Algunas sólo piensan en su fiesta de 15. Otras -con una mirada mezcla de miedo, desolación y poco espacio para sueños- simplemente esperan el día del parto. Todas son adolescentes y todas son argentinas, pero enfrentan realidades muy distintas.
Cada año nacen en el país casi 107 mil bebes de mamás menores de 19 años. Dentro de ese grupo, alrededor de 3150 son alumbrados casi por niñas: chicas que no han cumplido todavía los 15.
Los expertos afirman que el remedio contra esta realidad no es otra cosa que los programas de educación sexual. Y esto es ratificado por un estudio presentado recientemente en Playa del Carmen, México, por el doctor Ramiro Molina, director del Centro de Salud Sexual y Reproductiva Adolescente, que funciona desde hace 20 años en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, durante un seminario organizado por el Centro Latinoamericano Salud y Mujer (Celsam).
El trabajo, realizado entre 6000 alumnos de seis colegios públicos y privados chilenos (en el programa intervinieron dos instituciones y cuatro se utilizaron como controles) demuestra que la aplicación de programas de educación sexual de tres años de duración por medio de la capacitación de maestros y profesores hizo descender en un 36,6% los embarazos de las escolares que recibieron la información, contra una disminución del 4,5% entre aquellas que concurrían a escuelas sin programa.
"El trabajo -explica el doctor Ramiro Molina a LA NACION- muestra la experiencia de nuestro centro universitario a través de la inserción transversal de la educación sexual en el currículum de los colegios, a partir de los 10 u 11 años de los alumnos. El trabajo se extendió entre 1990 y 1997, porque nos llevó casi cuatro años el análisis de los datos, obtenidos a través de 15 mil encuestas."
El doctor Molina, que integra el comité científico de Celsam en su país, indica que los datos que se desprenden de este estudio demuestran que la entrega de conocimientos no concede una mayor permisividad sexual a los jóvenes.
"Al comparar las escuelas con y sin programas de educación sexual -agrega-, vimos que a medida que pasaban los meses aquellos que recibían información tenían menos relaciones sexuales que aquellos que no la recibían. Por supuesto, el porcentaje crecía, aun con educación sexual, y esto es algo lógico, ya que si al inicio del programa tenían 15 años, al finalizarlo habían llegado a los 18, y en ese lapso, en promedio, se produce el inicio de la vida sexual en América latina. Siempre habrá alguno que crea que dar información invita a más relaciones, pero esto no es así y está científicamente demostrado. Los programas no detienen algo que inevitablemente ocurrirá. Pero sí lo retrasan. Y esto tiene un especial significado cuando observamos el tremendo impacto negativo del embarazo juvenil."
El especialista chileno señaló que el trabajo analizó también la conducta de las jóvenes frente al parto y al aborto. "En aquellas escuelas donde había habido educación sexual una mayor proporción de embarazos terminó en parto y también disminuyeron los abortos obligados por los padres, que es lógicamente una forma muy traumática para las jóvenes de resolver el problema: las toman de la mano y las llevan, algo que no se conoce entre adultos."
Conocimiento y decisión
El estudio de la Universidad de Chile indica también que los adolescentes cuyos padres tienen un mayor nivel de instrucción inician más tarde su vida sexual y que las madres son las más elegidas -tanto por chicas como por varones- para hacer consultas. "Aunque en una gran proporción los jóvenes hablan con sus amigos y gente de su edad -admite el doctor Molina-. Pero notamos que un porcentaje importante conversaba con sus docentes cuando ya se había iniciado. Esto confirma la importancia de programas de educación sexual en escuelas."
Estas iniciativas "también son una herramienta a la hora de evitar infecciones de transmisión sexual, como por ejemplo el sida -advierte el médico-. En Chile, durante 2001, el 31,4% de los nuevos casos de sida reflejaba que la infección había sido contraída en la adolescencia".
El doctor Molina es un convencido de que, junto con programas de educación sexual en las escuelas, también tienen alto impacto en la salud adolescente los servicios médicos integrales y confidenciales.
"Lo demuestran mis 20 años de trabajo dirigiendo el centro universitario -afirma-. Fuimos incorporando las diferentes disciplinas que aseguran una atención integral. La consulta espontánea aumenta y también se incrementa el número de varones que llegan, ya que el servicio está abierto a uno y otro sexo. Pero para que los programas funcionen hacen falta políticas públicas. No sólo palabras. Son imprescindibles los recursos."