Introducción
Más de 50 millones de seres humanos padecen hoy demencia. En sólo 20 años, esta cifra probablemente se duplicará. Ya ahora, los costos anuales globales de la demencia superan el billón de dólares estadounidenses (Prince et al., 2015), y sus efectos perjudiciales en las vidas de los afectados la convierten en un importante contribuyente a la carga mundial de enfermedad.
Las investigaciones sobre intervenciones farmacológicas dirigidas a la patogénesis de la demencia aún no han arrojado ningún resultado con un beneficio clínico claro, y los medicamentos disponibles dirigidos a los síntomas cognitivos ofrecen como mucho un alivio menor. De ahora en adelante, la prevención es de importancia capital y los factores de riesgo potencialmente modificables son nuestro objetivo más prometedor.
Revisiones sistemáticas y metanálisis han concluido que el aislamiento social, la falta objetiva de contacto social, es un factor de riesgo para la demencia y su principal característica es el deterioro cognitivo. Suponiendo relaciones causales, Livingston et al. calcularon fracciones atribuibles a la población para los factores de riesgo de demencia y concluyeron que el 3,5% de los casos podrían atribuirse al aislamiento social. Esto es casi tanto como la obesidad, la hipertensión y la diabetes combinadas.
Esta investigación se trata de un estudio a gran escala sobre cómo el aislamiento social influye en la estructura cerebral y la cognición. El aislamiento social inicial y el cambio en el aislamiento social se asociaron con volúmenes más pequeños del hipocampo, espesor cortical reducido y función cognitiva más deficiente. El nivel de evidencia es sólido y convergente transversal y longitudinalmente.
Antecedentes:
Se ha sugerido que el aislamiento social aumenta el riesgo de desarrollar deterioro cognitivo. Sin embargo, nuestro conocimiento sobre la causalidad y los fundamentos neurobiológicos aún es limitado.
Métodos:
En este análisis prerregistrado, probamos el impacto del aislamiento social en las características centrales del cerebro y el envejecimiento cognitivo mediante un estudio longitudinal de imágenes por resonancia magnética (IRM) basado en la población.
Analizamos a 1992 participantes cognitivamente sanos (de 50 a 82 años, 921 mujeres) al inicio del estudio y a 1409 participantes después de ~6 años de seguimiento.
Resultados:
Descubrimos que el aislamiento social inicial y el cambio en el aislamiento social se asocian con volúmenes más pequeños del hipocampo y grupos de espesor cortical reducido. Además, las funciones cognitivas más deficientes (memoria, velocidad de procesamiento, funciones ejecutivas) también se vincularon con un mayor aislamiento social.
Conclusiones: Al combinar resultados de neuroimagen avanzada con características de estilo de vida prevalentes en una población bien caracterizada de adultos de mediana y avanzada edad, proporcionamos evidencia de que el aislamiento social contribuye a la atrofia del cerebro humano y al deterioro cognitivo. Los efectos del aislamiento social dentro del sujeto fueron similares a los efectos entre sujetos, lo que indica una oportunidad para reducir el riesgo de demencia mediante la promoción de las redes sociales. |
Discusión
En este estudio prerregistrado, investigamos las asociaciones del aislamiento social con la estructura cerebral y la cognición en una gran muestra longitudinal cognitivamente sana de mediana edad y avanzada edad. De acuerdo con nuestras hipótesis preespecificadas, mostramos un vínculo significativo entre un aislamiento social inicial más fuerte y aumentos en el aislamiento social en el transcurso de ~ 6 años y volúmenes más pequeños del hipocampo.
En pocas palabras, suponiendo que si todo lo demás se mantuviera estable, la diferencia entre tener 1 o 3 o 4 amigos cercanos y comprensivos es comparable a una diferencia de 1 año en el envejecimiento del hipocampo. Además, encontramos asociaciones significativas de un aislamiento social inicial más fuerte con funciones ejecutivas, memoria y velocidad de procesamiento más bajas. El vínculo con las funciones ejecutivas fue particularmente fuerte con un tamaño del efecto mayor que una diferencia de 1 año en la edad inicial.
Para los aumentos en el aislamiento social, los intervalos de confianza fueron más amplios, pero los tamaños del efecto, excepto para las funciones ejecutivas, fueron similares en magnitud a los del aislamiento social inicial. En múltiples análisis de sensibilidad, demostramos la solidez de estos hallazgos. Ni la aplicación de menos criterios de exclusión, ni la inclusión únicamente de participantes en dos momentos, ni el control del impacto de la pandemia en curso cambiaron sustancialmente nuestros resultados. Además, encontramos grupos de espesor cortical disminuido en la circunvolución cuneus, precuneus, precentral, cingulada posterior, supramarginal y frontal media asociados con el aislamiento social transversal o longitudinalmente.
Fondos: Unión Europea, Fondo Europeo de Desarrollo Regional, Estado Libre de Sajonia, Centro de Investigación sobre Enfermedades de la Civilización LIFE-Leipzig, Universidad de Leipzig, Fundación Alemana de Investigación.