La crisis en el país de los psicólogos

Terapeutas, ante el dolor ajeno y el propio

Profesionales de diversas orientaciones explican cómo impacta el momento actual en sus vidas y en la relación con sus pacientes.

Fuente: La Nación

Hace varios meses que la vida cotidiana de los argentinos se parece a una travesía a bordo de una nave que cada día amenaza con naufragar.

Y lo peor de todo es que –tal como dicen los libros de historia sobre el primer viaje de Colón– nadie garantiza a los pasajeros que esté previsto llegar a algún puerto seguro.

La agudización de la crisis impactó negativamente sobre el estado de ánimo de los argentinos. Y esto aumentó en muchos casos la demanda de atención psicológica.

A menudo no se tiene en cuenta que esa persona que escucha, contiene y propone alternativas frente a la ansiedad, la tristeza, la bronca o la desesperanza está tan expuesta a las amenazas y tensiones como el resto.

¿Cómo hacen los psicólogos para enfrentar los embates de la crisis a nivel personal? ¿Qué herramientas teóricas y prácticas, sacadas de los libros, pero también de su propia cosecha de vida, ponen en juego luego de cada día de trabajo? ¿Cómo piensan y se piensan en este momento?

Para el licenciado Modesto Alonso, psicólogo y psicoterapeuta, docente de Salud Mental y Psicología Aeronáutica (UBA) y presidente de la Asociación Argentina de Psicoterapia, la pregunta por la crisis y su modo de afrontarla no es sólo un interrogante teórico, sino también personal. Luego de cada día de trabajo, no tiene fórmulas establecidas para recuperarse de las tensiones acumuladas.

“Depende de lo que haya pasado –explica– dentro y fuera del consultorio, de las personas que haya visto, y de mis propios factores personales. Si el trabajo con el paciente logró lo que uno busca de buena relación, buena comunicación, y hubo una tarea creativa, el dolor y la necesidad muchas veces fortalecen y estimulan en lugar de dejar mal.

“A menudo no necesito relajarme. Por el contrario, quizás en una respuesta creativa que aparece en el paciente, que es positiva más allá de lo esperado, y esto sin negar la realidad, sino rescatando lo que nos ofrece, encuentro estímulos”, dice.

Y añade: “Agobia tanto daño e irracionalidad. Y no siempre hago lo mismo para defenderme de ellos. Pero sí tengo mis herramientas –expresa–. Intento preservar la capacidad de pensar en medio de la incertidumbre, bronca, compasión, temor, y en eso la vieja receta de estudiar mucho es indispensable. Un peligro importante para un terapeuta es aislarse, encerrarse. Eso es una trampa”.

Alonso explica que enfrenta la crisis, por ejemplo, “retomando la propia terapia, supervisando, ampliando el intercambio científico y la camaradería. Y, sobre todo –agrega–, teniendo proyectos o intentando llevarlos a cabo, como la docencia, la investigación, la participación solidaria, el rescate de un hobby abandonado que no necesariamente requiere dinero. Ah, y no olvidar un ingrediente indispensable y vivificante: el humor”.

Enfrentar las emociones

El licenciado Angel Goldfarb, del equipo de salud mental de un hospital y docente invitado de la UBA, explica: “A nivel personal, los psicólogos sufrimos la crisis como todo el mundo. No hay diferencia; también para nosotros hay un equilibrio previo que de alguna manera se rompió, y a partir de ese equilibrio roto se produce una situación de inestabilidad hasta que ocurre una reacomodamiento”, dice.

El psicólogo afirma que cuando comenzó la inestabilidad en el país procuró no ignorar el miedo que sintió, sino que intentó enfrentarlo sin rodeos.

“Al miedo hay que poder sentirlo en el aquí y ahora, aunque sea doloroso y asuste. Es que cuando no nos permitimos sentir las emociones, ponemos una barrera, y así es mucho más difícil sortear la situación que esas emociones nos generan. Si nos animamos a sentir el miedo, luego es posible comenzar a pensar y encontrar oportunidades: a veces, el esfuerzo por no sentir la emoción puede llevarnos a no encontrar nuevas oportunidades.”

Para Goldfarb, “el peor enemigo es la melancolía paralizante. Siempre se encuentra algo para hacer –asegura–. Puede ser una salida individual, una asociación con otras personas”.

“Tenemos años de análisis”

La licenciada Isabel E. Insúa, psicóloga (UBA), psicoterapeuta, docente de Salud Mental (UBA) y secretaria de la Asociación Argentina de Psicoterapia, coincide con sus colegas.

“La crisis nos abarca a todos, pacientes y terapeutas –afirma–. Para no perderme de vista como terapeuta en una situación tan crítica busco la reunión con colegas donde compartir y discutir estas problemáticas, porque eso permite disminuir la desesperanza y abre paso a la creatividad.

“Igual de importante es no olvidarnos de nosotros mismos como personas, y preservar ámbitos de nuestra vida individual, familiar, de amigos, de actividades creativas.”

La licenciada Miriam Mazover, directora del Centro Dos, Asociación Civil para la Asistencia y Docencia en Psicoanálisis, explica que “es importante darles un espacio de privilegio a los afectos más cercanos: pareja, hijos, familia, amigos. Más que una necesidad, esto actúa como una barrera de protección frente a tanta agresión externa que recibimos.

“Los psicoanalistas podemos trabajar a diario con el padecimiento psíquico porque tenemos un análisis personal de muchos años, a través de los cuales nosotros mismos, como pacientes, recorrimos los laberintos del propio inconsciente, recoveco por recoveco –aclara–. Y es esto lo que nos permite no hundirnos en y con el dolor ajeno, en tanto trabajamos, y con mucha intensidad, los propios.”

“No pegarse al noticiero”

Liliana Inglese, licenciada en psicología y con un posgrado en psicoanálisis, dedicó largos años a la atención clínica a nivel privado y hospitalario hasta que, en 1986, conoció las flores de Bach.

¿Con qué herramientas personales enfrenta la terapeuta floral la situación? “Hay distintas opciones, y adopto y recomiendo alguna de ellas: realizar una actividad regular de descarga (baile, gimnasia, deporte), de expresión (canto, pintura, escritura); dedicarse a un hobby o descubrirlo, pero sin aislarse; estar atento, pero no pegados a los noticieros; practicar una actividad de servicio en la que podamos dedicarnos a otro, y buenas lecturas.”

Inglese cree posible enfrentar la crisis con tareas tan simples y a menudo olvidadas como ponerse al día “ordenando ropa, cajones y placards, cartas, libros, buscar recetas económicas para la cocina y también separar aquello que no utilizamos para hacer donaciones –afirma–. La idea es discernir entre lo esencial y lo superfluo, aprender a arreglarnos con mucho menos, y también a vivir sin lo que creemos que necesitamos.

“Es importante no engancharse con la queja. La queja sustituye a la acción.”

El licenciado Fabián Jalife, psicólogo especialista en cambio organizacional y director de BMC Consultores, recuerda una anécdota: un matrimonio de terapeutas le pasó una receta eficaz a la hora de lidiar con la fantasía de tomarse un avión y dejar el país: “Resolvieron no hablar más de la opción de irse del país mientras cada uno no tuvieran una convicción firme puesta en esa dirección o su descarte –dice Jalife–. Es que sentían que el tema se había instalado entre ellos más como un regodeo masoquista que como una afirmación potencial”.

¿Recursos para el alivio? “Terminar con las culpas, por ejemplo, como seguir preguntándose por qué no se reaccionó a tiempo y se sacó el ahorro de los bancos, o lamentarse por no haber comprado dólares... En nuestro trabajo con empleados bancarios un joven nos dijo que le hacía bien saber que las crisis empiezan y terminan. Es esto lo que no tenemos que perder de vista.”