¿Quiénes somos realmente? | 06 MAY 19

Una filosofía de los hábitos y las rutinas

El concepto de "hábito" no siempre fue tal como hoy lo consideramos. Hay más de lo que creemos en esa idea tan ligeramente mencionada en la medicina actual

Hay cientos de cosas que hacemos, repetidamente, rutinariamente, todos los días. Nos despertamos, revisamos nuestros teléfonos, comemos nuestras comidas, nos lavamos los dientes, hacemos nuestro trabajo, satisfacemos nuestras adicciones.

En los últimos años, tales acciones habituales se han convertido en un escenario para la superación personal: las estanterías están saturadas de best sellers sobre "trucos de la vida", "diseño de la vida" y cómo "gamificar" nuestros proyectos a largo plazo, prometiendo todo, desde productividad mejorada hasta una dieta saludable y grandes fortunas.

Estas guías varían en precisión científica, pero tienden a describir los hábitos como rutinas que siguen una secuencia repetida de conductas en las que podemos intervenir para establecer un camino más deseable.

El problema es que esta idea ha sido "limpiada" de gran parte de su riqueza histórica. Los libros de autoayuda de hoy, de hecho, han heredado una versión del hábito altamente contingente, específicamente, que surge en el trabajo de psicólogos de principios del siglo XX como B F Skinner, Clark Hull, John B Watson e Ivan Pavlov. Estos pensadores están asociados con el conductismo, un enfoque de la psicología que prioriza las reacciones observables de estímulo-respuesta sobre el papel de los sentimientos o pensamientos internos.

Los conductistas definieron los hábitos en un sentido estrecho e individualista; creían que las personas estaban condicionadas a responder automáticamente a ciertas señales, que producían ciclos repetidos de acción y recompensa.

La imagen conductista del hábito se ha actualizado desde entonces a la luz de la neurociencia contemporánea.

Por ejemplo, el hecho de que el cerebro sea plástico y cambiante permite que los hábitos se inscriban en nuestro cableado neuronal a través del tiempo formando conexiones privilegiadas entre las regiones del cerebro. La influencia del conductismo ha permitido a los investigadores estudiar hábitos de forma cuantitativa y rigurosa. Pero también ha legado una noción aplanada de hábito que pasa por alto las implicaciones filosóficas más amplias del concepto.

Los filosófilos solían ver los hábitos como formas de contemplar quiénes somos, qué significa tener fe y por qué nuestras rutinas diarias revelan algo acerca del mundo en general. En su Ética a Nicómaco, Aristóteles usa los términos hexis y ethos, ambos traducidos hoy como "hábito", para estudiar cualidades estables en las personas y las cosas, especialmente en lo que respecta a su moral e intelecto.

Hexis denota las características duraderas de una persona o cosa, como la suavidad de una mesa o la amabilidad de un amigo, que puede guiar nuestras acciones y emociones. Un hexis es una característica, capacidad o disposición que uno "posee"; su etimología es la palabra griega ekhein, el término para la propiedad. Para Aristóteles, el carácter de una persona es, en última instancia, una suma de sus hexeis (plural).

Un ethos, por otro lado, es lo que le permite a uno desarrollar las hexeis (plural). Es a la vez una forma de vida y el calibre básico de la personalidad. Ethos es lo que da origen a los principios esenciales que ayudan a guiar el desarrollo moral e intelectual.

Afinar las hexeis de un espíritu, por lo tanto, toma tiempo y práctica. Esta versión del hábito encaja con el tenor de la filosofía griega antigua, que a menudo enfatizaba el cultivo de la virtud como un camino hacia la vida ética.

 

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