En la Argentina ningún ente estatal controla la calidad de las mamografías ni la idoneidad de quienes las interpretan. No hay programas de control de calidad ni se exige, como en otros países, que un médico lea una cantidad determinada por año para trabajar con este instrumento que detecta el cáncer de mama. La calidad del estudio sólo es responsabilidad de quien la hace.
En los Estados Unidos existen normas sobre cómo se hace una mamografía y se exige que un médico vea por lo menos 480 placas al año. Allí, las mamografías se hacen en clínicas especializadas y el Colegio de Radiología supervisa las placas. No es un examen sorpresivo: les piden que envíen las dos mejores placas por correo. Aun así, durante el año 2000 una de cuatro clínicas no fue aprobada. Además, uno de cada cuatro médicos pasó por alto un tercio de los cánceres, informó el diario estadounidense The New York Times.
Manuel Cymberknoh, miembro de la Sociedad Argentina de Mastología y titular de un importante centro privado, explica que la calidad depende de un equipo mamográfico moderno, una procesadora de película calibrada para estas placas y la habilidad de los técnicos que deben acomodar bien a la paciente, incluir toda la mama en la toma, comprimir lo suficiente.
Cymberknoh agrega que es difícil leer mamografías: "Requiere ver detalles, comparar placas, hacer un examen de la paciente. La interpretación está a cargo de radiólogos, pero también de ginecólogos o mastólogos. Para más seguridad, la placa tendría que tener dos lecturas".
Marcia Oliva, miembro de la Sociedad Argentina de Radiología, explica: "La mama es un órgano blando y las densidades radiológicas de sus elementos son similares. El tejido graso es transparente pero el tejido glandular y el cáncer tienen densidades similares. Un tumor, aunque se palpe, puede no verse si lo rodea un tejido de densidad similar. Las mamas adiposas facilitan el diagnóstico y las que tienen mucha glándula son más difíciles. La ecografía es un buen complemento".
"Me ha llegado algún caso de mal diagnóstico, pero no es frecuente. Si no coincido, llamo a mi colega, pero hace tres años que no me pasa", dice Edgardo Bernardello, Jefe del Departamento de Cirugía del Hospital Piñero y ex presidente de la Sociedad Argentina de Mastología. "Si me muestran una mamografía nueva, en la que se ve un cáncer, y después me muestran otra de hace dos años, puede ser que se vea la mínima distorsión donde comenzó ese cáncer. Eso no quiere decir que la hubiera reconocido en ese momento; ahora es posible pues se tiene la actual".
Los encargados de leer las mamografías son médicos. Hoy, los radiólogos prefieren que se los llame "imagenólogos", dado que ven radiografías y otro tipo de imágenes. Estos especialistas se forman en residencias que se hacen en hospitales públicos o privados. "El problema —dice Oliva— es que no en todos los servicios hay todos los aparatos. A nivel estatal casi no hay resonancias magnéticas y el factor técnico limita la formación. Pero es posible completar la residencia en otro hospital, que tenga el aparato que a uno le falta". Además de la residencia, los médicos hacen cursos de especialista, en la Universidad o en la Sociedad Argentina de Radiología, que les da formación teórica.
¿Sin control estatal, son buenas las mamografías en la Argentina? No hay unanimidad. "Excepto en unas pocas ciudades y en manos de unos pocos profesionales, la calidad es mala", dice Cymberknoh.
Cymberknoh participó de un grupo de especialistas que, en tiempos de Menem, redactaron un proyecto de ley para regular la actividad. Disponía controles técnicos y un mínimo de 400 mamografías por año para los médicos, pero quedó en la nada.
"La calidad —dice Bernardello— mejoró muchísimo en los últimos tres años. Vinieron equipos nuevos y los hospitales dependen menos de los técnicos."
"En los hospitales públicos —agrega Oliva, quien ve hasta 50 placas por día— hay excelentes profesionales." Oliva conoce bien la Capital, donde hay mamógrafos en centros privados y en los hospitales Fernández, Piñero, Ramos Mejía, Pirovano, Pena, Rivadavia y Vélez Sársfield.
"Son buenas si son realizadas en centros especializados. Donde se hacen esporádicamente son deficientes. En los hospitales la calidad no siempre es la mejor y eso en Capital: en muchas localidades del interior no hay mamógrafos", dice Mario Bruno, Jefe de Oncología del Hospital Alvear. De todos modos, Bruno dice que no es habitual que reciba mujeres mal diagnosticadas, aunque alguna vez ocurre.
Los costos de los insumos y los de reparación de las máquinas se incrementaron en porcentajes que ni obras sociales ni prepagas quieren pagar a sus prestadores.
"Para controlar —dice Oliva— se precisa dinero." "Hace falta control —opina Bernardello—. Acá yo me compro el equipo y puedo intervenir." "En este momento —concluye Cymberknoh— muchos centros no pueden sobrevivir. Poner un control de calidad es condenarlos al cierre."