Discusión

La ansiedad de los psiquiatras

Una reflexión acerca de la angustia y la ansiedad.

Autor/a: Guillermo Vidal*

Los psiquiatras estamos ansiosos por saber algo más de la ansiedad. Abundan artículos, suplementos y libros dedicados especialmente al tema, en la que se la ve mezclada con todos los síntomas de la psicopatología en una suerte de fementida comorbilidad. De súbito, la ansiedad aparece diseminada por todas partes. Y florecen los congresos, clubes y talleres tratando de combatirla.

El viejo observador, encaramado en su incómodo mangrullo, se pregunta entonces: ¿quién no se siente ansioso de que se cumplan sus deseos? ¿Y a quién no le angustian las situaciones conflictivas de su vida? En otra oportunidad nos hemos ocupado de separar la ansiedad (la vulgar inquietud expectante) de la angustia (alteración dolorosa de la conciencia frente a un conflicto existencial. [Ver Acta psiquiátrica y psicológica de América latina vol. 44, nº 1]). Ahora se trata de meditar sobre la resistencia que oponemos los psiquiatras, en nuestra práctica clínica, a reconocer que la angustia y la tristeza constituyen manifestaciones que surgen, inextricablemente unidas, y en grado variable según los individuos, cada vez que éstos topan con obstáculos, más o menos serios, en el cotidiano fluir de su existencia. Excusado es decir que de aquí parten, en el peor de los casos, todas las verdaderas alteraciones mentales.

En un intento de desbrozar el campo, convendría detenerse por ahora en tres puntos: 1) Resulta ya evidente que la distinción que tanto la CIE-10 como el DSM-IV hacen entre angustia y depresión no se compadece con la realidad clínica.

La comorbilidad de los trastornos del humor (F30-F39) con los trastornos de ansiedad, fóbicos y obsesivo-compulsivos (F40-F49) de la CIE-10 parece ser la regla. Y lo mismo sucede cuando se cotejan los trastornos del ánimo con los de la angustia según el DSM-IV. Unos y otros van juntos habitualmente, en proporciones variables . El ser humano reacciona de inmediato con angustia (ansiedad) y tristeza (depresión) al experimentarse amenazado en su identidad. 2) La escala de inventarios, auto y heteroadministrados, reflejan, hoy por hoy, con bastante precariedad estos estados alterados de la conciencia. La pretensión científica de medir y pesar lo invisible -las vivencias- deja mucho que desear y se presta a mil interpretaciones. Sobre todo cuando la investigaciones epidemiológicas se llevan a cabo en grandes poblaciones generales, pasando por alto lo singular de cada persona. Y 3)

Los trepidantes avances de las neurociencias -de la imagenología cerebral sobre todo- seducen y fomentan nuestras ansias científico-naturales, de tal modo que prestamos creciente atención a los genes, moléculas y circuitos neuronales, en desmedro de todo ese mundo misterioso en el que con-vivimos los hombres necesariamente.  Por ese camino corremos el riesgo de transformar la psiquiatría en una disciplina veterinaria. Y es que los afanes de poder, como las ilusiones, son inmarcesibles. Empujados por ellos y trucando causa por efecto, pronto descubriremos la fuente encefálica de donde manan nuestras ansiedades y la correspondiente bala misilística con que la cegaremos oportunamente.

* Fundador  de Acta psiquiátrica y psicológica de América latina y de Fundación Acta.