La percepción de la música sigue siendo uno de los aspectos más misteriosos del conocimiento humano, a pesar del importante papel que tiene en todas las culturas.
Las reglas musicales, mediante las que asimilamos los acordes musicales que componen cada tema, varían de una cultura a otra, y por el momento no se sabe hasta qué punto estas reglas las aprende el individuo por su exposición a la música o son intrínsecas a la persona por motivos hereditarios. No obstante, dado que hay gente a la que no le gustan determinadas piezas musicales, estas reglas estarían contenidas en el cerebro del individuo de una forma u otra.
Esta explicación es la hipótesis que ha utilizado un equipo coordinado por Burkhard Maess, del Instituto Max Planck de Neurociencias Cognitivas, en Leipzig, Alemania. Los científicos han descubierto que las reglas musicales pueden representarse en la misma parte del cerebro en la que se representan las reglas sintácticas del habla.
El equipo de Maess ha utilizado la magnetoencefalografía (MEG) para medir los campos magnéticos que se producen por la actividad eléctrica del cerebro mientras éste se expone a breves secuencias musicales o acordes de canciones. Algunas de las secuencias elegidas seguían las reglas de la música clásica occidental, mientras que otras contenían un fragmento hacia el final que era musicalmente extraño en el contexto, violando las reglas musicales.
Los autores consideran que la respuesta del cerebro a las secuencias extrañas difiere de las respuestas a las secuencias musicales coherentes. La diferencia en la respuesta se localizaba en una región del cerebro conocida como área de Broca, que está implicada en el análisis de la sintaxis lingüística y que según los resultados también analizaría la sintaxis musical.
Para los investigadores, el entrenamiento musical mejora las habilidades verbales, por lo que sugieren que puede deberse a que los mismos mecanismos cerebrales se refinan por el entrenamiento.