Este año se cumple medio siglo de la obtención en un laboratorio mexicano de la primera progestina sintética, activa por vía oral, la noretisterona.(1). De ese hallazgo se generó la investigación farmacológica y clínica, de la píldora anticonceptiva, uno de los productos que ha modificado en forma más trascendente la vida de la humanidad en general y, en particular, la de las mujeres. La píldora permitió separar la sexualidad de la reproducción; la maternidad y la paternidad se volvieron un acto de elección libre y responsable, en lugar de una casualidad biológica.
Los anticonceptivos orales (AO) siguen siendo los métodos de control de la fertilidad más usados en todo el mundo, y aún utilizan los mismos principios activos y los mecanismos de acción identificados por aquellos investigadores pioneros de hace medio siglo (Karl Rosenkratz, Carl Dijerassi, Luis Miramontes).
Los anticonceptivos son fármacos con una característica peculiar: no se utilizan para curar enfermedades; se usan por personas sanas, para controlar una función fisiológica. Por este motivo, el balance riesgo/beneficio debe de ser evaluado más estrictamente que con otras drogas terapéuticas.
De hecho, los anticonceptivos orales han sido probablemente los medicamentos más estudiados de todo el arsenal farmacológico de la humanidad. A lo largo de estos cincuenta años se ha documentado su elevada efectividad anticonceptiva, su seguridad médica y sus numerosos beneficios no anticonceptivos, en un sinnúmero de estudios, en todo el mundo.
Los anticonceptivos orales se clasifican de varias maneras. De acuerdo con su composición se clasifican en combinados (AOC) si contienen estrógenos más progestinas sintéticas; o de progestinas solas (POP). Si la dosis de estrógenos y progestinas es fija en cada tableta se denominan monofásicos; si la misma varía a lo largo del ciclo se denominan multifásicos (bi, trifásicos).
Según la dosis de etinilestradiol (EE2) hay productos de dosis alta (50 mcg), baja (30, 35 mcg) y ultrabaja (20, 15 mcg). También pueden contener progestinas de primera o segunda generación, como la noretisterona (NET) y el levo-norgestrel (L-Ng), progestinas sintetizadas más recientemente, o progestinas de tercera generación, como el desogestrel (DSG) y el gestodeno (G) (cuadro 1).
Otras progestinas sintéticas estudiadas en Europa no están todavía disponibles en nuestros mercados. En nuestros países latinoamericanos las fórmulas más usadas en la adolescencia contienen 20, 30 ó 35 mcg de etinilestradiol, combinadas con las progestinas que se enumeran. (cuadro 2)
Las controversias biológicas iniciales sobre el uso de estos métodos en la adolescencia han sido superadas por diversas evidencias clínicas que se han vertido en pronunciamientos normativos, nacionales e internacionales. Desde hace más de una década, el Committee on Adolescent Health del Colegio Americano de Ginecología y Obstetricia (ACOG) publicó el Boletín Safety of OC for Teenagers.(3) La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma, en sus Criterios de Eligibilidad Médica (1996, 2000), que ni la edad adolescente ni la nuliparidad representan contraindicaciones absolutas (categoría 4) o relativas (categoría 3) para el uso de los anticonceptivos orales.(4) A su vez, en el contexto nacional, la Norma Oficial Mexicana para los Servicios de Planificación Familiar ha reconocido, desde 1994, que estos métodos pueden ser usados por adolescentes y nulíparas.(5)
Desde el punto de vista normativo-legal es importante señalar que la prestación de servicios anticonceptivos y de salud reproductiva a los/las adolescentes está prevista en las leyes y reglamentos nacionales: Tener acceso a la información y a los servicios correspondientes no sólo está permitido sino que es una obligación del prestador y un derecho de las/los usuarios.(6)
El comportamiento reproductivo de los adolescentes en el mundo y en nuestro país indica la extrema necesidad que tienen de ser atendidos en estas áreas prioritarias de su salud. Las consecuencias de las relaciones sexuales desprotegidas a edades tempranas se hacen evidentes a lo largo de toda la vida de las/los jóvenes desde el punto de vista biológico, de desarrollo personal y social.(7-9)
Por estas razones, las/los adolescentes requieren asesoría adecuada sobre los métodos anticonceptivos seguros, eficaces y con mínimos efectos colaterales indeseados, que aumenten su aceptabilidad y continuidad en el uso. Sólo el conocimiento adecuado del impacto que estos medicamentos puedan tener en los diferentes órganos y sistemas será capaz de guiar al clínico hacia una correcta selección de las candidatas, la identificación temprana de las eventuales contraindicaciones y para brindar asesoría adecuada en el manejo de los efectos secundarios.
En esta revisión se presenta la información farmacológica, epidemiológica y clínica disponible, con particular énfasis en los efectos metabólicos de los anticonceptivos orales en la población adolescente.