Los trastornos de la ansiedad constituyen la enfermedad psiquiátrica más frecuente entre los niños: un 3% de los menores de 9 a 17 años de una comunidad determinada los padecen. Sin embargo, muchos de ellos no reciben tratamiento, a pesar, incluso, de que este tipo de trastorno interfiere en la vida social, familiar y escolar de los menores y les causa un sufrimiento muy elevado. Y a pesar, también, de que la terapia reduce el riesgo de problemas de salud mental en la edad adulta.
El trabajo se llevó a cabo con un total de 128 niños y niñas de entre 6 y 17 años que padecían fobia social, ansiedad por separación o generalizada y que habían seguido tratamiento psicológico durante tres semanas sin mostrar ninguna mejoría.
Los autores dividieron a los participantes en dos grupos. Así, mientras que uno de ellos recibió, durante ocho semanas, un máximo de 300 miligramos diarios de fluvoxamina (un inhibidor selectivo de la recaptación de la serotonina), el otro consumió un placebo. Los resultados muestran que aquéllos que ingirieron el fármaco mostraron, como media, una reducción de entre seis y nueve puntos en la escala que mide los síntomas de la enfermedad (Escala de Ansiedad Pediátrica) en comparación con la disminución de entre tres y cuatro puntos que experimentó el grupo control.
Los datos revelan, asimismo, que un 76% de los menores tratados con fluvoxamina tuvo una respuesta al tratamiento frente al 29% de los que consumieron el placebo. No obstante, también se constata que mientras un 8% del grupo del fármaco tuvo que suspender el tratamiento debido a los efectos secundarios, este problema sólo afectó al 2% del grupo control.
Joseph T. Coyle, de la Facultad de Medicina de Harvard, en Belmont, apunta en un editorial que acompaña al trabajo que, aunque el estudio demuestra claramente los beneficios de este tratamiento en los menores, aún quedan dudas por resolver, como si debe prescribirse solo o en combinación con la terapia cognitiva del comportamiento, o cuánto tiempo debe darse el producto dada la naturaleza crónica de estas patologías.
Y lo más importante, si esta terapia puede alterar el curso de la enfermedad y reducir el riesgo de que aparezcan otros trastornos, como depresión o abuso de drogas.