En un editorial se evalúan las consecuencias alejadas de la meningitis bacteriana en la edad pediátrica. Una revisión sistemática de 36 estudios de países en vías de desarrollo estima que se producen anualmente 126.000 de casos de meningitis neonatal con más de 50.000 muertos.
En estos mismos países anualmente se producirían 400.000 casos de meningitis por Hemophilus Influenzae B: 80% de estos casos se producen en niños, casi 30% de ellos mueren y otro 30% tienen secuelas severas.
Luego de la introducción de la vacuna contra hemophilus B, en Estados Unidos se produjo un 73% de disminución de la incidencia de meningitis por este germen.
En un estudio de 1600 pacientes con meningitis bacteriana obtenidos de 19 estudios de Europa y EE.UU, se encontró que el 4.5% de ellos habían fallecido. En cuanto a secuelas severas tales como disminución de la capacidad intelectual, espasticidad, paresia, convulsiones y sordera, por lo menos una de ellas se presentó en el 16.4% de los sobrevivientes. Es importante destacar que estas evaluaciones se efectuaron sobre un seguimiento menor de 2 años. Por lo tanto, los efectos de aparición mas tardía pueden haber sido subestimados, ya que muchos problemas se evidencian en el momento de la entrada a la escuela de estos niños.
No existen muchos informes de las complicaciones a largo plazo de la meningitis bacteriana. Un estudio australiano prospectivo, donde 130 niños de edad escolar fueron evaluados 7 y 12 años luego de haber padecido meningitis encontró que sólo el 53% de aquellos que habían presentado complicaciones neurológicas agudas fueron evaluados como normales. 38% de los pacientes afectados tenían alteraciones importantes que les dificultaban sus actividades en la escuela. Sólo el 11% de los controles tenía problemas menores.
Pese a los avances producidos en el tratamiento antibiótico, la morbilidad de la meningitis no ha mejorado, y se discute el rol que tendría la administración de rutina de corticoides.
Las estrategias desarrolladas para reducir la meningitis neonatal van desde un buen cuidado prenatal y técnicas asépticas durante el parto hasta la promoción de la alimentación especifica y la higiene hogareña. Para los niños sólo la vacunación es la mejor posibilidad de prevención. Como esta patología tiene una mayor incidencia en los lactantes pequeños son necesarias las vacunas conjugadas: en primer lugar a hemophilus influenzae B y eventualmente para neumo y meningococo. El costo es el obstáculo mas importante. Debemos tener en cuenta que si bien la inmunización contra hemophilus B lleva a un 90% de reducción en la incidencia de enfermedad invasiva, sólo se ha producido un 6% de disminución globalmente en los casos de meningitis por este germen.
En los países desarrollados en los cuales la vacunación no parece ser un problema, también existen muchos sobrevivientes de meningitis la mayoría de los cuales son considerados como normales. Sin embargo, presentan un riesgo apreciable de padecer problemas de aprendizaje y conducta. El conocimiento de esta posibilidad ayudaría a tomar intervenciones educativas simples que podrían compensar estos déficits mejorando su situación global.