite todavía más: el milagro de acabar con el mito de la razón, aun en el terreno en que ésta reina. Ni el psicoanálisis más feroz ni la confesión religiosa más profunda ni la conciencia más traslúcida logran acercarse al umbral de revelación de la vida humana que logran las ficciones. Por eso García Márquez -ese gran incontinente imaginario-, al girar hacia el mundo de la razón, alcanza un horizonte inédito: convertirla en una herramienta cautiva de la más poderosa sinrazón, la del todopoderoso inconsciente.