Nota Editorial

Diabetes, genética e inmunidad

Cuando en el siglo I de nuestra era el médico hipocrático Aretaios de Kapadocia definía a la diabetes como «una enfermedad misteriosa», se refería, muy probablemente, a la Diabetes Mellitus de Tipo 1 o insulinodependiente, un cuadro agudo o subagudo que, hasta el descubrimiento y posterior uso de la insulina en 1922, determinaba la muerte de los afectados poco después de su diagnóstico

Autor/a: Manuel Luis Martí

Fuente: MEDICINA (Buenos Aires) 2001;373-375

Indice
1. Introducción
2. Desarrollo
3. Bibliografía

Con el conocimiento de la enfermedad, la diabetes de Tipo 1, también llamada infanto-juvenil, ácido-cetósica, magra o insulinodependiente, y la diabetes de Tipo 2, no insulinodependiente, cetorresistente, grasa o del adulto, fueron consideradas como formas clínicas de una sola enfermedad. En forma gradual, sin embargo, las diferencias entre ambas entidades permitieron sospechar una etiopatogenia diferente para cada una de ellas, con un común denominador: la hiperglucemia, por ausencia absoluta, en un caso, o relativa en el otro, de la actividad insulínica.

Pero fue con el descubrimiento del sistema de histocompatibilidad mayor, HLA, que se pudo tener el primer indicio de que la diabetes insulinodependiente podría tener una característica genética propia, basada en el sistema ubicado con el brazo corto del cromosoma 6. En efecto, Nerup y col.1, en Dinamarca, demostraron que la presencia de ciertos antígenos conferían a las personas portadoras un riesgo mayor de padecer la enfermedad. Como se estudiaron solamente dos loci, el A y el B, se determinó que los alelos B8 y B15 aumentaban el riesgo relativo de la Diabetes Tipo 1. Se vio después que la especificidad de este hallazgo no era absoluta, ya que estos antígenos correspondían también en forma general a la autoinmunidad endocrina. En estudios posteriores, con la investigación de los cuatro loci del Sistema (A, B, C y D), se pudo comprobar que la mayor especificidad correspondía al locus D, en especial los alelos DR3 y DR4, pero que el marcador con mayor potencia correspondía al DQB1. Cuando fue secuenciado, se comprobó que los diabéticos de Tipo 1 presentaban ausencia de ácido aspártico en el sitio 57 (Asp 57-), lo que constituye en la actualidad el marcador genético con mayor especificidad de la enfermedad2.

Sin embargo, se observó que cuando se estudiaban gemelos univitelinos, en los diabéticos de tipo 2 existía una concordancia de enfermedad superior al 70 por ciento, en tanto que en los diabéticos de Tipo 1, esta concordancia era menor al 50 por ciento. De este hallazgo se dedujo que el factor genético no era el único involucrado en el origen de la diabetes Tipo 1 y que era presumible entonces que hubiera factores ambientales que podrían interactuar con la constitución genética para favorecer el desarrollo de la enfermedad.