Relato de no ficción

Parte de la felicidad: narrar para seguir con vida

En su primer libro, Dolores Gil rememora cuando murió su hermana de 6 años. El texto intenta recuperar imágenes perdidas y palabras no dichas para poder duelar.

Autor/a: Celina Abud

“Escribir para no padecer, me dice mi analista”, y por más que en silencio no siempre coincida con su terapeuta, Dolores Gil reconoce que la escritura de este libro es la condición para seguir viviendo. Parte de la felicidad es uno de los cuatro volúmenes de no ficción de la colección de “Sencillos”, de Vinilo Editora, que apuntan a ser un “relámpago de lectura”, por incluir relatos cortos y con un fuerte golpe de efecto. En esta historia, la autora intenta comprender la pérdida de su hermana Manuela, de apenas 6 años, en un escenario plagado de vidrios rotos, tan fragmentados como sus recuerdos.    

Todo comienza un domingo de septiembre cuando la enredadera de su casa familiar se prende fuego y, lo que podría haber sido un accidente menor, derivó en una tragedia irremediable. Treinta años después, la autora trae de regreso a la Dolores de 11 años, testigo de cómo su padre, al tratar de apagar el incendio, choca contra un vidrio; cómo las astillas se desparraman por el suelo y cómo Manuela corre y cae frente a la esquirla que terminó con su vida.

A lo largo de la narración, Dolores Gil intenta restaurar una historia amputada. Rearmarla es el paso previo para poder –en la medida de lo posible– dejarla ir. “Entre el vidrio roto y esta escena, un hiato, un blanco absoluto”, dice en el primer capítulo. “Otra vez, no me acuerdo si lloré, no me acuerdo si me calmaron. Ser niño es apretar los dientes y seguir”, narra más tarde y cierra otra escena como un latigazo. Lo que sí tiene presente es que ese momento marca el final de su infancia, de su inocencia y de su felicidad.

No es casual que, para la autora, escribir se haya convertido en una condición para vivir. El experto cultura y ética L.M. Sacasas explica en su ensayo Colapso narrativo que “la narración es nuestra técnica determinada para dar sentido, en parte porque refleja nuestra existencia fundamentalmente limitada en el tiempo”, además de ser también “una forma de cierre”. Tal vez ese cierre que la Dolores niña no pudo hacer, cuando a último momento decidió no ir al funeral de su hermana porque la verdad la aterraba.

La autora necesitó volver a aquel instante y para invocar a infancia, mientras escribía, también apretó los dientes hasta llegar a un dolor insostenible. Ese era el precio de narrar, de cerrar, porque cuando no existe un cierre, ¿acaso el dolor no se perpetúa?

No es casualidad que la escritora sea una Dolores madre convencida de que “ningún hijo viene a salvar a sus padres”, aunque reconozca que el suyo la devolvió a la vida.  Aún, el esfuerzo de contar es cien por ciento de ella. Cuando busca una explicación, no solo intenta explorar en los residuos de su memoria, sino que también investiga. Lee sobre la analgesia episódica, llega a la conclusión de que su hermana no sufrió y se tranquiliza.

Por más que en el relato, más de una vez Dolores Gil se juzga “cobarde”, rememorar el peor de los episodios requiere valentía. Recuperar a su hermana a través del lenguaje para recordarla con una sonrisa es una segunda transformación. Su relato, que se lee “en una sentada” vuelve a su herida, antes privada, colectiva. Y promete, también, transformarnos un poco.


*Dolores Gil (1981) es licenciada en Letras. Trabajó como docente de Literatura y Lenguas Clásicas, además de escribir sobre moda para distintos medios. Parte de la Felicidad, su primer libro, pertenece a la colección “Sencillos” curada por Mauro Libertella, de la nueva editorial Vinilo de Johana D’Alessio. (Foto de la autora: Dominique Besanson).