Las metástasis óseas del carcinoma son un problema médico y social. Alrededor de la mitad de los cánceres primarios tienden a diseminarse por el esqueleto, lo cual lo coloca en el tercer lugar de diseminación más frecuente luego del pulmón y el hígado. Los tumores con más predilección en tal sentido comprenden a los de origen prostático (32%), mamario (22%) y renal (16%), seguidos por los de pulmón y tiroides. Las localizaciones por orden de frecuencia corresponden al raquis, la pelvis, las costillas, el cráneo y los extremos proximales de los huesos largos.
El tratamiento de estas metástasis óseas es generalmente de orden paliativo e intenta obtener un adecuado control del dolor, prevenir y resolver la compresión medular en las lesiones vertebrales y anticipar o estabilizar las fracturas patológicas en el esqueleto apendicular. En casos seleccionados, la resección completa de una metástasis única puede mejorar la supervivencia del paciente. El pronóstico de tales pacientes es extremadamente variable, dependiendo de la ubicación del tumor primario. En las últimas décadas, la expectativa de vida a mejorado considerablemente en virtud de los avances registrados en la quimioterapia, la inmunoterapia, el tratamiento hormonal y la radioterapia. Sin embargo, tales progresos han incrementado el riesgo de desarrollar metástasis óseas y consecuentemente, de sufrir fracturas patológicas. Por otra parte, los procedimientos reconstructivos requieren un mayor realismo a los efectos de evitar el fracaso mecánico durante la larga supervivencia del paciente. Al presente, el tratamiento de las metástasis ósea no está sujeto a ninguna codificación protocolizada. El paciente puede ser tratado por diferentes especialistas (ortopedista, oncólogo, radioterapista) sin una guía racional respecto a las indicaciones del tratamiento quirúrgico. Los autores han introducido recientemente un nuevo protocolo terapéutico que delinea las indicaciones quirúrgicas, el tipo de intervención a considerar y los métodos adecuados de reconstrucción. De este modo se intenta ofrecer un adecuado tratamiento individual para el paciente, evitando tanto el exceso como el defecto terapéuticos, obtener el control del dolor y un manejo efectivo de la prevención y resolución de las fracturas patológicas, de modo que la mayor supervivencia se correlacione con una mejor calidad de vida.