La relación cirujano-paciente implica un interjuego psicológico dinámico. Las conductas del cirujano y del paciente en tanto personas adquieren potencialidades terapéuticas o iatrogénicas. Una intervención cualquiera puede despertar ansiedad si es significada como un peligro que amenaza la integridad del individuo. La ansiedad es normal y también necesaria, porque pone en estado de alerta los mecanismos defensivos psicobiológicos del organismo y los prepara para la lucha. En este caso los riesgos estarán de acuerdo con el tipo y propósito de la intervención, el ambiente donde se realice y la zona anatómica comprometida.
El estrés comienza en el mismo momento de conocer la recomendación quirúrgica y sólo termina cuando el individuo retoma sus actividades normales. Las tensiones se relacionarán con la internación, la espera, la anestesia, el postoperatorio, la convalecencia y la magnitud de la pérdida de tejidos y funciones: pero también dependerá de la personalidad particular del paciente y del cirujano, con el significado que ambos le den a la enfermedad, a la operación y a sus respectivos roles.
La relación cirujano-paciente está caracterizada por una actitud más bien sumisa por parte del enfermo y de mayor potencia por parte del médico; el acto quirúrgico supone superioridad, pero esto de ninguna manera debe significar distancia del enfermo.
Es habitual que el paciente sienta que el cirujano esta haciendo "algo extraordinario", ya que el hecho de "abrir un cuerpo" es sentido como capacidad, solución, valentía, omnipotencia y poder, en grado mayor que la acción del clínico, vista como principalmente intelectual.
La mayor parte de los pacientes implementan frente a la cirugía conductas de tipo regresivo, es decir conductas que fueron exitosas en otra etapa de la vida; por ejemplo "un enfermo que esperaba ser operado sufrió enuresis cuando su intervención quirúrgica debió postergarse por falta de dadores de sangre". Cabe señalar que este paciente nunca había tenido dificultades psicológicas y su frustración y ansiedad se tradujeron en este síntoma.
Así como el fenómeno de la regresión es necesario para que el paciente acepte ser cuidado y pueda establecer una relación de confianza con quienes lo cuidan, también la prolongación de este estado puede llegar a complicar la evolución de un caso dado y transformarse en un factor patógeno importante, si no es manejado adecuadamente.
Evaluar el monto de ansiedad del paciente, estimar las defensas psicológicas que moviliza el estrés preoperatorio y su capacidad de elaboración, son tareas tan importantes para el cirujano como el control de cualquier parámetro biológico.
Si bien las preocupaciones más importantes del cirujano son: el aspecto técnico de la intervención, la adecuada hemostasia, la evitacion de infecciones, el buen manejo anestésico y el control de los signos vitales, existe la preocupación posterior del posible shock finalizada la intervención. Aquí es donde juega un papel importante la ansiedad del enfermo creando postoperatorios de difícil manejo y produciendo complicaciones más riesgosas (Raginsgy, 1972). Una comprobación de este punto está en el hecho de que un paciente angustiado, lo manifieste o no, necesita mayor cantidad de anestésico que el que va a la intervención mejor preparado psicológicamente.