Hay numerosos trabajos cuantitativos dentro del campo de la victimología clínica que tienen por objetivo evaluar los daños psicológicos de las víctimas a partir de la experiencia traumática según los criterios del DSM-IV para el trastorno por estrés postraumático (PTSD). Otros, menos frondosos, conciernen a la prevalencia del trastorno en la población general.
Los criterios del DSM-IV para diagnosticar PTSD (Post Traumatic Stress Disorder) son: A. haberse confrontado a un acontecimiento traumático que haya amenazado su integridad física o la de otra persona, y haber reaccionado con miedo intenso, sentimiento de impotencia u horror; los síntomas se manifiestan en: reviviscencia del acontecimiento traumático (B); evitación persistente de los estímulos asociados al traumatismo que puedan reactivar los sentimientos conexos(C); y activación neurovegetativa (D). El diagnóstico requiere que estas perturbaciones se manifiesten durante, por lo menos, un mes. Si los síntomas duran menos de tres meses se habla de PTSD agudo, y de PTSD crónico si duran tres meses o más. Cuando hay un intervalo de 6 o más meses entre el acontecimiento traumático y la aparición de los síntomas, se habla de PTSD diferido.