Un riguroso estudio llevado a cabo por la Women's Health Initiative indica que la combinación de estrógenos y progesterona causa un incremento en el riesgo de padecer cáncer de mama, ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y coágulos. Estos riesgos superan los beneficios: un leve descenso de la incidencia en fracturas de cadera y cáncer colorectal.
De hecho, muchas de las 16.000 participantes del estudio recibieron ayer una carta que decía que debían dejar de tomar esas drogas.
Hasta la aparición de estos resultados, los médicos instaban a las mujeres que no hubieran sufrido histerectomías a comenzar el tratamiento al percibir los primeros síntomas de la menopausia y a seguir tomando estas drogas durante años.
Este no es el primer estudio que analiza los efectos de la terapia de reemplazo hormonal en la salud femenina, pero es el de mayor envergadura realizado hasta ahora: involucra a miles de mujeres sanas y a un grupo control al que se le administró placebo.
Además, el estudio reflotó una interesante discusión respecto del principal impulsor de estos tratamientos, el ya fallecido Dr. Robert Wilson, cuya investigación fue respaldada por el laboratorio Wyeth-Ayerst. En 1972, el Dr. Wilson publicó un artículo resaltando los beneficios del estrógeno. Cuando aparecieron los primeros datos acerca del incremento del riesgo de cáncer de útero, los médicos incorporaron la progesterona.
Dicha terapia comenzó a utilizarse no solo para atenuar los síntomas de la menopausia sino también para prevenir enfermedades (por ejemplo, enfermedades coronarias).
Los investigadores reconocieron las dificultades que encontraron al plantear el estudio: muchos profesionales consideraron poco ético privar a tantas mujeres de la terapia ofreciéndoles, en su lugar, un placebo.
Otro de los temas que aparece en la discusión es el lema que subyace tras la prescripción de estas drogas: "Las mujeres deben seguir viéndose jóvenes, saludables y sexualmente activas para ser realmente atractivas".