Los síntomas y el contexto | 02 AGO 20

El Galeno

Pensé, pienso mucho en mi colega-vecino-amigo, lo difícil que es partir dignamente, sin padecer uno y mil tormentos
Autor/a: Dr. Juan Carlos Giménez  

Es un viejo médico, ahora un médico viejo, con todos los achaques de un humano mayor, nació, se crió, vivió, ejerció en su pueblo, con las cargas de la vida está postrado de tiempo; para más, este corvi19  puso el mundo patas para arriba con  cuarentena personal, familiar, social, lo dejó aislado de sus hijos que podrían ayudarlo a sobrellevar tan difícil situación; su esposa sola, no puede hacerse cargo de todo, se va derrumbando ante tanta tarea.

Al comienzo estuvo en su casa, donde vive hace 40 años en un barrio del BHN, donde la mayoría se conocen, se ayudan, tienen un semejante nivel cultural, económico, clase media, media para abajo, en general ex profesionales, empleados fuera de convenio de la Ledesma saai; de apenas moverse con ayuda, con el andador, pasó a estar permanentemente en cama; se había adaptado bien a la PC, al internet que lo distraía bastante; al estar en cama tuvo que dejarlo; de tiempo tenía dolores de columna que se irradiaban a los miembros inferiores que cada vez eran más fuertes, hizo mil y una consulta, hasta una operación que lo dejó peor, toma múltiples medicinas, corticoides, analgésico bien fuertes, ansiolíticos; todo eso y a más, una artritis, la próstata, los años, determinaron  un deterioro conductal, congnitivo que hacía muy difícil atenderlo, más por una sola persona, en una crisis se  internó.

Por el corvi, la atención médica de las enfermedades “comunes” se prestaban de una manera irregular; muchos profesionales no atendían, los pacientes no concurrían, más con el lema “quedate en casa”, salvo emergencias como estas, siempre sujetas alcorvi.

El doctor hace tiempo había dejado de ejercer, pocos del personal se acordaba de él, era un paciente más con muchos problemas para enfermería;  su esposa a su lado, pero el dolor seguía a pesar de las medicinas, estaba muy incómodo, se perdía, hasta fue violento, alimentarlo difícil, el suero no duraba nada y hubo que atarlo, acentuando su inquietud, no hubo más remedio, doparlo para que esté quieto; el psiquiatra no venía por el corvi, para una manejo adecuado de las drogas, lo vio el neurólogo que pidió una TAC de cerebro, “está puré” sentenció, así que lo sedaron, lo invernaron farmacológicamente, los hijos infructuosamente intentaban venir para asistirlo, por el corvi no podían.

Lo visité un atardecer, dormía, estaba acompañado por una joven asistente, la pieza a oscuras en silencio; prendí la luz, movió sus parpados, la luminosidad le molestaba; dije su nombre en voz alta tomándolo del hombro, -soy yo, JC, le dije al oído, - hola JC, que bueno que viviste,   - como estás, - aquí  jodido, atado; apenas se le entendía, sin dientes, su boca reseca, tomé coraje y le ofrecí agua, tomo con fruición un vaso, otro más, intentó moverse, pero las ligaduras se lo impedían, -si te portas bien te desatamos,  me miró sonriente, moviendo la cabeza dando su acuerdo, la asistente me ayudaba; me había sacado el barbijo para charlar mejor, ambos estábamos medio sordos; logramos sentarlo más o menos bien en medio de sus quejidos; se miraba con asombro sus antebrazos con las muñequeras, las tiras para atarlo, - quién me hizo esto?, mientras asombrado me miraba; quería estimularlo, estaba coherente, eso me entusiasmó hacerlo, le hablé del barrio, los personajes, asentía sonriendo, preguntó por su esposa, le nombré a sus hijos y me miró con más atención, mientras los repitió deletreando; - dónde están?, en sus casas, no pueden venir por el corvi, - qué macana; allí se me ocurrió algo: -quieres hablar con tu hija?, - claro, contestó efusivo incorporándose algo, sus ojos bien abierto y una expresión de entusiasmo que de tiempo no se le veía.

Rápido conseguí el número, marqué, me atendió ella, no lo podía creer!, - pero si mi papá está en coma perdido, si cerebro es un puré, mecomentó; explicarle que a pesar de ese evidente deterioro, hay vías, momentos de lucidez, este era uno de ellos, le acerqué el teléfono procurando afirmar bien el parlante a su oído y el micrófono en la boca; escuche una charla entrecortada entre sollozos, luego de unos buenos minutos se lo retiré, hablé con la hija, me agradeció una y mil veces el haber podido charlar con su papá, le volví a decir que esto era un chispazo pasajero, que la situación era muy difícil; el colega me tomo de la mano muy emocionado, -gracias amigo, se lo veía más tranquilo, despierto. Justo llegaba la cena,  la asistente se la dio, comió bien, el postre, un flan, le gustó mucho; tenía que retirarme, una larga noche les esperaba, consideré prudente atarlo, lo acomodamos, atamos, tranquilo nos dejó hacerlo, le insistí que debía dormir y, como jugando, le propuse hipnotizarlo; - vos sabés hacerlo?, me preguntó ingenuamente, le dije bien seguro que sí; con su expresión, prestó conformidad, le indiqué me mirara fijo, sin pestañar, mientras le decía, duérmete, duérmete, en un momento cerro sus parpados y se quedó quietito con el esbozo de una sonrisa; nos miramos asombrado con la asistente, apagué la luz y me retiré despacio, sin saber si se durmió de verdad o me dio el gusto de ser hipnotizador.

 

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