Sus diversas manifestaciones clínicas | 07 ABR 19

Depresión en la edad avanzada en atención primaria

La depresión en la edad avanzada es muy prevalente, y en los adultos mayores puede presentarse de manera atípica, con más síntomas somáticos.
Autor/a: Van Damme A, Declercq T, Petrovic M y colaboradores Journal of General Medicine 18(11):113-120, Mar 2018
Introducción

La depresión en la edad avanzada (DEA) es un problema frecuente en los adultos mayores, con una prevalencia estimada de 13.3%. Se asocia con un aumento de la morbilidad y mortalidad, así como con mayores costos de salud. Sin tratamiento, sus consecuencias pueden ser una menor calidad de vida, agravamiento de enfermedades crónicas, y suicidio.

El tratamiento oportuno puede llevar a una recuperación hasta en el 70% de los ancianos con depresión aguda. A pesar de esto, muchas veces no se diagnostica adecuadamente, a lo cual colabora su presentación atípica. El objetivo de los autores de esta reseña fue aportar una guía práctica y completa para los médicos de atención primaria sobre la DEA.

Definición del problema

La DEA puede definirse como la depresión que tiene lugar en personas mayores de 60 años, teniendo en cuenta la definición de depresión aportada por el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders 5 (DSM-5). Los síntomas cardinales son anhedonia y ánimo deprimido durante la mayor parte del día.

Se define como episodio depresivo la presencia durante al menos dos semanas de al menos un síntoma cardinal, más al menos cuatro de los siguientes: pérdida o incremento significativo de peso o apetito, insomnio o hipersomnia, agitación o enlentecimiento psicomotor, dificultad para concentrarse o tomar decisiones, sentimientos de desvalorización o culpa, y pensamientos recurrentes de suicidio o muerte.

En los adultos mayores, muchos de estos síntomas pueden estar enmascarados por malestares somáticos (fatiga, dolor lumbar, cefalea, dolor torácico), por lo cual los criterios del DSM-5 podrían ser insuficientes.

Existen muchos diagnósticos diferenciales de la DEA. Por ejemplo, enfermedades del sistema nervioso central (como demencia o enfermedad de Parkinson), otros diagnósticos psiquiátricos, alteraciones endocrinas, efectos adversos de medicamentos, enfermedades inflamatorias o infecciosas, etcétera.

Es necesario llevar a cabo un examen físico completo y evaluar la función cognitiva para descartar la presencia de estas condiciones. En muchos casos, para detectar causas somáticas además deben realizarse análisis de laboratorio y estudios por imágenes. En particular, puede haber dificultades en los pacientes con enfermedad de Parkinson, por la elevada prevalencia de la depresión, del orden del 35%.

Factores de riesgo

Existen tanto factores biológicos como psicosociales que pueden predisponer a la depresión. Entre los factores biológicos se encuentran la edad avanzada, el sexo femenino, la presencia de múltiples comorbilidades, y el uso de muchos medicamentos.

La fragilidad es un concepto definido por una pérdida de capacidad funcional en varios dominios, con una declinación de la reserva para enfrentar el estrés. Puede definirse por medio de criterios como los de Fried (pérdida de peso, disminución de la fuerza de presión manual, lentitud, cansancio y disminución de la actividad física).

Se ha asociado con el déficit nutricional, el cual a su vez tiene un impacto sobre la depresión; su tratamiento con suplementos podría ser beneficioso en pacientes depresivos frágiles. También existen hipótesis que sostienen que la DEA lleva al deterioro cognitivo leve, y de allí a la demencia, estableciendo una relación causal con los trastornos neurodegenerativos.

Por el otro lado, la enfermedad cerebrovascular podría predisponer a la DEA, debido a la hipoperfusión y a la pérdida de conexiones cerebrales.

Con respecto a los factores psicosociales, algunos autores han sugerido que la pérdida de propósito en la vida o de relaciones humanas podrían asociarse a la DEA.

También se la ha asociado con un nivel educativo bajo, la soltería o viudez, la pobreza, o la falta de apoyo social. El consumo de tabaco y alcohol, así como el de medicaciones para dormir, son factores de riesgo para DEA.

Detección y abordaje

No se recomienda la detección sistemática de la DEA, sino sólo en casos en los cuales existe presunción diagnóstica. Se han elaborado diversas herramientas validadas para su detección en la atención primaria y geriatría, algunas de las cuales son: Geriatric Depression Scale (GDS), Center for Epidemiologic Studies Depression Scale (CES-D), y Patient Health Questionnaire 2 (PHQ-2).

Una vez diagnosticada, se conseja un abordaje por etapas. El tratamiento se basa en la gravedad de la depresión y en las preferencias del paciente.

 

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