A la espera de las vacunas, no existe ni se espera un tratamiento de eficacia abrumadora contra el nuevo coronavirus, una bala mágica que elimine de forma justificada el miedo al contagio. Sin embargo, ¿es equivalente acudir a un hospital por covid ahora que hacerlo durante la primera ola? ¿Qué ha cambiado? ¿Ha mejorado el pronóstico de los ingresados?
La realidad no es un ensayo clínico, menos aún en una pandemia. Responder con exactitud a la última pregunta precisaría reproducir las condiciones que se dieron fuera de los hospitales en marzo y abril, y una vez dentro, aplicar la organización actual y los nuevos protocolos. Esa sería la forma teórica de comparar pronósticos, pero ni se puede ni se debe reproducir aquel ambiente de desconocimiento de la enfermedad, de falta de pruebas diagnósticas.
En verano, la reducción del número de muertes por covid hizo creer que los tratamientos habían mejorado el pronóstico o incluso, sin ninguna prueba para ello, que el virus había perdido fuerza
La única aproximación posible es mediante la estadística, que permite comparar escenarios diferentes. Usada de forma apropiada ayuda a reducir sesgos y confusiones, como algunos de los que se produjeron en verano. Por entonces, los casos de contagiados bajaron, pero aún más lo hicieron las muertes. Eso dio pie a pensar que los tratamientos habían mejorado drásticamente el pronóstico o incluso, sin ninguna prueba para ello, que el virus había perdido fuerza.
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