¿Cuándo y cómo surgió la posibilidad de integrar el servicio de cirugía cardiovascular y trasplante en el Hospital Elizalde?
Merced a una inquietud que existía en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se creó a fines del año 1999 una Unidad de Cirugía Cardiaca y Transplante Cardiopulmonar Infantil en el Hospital Pedro de Elizalde. El hospital tenía una necesidad subyacente, ya que contaba con un servicio de cardiología clínica donde se atienden más de 25.000 pacientes por año. Este servicio, cuyo jefe es el Dr. Kreuzer, es pionero en cardiología en el país; aquí se hace hemodinamia y cateterismo intervencionista con tratamiento por vía endovascular. O sea que tenían un servicio de gran complejidad cardiológica que generaba una demanda de pacientes para cirugía cardiovascular que se derivaban a otros centros. El problema consistía en que los distintos hospitales de la ciudad trabajan a full, con turnos tomados por meses. Entonces, indudablemente, se admitió que había una necesidad insatisfecha.
¿Qué antecedentes tenía el grupo médico que se hizo cargo del servicio?
Nuestro grupo es el que desarrolló de manera pionera el trasplante cardiaco y el trasplante cardiopulmonar en niños en el país: trasplantamos el primer corazón a un chico en el año 1990 en el Hospital Italiano. En 1992 hicimos el primer trasplante en block cardiopulmonar. En 1994, el primer trasplante en dominó (que consiste en trasplantar a un paciente el block de corazón y pulmones y utilizar el corazón de ese paciente, que es viable, para otro paciente). Esos dos pacientes están hoy vivos y haciendo una vida normal.
¿Qué lo motivó a abandonar el ámbito privado?
Tenía conciencia de que, si bien en el ámbito privado se habían podido hacer estas operaciones, la necesidad no estaba satisfecha en al campo de la medicina pública. La especialidad de trasplantología es cara y muchas veces, cuando el paciente viene de un medio carenciado, no tiene la cobertura adecuada. Es más: de los 40 chicos que hemos trasplantado, solo poco más de la mitad presentaba los parámetros de tipo socio-económico-cultural recomendados por las asistentes sociales. Sus padres no tenían trabajo, o estaban subocupados. Y solo los incluimos en lista de espera cuando demostraban que, a pesar de esas condiciones, ofrecían la continencia familiar necesaria. Lo cierto es que si en la Argentina uno pretendiera trasplantar solo con los términos de riesgo social que se manejan en los países desarrollados, no trasplantaríamos a nadie. Lo que ocurre es que después de la intervención, para que ese paciente tenga una buena evolución hacia el futuro debe ser celosamente seguido. Para ello tiene que tener padres que lo puedan traer al hospital, que garanticen la toma de la medicación y que lo contengan afectivamente.
El problema es que no se puede desconocer que el riesgo social incide sobre la morbimortalidad de los pacientes. Indudablemente los parámetros socioculturales deprimidos son causa de morbimortalidad y factores de riesgo incrementado.
¿Qué es lo que el hospital público les ofrece a estas familias con riesgo incrementado?
El hospital público provee para este tipo de pacientes una red de seguridad que es muy difícil de dar en el marco de la medicina privada donde, por razones obvias y comprensibles, la administración exige que el paciente tenga cobertura.
¿Cuál es el grado de complejidad en cirugía cardiaca que atiende el Elizalde y cuáles son sus limitaciones?
En nuestro hospital el leit motiv de nuestros días es la cirugía cardiaca convencional. En este momento estamos operando toda la complejidad; recientemente hemos dado de alta a una bebita de un kilo seiscientos con un tumor cardiaco (ver recuadro) lo que ha sido posible porque, pese a que este servicio es bastante reciente, ha tenido un desarrollo importante. La dificultad pasa porque la demanda es mucha. El Elizalde es el portal hacia la zona sur del conurbano, la más populosa y a la vez más carenciada, y tiene la tradición de atender sin turno. Por eso el médico del conurbano deriva a su paciente aquí: sabe que lo vamos a atender. También se suman los pacientes que llegan desde el interior, que convergen con su patología, su carencia y su distancia en un lugar de puertas abiertas. Este hospital atiende 550 mil consultas al año, 2500 consultas diarias; y 400 chicos pasan por la guardia por día.
¿Qué soluciones se proponen para esta gran demanda a corto plazo?
El paso inmediato es la habilitación de un servicio que se está construyendo en un espacio no utilizado del hospital. Allí contaremos con muy buena tecnología, pero presumo que el espacio tampoco será suficiente.
Entonces, ¿cuál será el paso siguiente?
El nuevo hospital, que es un proyecto que ha estado en la mente de los distintos gobiernos de la Ciudad de Buenos Aires durante los últimos diez años. Hoy, merced a la gestión del Dr. Lombardo y del actual Secretario de Salud de la comuna, parece estar definitivamente encarrilado. Tiene un prefinanciamento otorgado por el Banco Mundial y la idea es que la obra comience en los próximos meses.
Volvamos al campo de la especialidad. ¿Cuáles son los pro y los contra de ser un profesional de la cirugía cardiovascular?
La formación en cirugía cardiovascular es dura, porque pasa mucho tiempo hasta que el médico se encuentra en condiciones de enfrentar la patología por sí mismo. Tiene que sentir una gran seguridad porque sus intervenciones no admiten camino atrás.
Además, se trata de una especialidad que necesita de grandes instituciones como ámbito para su desarrollo, lo cual circunscribe las posibilidades de los profesionales jóvenes a pocos lugares. Un médico no puede, una vez formado, abrir un consultorio de cirugía cardiovascular y trasplantología.
Por otra parte, hay factores que la hacen muy tentadora. En esta especialidad ningún caso es idéntico al otro, cada paciente es anatómicamente diferente. Existen reglas, pero aun así los casos pediátricos nunca resultan aburridos, siempre exigen una pizca de adrenalina porque hay algo nuevo, diferente, diverso. Además, el enfermo cardiaco pediátrico generalmente llega muy discapacitado (cianótico, no se puede alimentar). Y la cirugía cardiaca, una vez pasado el riesgo quirúrgico, tiene un efecto dramático: el chico azul se va rosado y el que estaba agitado se va a la casa y cuando vuelve a los dos meses está irreconocible.
Por otra parte la Argentina es un país con una curva poblacional que aún tiene una carga pediátrica muy importante. En nuestro país, en los sectores sociales más desprotegidos hay muchos chicos, lo cual lo hace sentir a uno necesario.
Finalmente, en nuestra especialidad hay mucho espacio para el desarrollo académico, más aun en lo trasplantológico. Hay una evolución constante, hay lugar para mentes intrigantes y cuestionadoras. En nuestra especialidad esos cuestionamientos son bienvenidos; es agradable ver en el ateneo gente joven y fresca que trae nuevas ideas que permiten encarar los conflictos de otra manera. En otras especialidades lo académico esta lejano, en nuestra especialidad está muy cerca de la práctica.
¿Cuáles son los avances previsibles en el área de trasplante y en la cirugía cardiaca convencional?
En la cirugía cardiológica convencional sería ideal tratar la mayor cantidad de patologías posible con los mejores resultados con cirugía correctora, sin cirugía paliativa, lo cual ahorraría exposición y segundas intervenciones.
En otro plano aparecen los métodos de conservación de la vida que en este momento se usan, pero de manera aislada o excepcional. Estamos hablando concretamente del ECMO (asistencia circulatoria con oxigenación). Conectado a una bomba de circulación extracorpórea, un chico que se estaba muriendo de una sepsis con hipertensión pulmonar y no se podía ventilar se transforma en un enfermo que pasa a tener saturación normal; los tejidos oxigenan y mejora la performance tisular de todos los subsistemas de la economía. Así como el ECMO permite oxigenar al paciente, existen sistemas de asistencia circulatoria como las bombas de asistencia ventricular que pueden reemplazar a uno o los dos ventrículos del corazón manteniendo un bombeo artificial. Creo que los métodos de asistencia circulatoria representan una de las fronteras que vamos a tener que atravesar en los próximos diez años.
La otra frontera es la trasplantológica: se abren varios escenarios. El primero es el manipuleo farmacológico de la inmunodepresión: alli hay un teerreno muy grande para los clinicos con la inquietud hacia el cambo de la biología molecular. Otro escenario en nuestra especialidad es el probable desarrollo de formas de reemplazo del corazón (xenotrasplante, con corazones de otras especies que se pueden colocar en el ser humano porque han sido modificados genéticamente o se tratan con drogas inmunosupresoras). Es una idea que generará su polémica y tendrá sus detractores. Hoy estamos lejos de ello, pero si tuviésemos la posibilidad yo sería francamente partidario de hacerlo. Otro escenario es el del corazón artificial, que en un momento tuvo gran desarrollo pero ha ido perdiendo fuerza porque no se ha podido generar la energía de manera conveniente. Por ahora se plantea solo como puente al trasplante.
¿Cómo consigue equilibrar lo emocional con lo profesional frente a casos de chicos que llegan en estado desesperante?
Eso es una búsqueda. En esta especialidad uno puede elegir el grado de compromiso afectivo. Lo que no se puede elegir sino que tiene que existir siempre es el compromiso científico. Pero si uno prefiere no percibir la presión afectiva de la familia porque incide negativamente sobre uno, será un medico cerrado en una posición académica. En cambio, si uno necesita ver la sonrisa del chico que uno trasplantó, elige otra postura. Yo creo que la verdad debe estar en el medio. En esta especialidad el tratamiento es muy cruento y así como se corre el riesgo de alejarse del paciente, también se expone a involucrarse demasiado.