En el año 1977, casi todos los países del mundo adoptaron como lema "Salud para todos en el año 2.000", definiendo así una política de salud que comprendía en el sentido más completo de la expresión, el momento que se juzgaba atravesaba la salud. Esta posición se elaboró dentro del marco que daba la Asamblea de la Organización Mundial de la Salud.
Es decir que la principal meta asistencial y social de los Gobiernos y de la OMS en los próximos decenios debía consistir en alcanzar para todos los ciudadanos del mundo en el año 2000, un grado de salud que les permitiera llevar una vida social y económicamente productiva.
En el año 1978, y respondiendo a una invitación formulada por el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, se celebró en Alma-Ata, capital de la República Soviética de Kazakstán, la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud. La misma se desarrolló entre el 6 y el 12 de septiembre de 1978, y permitió cumplimentar de tal modo, distintas Resoluciones de la Organización Mundial de la Salud que se remontaban a mayo de 1975 y de 1976, donde se indicaban la necesidad de intercambiar ideas y experiencias acerca del desarrollo de la atención primaria de salud, cuyo objetivo trataba de la necesidad de organizar y fomentar una asistencia sanitaria, completa y eficaz para toda la población.
En 1988, durante una reunión celebrada por la OMS en Riga, URSS, punto medio entre Alma-Ata y el año 2000, se reafirmaron los puntos establecidos en la histórica Declaración.
En Agosto de 1987, se desarrolló en Buenos Aires el Simposio Regional "Atención Primaria en Psiquiatría", organizado por la Asociación Mundial de Psiquiatría, destacando algunos participantes, seguramente por vez primera, qué habría de hacerse en Salud Mental acerca de la Atención Primaria. Hasta ese momento, la orientación de la cuestión se dirigía hacia la medicina general. El tiempo demostró posteriormente, que tal tendencia se mantuvo.
Constituyendo por definición una estrategia, se determinó que la atención primaria proponía principios en vez de actividades; áreas de acción en vez de tareas específicas y caminos de decisión acerca de prioridades en lugar de determinar prioridades.
Serían los países los que decidirían acerca de las prioridades, los objetivos, los métodos y los enfoques para lograrlos; definirían de tal modo sus planes y programas de salud.
La Atención Primaria de la Salud se define como la asistencia sanitaria esencial, basada en métodos y tecnologías prácticas, científicamente fundados y socialmente aceptados, puestos al alcance de todos los individuos y familias de la comunidad, mediante su plena participación, y a un costo que ambos, país y comunidad, puedan soportar en cada etapa de su desarrollo con un espíritu de autosuficiencia y autodeterminación.
Durante el Simposio, Sartorius precisó los cinco rasgos que a su criterio interpretaban mejor la definición de APS. El primero es que debe ocuparse de asuntos esenciales, esto es de enfermedades significativas por su frecuencia, que por tal circunstancia resultaban preocupantes a la población por el gran impacto negativo socio - económico que producían. No se escogerá por su interés tradicional o académico (como se hacía y hace habitualmente).
El segundo rasgo que señala para la APS, es que deberá emplear métodos científicamente probados, es decir, que hayan sido examinados por lo mejor de la ciencia y demostrado ser eficaces y efectivos, es decir que resultan útiles y beneficiosos y que están al alcance de todos los habitantes que puedan necesitarlos y beneficiarse con ellos.
Habida cuenta de que la prueba de eficacia se tendrá a través de la investigación científica, se deberá prever en el sistema de atención de la salud un mecanismo que permanentemente verifique los resultados de estos métodos, a fin de evaluarlos y compararlos con otros más modernos para utilizar el mejor de todos.
El tercero posiblemente es aún más difícil de lograr: dice que la atención debe ser accesible a todos. Este concepto establece dos supuestos: que hay una igualdad y equidad en la oferta de atención, y que participa toda la población. Es más fácil aceptar que a todos se les debe prestar atención que exigir que para que todos reciban atención, algunos sectores y algunas personas deberían disminuir sus privilegios.
El rasgo siguiente destaca que la APS debe ser un bien obtenido a través de una participación activa de individuos y sus familias y no una medida ofrecida o impuesta. La historia de la medicina tiene pocos antecedentes similares a este requisito que requiere una redistribución de deberes y derechos, de la autoridad y responsabilidades. Es probable, se afirmaba, que muchos planificadores y profesionales de la salud no estén dispuestos a aceptar tal redistribución.
El último rasgo considerado es el vinculado con el costo de la atención, hecho que deberá ser definido por la misma sociedad de acuerdo a la escala de valores que aplique, y a las prioridades que entienda deben contemplarse. Quizás todo no podrá atenderse, pero la participación de la comunidad que establece la Declaración así como el compromiso, la responsabilidad y la valoración de la propia realidad que se asume, justifica ampliamente los riesgos.
La definición de APS menciona solamente la autosuficiencia y la autodeterminación con un valor mayor que el de la salud; no se menciona ninguna otra meta más alta que la salud en la escala de valores de la sociedad. Cuando el concepto de salud se eleva en la escala de valores, esto directamente influye en la cantidad de recursos que se reservarán para ella. Por lo tanto, los recursos adjudicados a salud aumentarán a expensas de otras áreas que en la escala de valores de la sociedad hayan disminuido.
Aunque con frecuencia se utiliza en otro sentido, por ejemplo, para describir actividades y gastos que de otro modo no serían aceptables o prioritarias, la APS no es más que una estrategia, un encuadre moral para actividades en campo de salud.
Lemus, en fecha más reciente, destaca las 4 perspectivas en que coinciden muchos autores respecto la atención primaria.
Estas cuatro perspectivas son iguales, en el sentido de que deben ser incluidas y consideradas al mismo tiempo, es decir que no se puede hablar de ellas por separado.
La primera es que la APS constituye una política que comprende con equidad, justicia, accesibilidad y satisfacción el derecho a un sistema sanitario por todos los ciudadanos de un país.
La segunda es que se trata de una estrategia, lo que implica que los servicios sanitarios se organizan para toda la población.
Este aspecto para países como la Argentina, constituyó siempre una dificultad, habida cuenta que aún en el subsistema de la Seguridad Social (Obras Sociales), un simple análisis de la cartilla de prestadores y de los porcentajes de descuento en el coste de los medicamentos, por citar un par de ejemplos, permite advertir que hay distinta calidad en la cobertura, lo que hace pensar en una atención diferenciada y con privilegios, pues la organización y los beneficios son distintos.
La tercera perspectiva es que el aspecto médico es solo una parte del conjunto de actividades que señala la Declaración de ALMA-ATA, pues en esta se recomienda cuando menos, actividades de enseñanza relativa a los problemas de salud y el modo para identificarlos, prevenirlos y combatirlos; la promoción del suministro de alimentos y de la salud mental; la asistencia materno-infantil, las inmunizaciones, etc.
Finalmente concluye que la APS es un nivel asistencial que se constituye en el primer elemento de un proceso permanente de asistencia sanitaria, así como en el primer nivel de contacto de los individuos, la familia y la comunidad con el sistema nacional de salud. Esto no significa que en este nivel se acabe la tarea asistencial: implica su coordinación con una red prestacional que permita la referencia y contra referencia con otros niveles de mayor complejidad.