Cambios en el nuevo milenio

La fascinación científico-técnica y el arte de curar

La sofisticación creciente de los medios de diagnóstico, los portentosos adelantos de la psicofarmacología y la lectura del código genético deben impulsarnos a una profunda reflexión sobre el presente y el futuro de la psiquiatría y la psicología clínica.

Autor/a: Fundación ACTA

Los avances científicos introducen cambios en el diagnóstico, el tratamiento y el manejo de los enfermos psíquicos. Esos cambios tienen el doble rostro del dios Jano. Por un lado ofrecen la posibilidad de actuar exitosamente sobre dolencias y patologías que hasta  hace pocos años eran no sólo inaccesibles al abordaje farmacológico sino también al conocimiento cabal de su etiopatogenia y en ciertos casos al diagnóstico precoz. Por el otro, incitan a escotomizar aquéllos procedimientos que validan el arte de curar que fue y sigue siendo el alma de la medicina y la psiquiatría. Este arte de curar precedió al conocimiento científico de las enfermedades y pudo desarrollarse sobre la base de la experiencia empírica que permitió encontrar primero el modo y luego las tácticas y estrategias para comprender y guiar al hombre que sufre el menoscabo de su salud y de su personalidad.

Si la medicina y la psiquiatría soslayan el arte de saber explorar la mente y el cuerpo mediante la observación clínica y el diálogo terapéutico corren el riesgo de asimilarse a la veterinaria. El enfermo debe ser considerado siempre como una persona, y se es tal por el desarrollo conjunto y armónico del cuerpo y la mente que componnen una unidad biopsicosocial al introyectar la cultura y la práctica de las relaciones sociales pretéritas y actuales de la sociedad. Deshumaniza al paciente quien emplea la ciencia y la técnica sin comprender y sentir como él. sus temores, sufrimientos e indefensión ante el dilema de la vida y la muerte.

El cultivo sagaz y sabio de la relación médico-paciente es el mejor fármaco que puede ofrecerse de inicio a quienes sufren por conflictos o enfermedades. La observación, si bien es el primer acto de ese vínculo peculiar, no tiene fin inmediato, y se debe ejercitar durante tosdo el proceso de la cura. Es precisamente ese acto de observar el primero que se difuma o pierde al sobrevalorar la aparatología diagnóstica.

Los marcadores biológicos de la esquizofrenia no pueden suplir a la observación metódica del paciente. No todos los esquizofrénicos presentan los mismos síntomas ni sufren su mal del mismo modo. Ni el más sofisticado programa computado de indagación diagnóstica logra superar a un interrogatorio que deje de ser tal para convertirse en un fluido diálogo con el paciente, complementado con la encuesta familiar y social. Lo que el psiquiatra y el psicólogo recogen con la mirada y la escucha es un material que no puede procesarse con ningún artefacto técnico. Hay sutiles matices diferenciales en la expresión verbal y gestual de los síntomas que sólo puede captarse e interpretarse con el entrenamiento vivencial dirigido por un maestro que quiera y sepa enseñar ese arte de descubrir indicios que otorguen validez psicopatológica al registro semiológico. Es mediante la aquilatación certera y ecuánime del cuadro clínico que exhibe el paciente que se debe formular el diagnóstico y el pronóstico. Y sin estas premisas no debe iniciarse ningún tratamiento. Varias décadas atrás, señalar esto hubiera sido una atolondrada invitación a lo obvio. En este milenio de asombrosos progresos científico-técnicos se convierte en un esperanzado reclamo de retorno al grueso buen sentido. Convieene sin embargo no olvidar que en los albores de la cientificidad de la medicina un venerable maestro francés lanzó a sus colegas una profética advertencia: "Por favor, señores, un poco menos de ciencia y un poco más de arte". Era un toque de atención a quienes llamaba "flemáticos pesquisadores de síntomas".

Nuestro mensaje va dirigido a quienes se fascinan por la aparatologia diagnóstica y los fármacos incisivos, en desmedro de la observación y el coloquio terapéutico. Recordemos que quien se fascina, según el diccionario de la lengua, se engaña, se alucina, se ofusca; recordemos también que el coloquio terapéutico es aquel que tiende a generar significaciones de salud. La fármacoterapia sin psicoterapia desconoce la persona del paciente. Esta es una verdad incuestionable, porque siempre es dable encontrar la técnica pertinente.