En la figura de Theodor Billroth (1829-1894) se unen todas las características docentes, clínicas, investigadoras y técnicas del cirujano de la época con una calidad excepcional que ha convertido al médico austriaco en el modelo de la nueva cirugía científica. Introdujo los métodos histológicos, bacteriológicos, experimentales y estadísticos en su actividad, cumpliéndose con él de la forma más brillante el proceso de conversión de la cirugía en ciencia. Inauguró la cirugía abdominal, aunque su actividad abarcó todos los campos.
Nacido en Rügen, hijo de un pastor protestante, abandonó su vocación musical por motivos económicos y optó por la medicina. Su formación basada en la histología y la fisiología experimental se desarrolló junto a Rudolph Wagner en Gotingen y Johannes Müller en Berlín. La patología experimental la aprendió junto a Romberg y Traube y de su maestro en cirugía Langenbeck, del que fue asistente en Berlín desde 1853. Tras su habilitación docente con Rudolph Virchow, fue propuesto en 1856 para la cátedra de anatomía patológica de la facultad de medicina de Berlín.
En Zurich enseñó entre 1860 y 1867 convirtiéndose en un clínico de gran altura. De esos años procede su magnífico manual de patología quirúrgica general (Berlín, 1863) que tuvo una enorme difusión con numerosas reediciones y traducciones en toda Europa. Abordó importantes problemas tradicionales de la cirugía como la cicatrización y el tratamiento de las heridas, la inflamación y la hemorragia, tanto desde la perspectiva clínica como la anatomopatológica, pero destaca su contribución a la comprensión del síndrome febril de las heridas. Su orientación bacteriológica la adoptó en esta época, antes de ocupar en 1867 la cátedra en la Clínica Quirúrgica II de la Universidad de Viena, donde permanecería hasta su muerte.
Prueba de su extraordinaria preparación técnica y habilidad como cirujano son las seis ovariotomías que practicó antes de adoptar la antisepsia, que no utilizó de forma sistemática hasta 1875. En la clínica vienesa había reunido a sus discípulos Czerny, Gussenbauer y Winiwarter y organizó el trabajo con el principal objetivo de familiarizar a los cirujanos con todos los problemas de la cirugía científica, superando el mero adiestramiento técnico. La enseñanza de Billroth abarcó la cirugía de casi todos los territorios del cuerpo humano y consiguió crear una escuela duradera que se difundió por toda Europa convirtiéndose en el principal motor de la cirugía científica en el último tercio del siglo XIX.
La cirugía gástrica es un ámbito en el que todas las cualidades de T. Billroth se plasmaron plenamente para lograr éxitos indiscutibles. Él y sus discípulos iniciaron muchos de los métodos actuales. Desde mediado el siglo y hasta la década de 1880, algunos cirujanos habían practicado ocasionalmente intervenciones sobre el estómago que fracasaron casi sin excepción resultando en la muerte del enfermo. En 1881 Billroth practicaba la gastrectomía en un paciente con excelente resultado. Con el habitual objetivo de elaborar operaciones regladas aptas para el aprendizaje, en la clínica de Billroth venían desarrollándose estudios anatomopatológicos y experimentales, entre otros, también para aclarar la fisiopatología y la anatomía patológica tanto de las lesiones gástricas como de la nueva situación creada por métodos quirúrgicos experimentales, en el cadáver y en los animales.
Detalle de un cuadro de Adelbert Seligmann, de 1890, que muestra a Billroth operando en el Allgemeines Krankenhaus, de Viena. (Österreichisches Galerie, Belvedere, Viena). Puede apreciarse el uso de anestesia así como el uso de batas limpias entre los que operan. El escenario quirúrgico pronto cambiaría radicalmente.
Esta fue la base científica de Billroth para crear y llevar a la práctica con éxito en 1881 el procedimiento quirúrgico adecuado, eficaz y perfectamente reglado, susceptible por ello de difundirse inmediatamente: la gastrectomía parcial o subtotal con anastomosis gastroduodenal que hoy conocemos como «operación de Billroth I». En 1885 creaba la modificación, con anastomosis gastroyeyunal, que denominamos «operación de Billroth II».
Las mismas bases le habían permitido operar el esófago en 1871 y practicar la laringectomía en 1873, con éxito. A la cautela y no al riesgo debemos sus hazañas quirúrgicas, pues no las ejecutó sin una minuciosa previsión de todos los detalles científicos y técnicos: «Se debe operar solamente si se tiene alguna probabilidad de éxito; operar sin esta esperanza significa prostituir este magnífico arte y ciencia de la cirugía y hacerlo sospechoso ante los profanos y los colegas. Pero ¿cómo pueden medirse las probabilidades de éxito? Con un estudio incansable de nuestra ciencia, con la crítica severa de nuestras observaciones y las ajenas, con la investigación más exacta en cada caso particular, y la evaluación crítica de nuestros experimentos.»
Por encima de los éxitos valoró la tarea de elaborar métodos sólidos para operaciones típicas, con el fin de que la cirugía no fuese eficaz solamente en las manos de unos pocos elegidos. «Lo que me ha causado más alegría en mi vida es el haber fundado una escuela que prosigue mis afanes, tanto en el sentido científico como en el humanitario». Cumplió esta aspiración de manera excepcional y discípulos tan conocidos como Anton Wölfler, Anton von Eiselsberg, J. Mikulicz o M. Riedel, entre otros, se sumaron a los ya mencionados en la labor de impulsar de la cirugía moderna en toda Europa.