No hablaba, no entendía lo que pasaba, no sabía si tendría secuelas. No bien pudo comunicarse con gestos, pidió por la documentalista Sophie Robertson: quería hacer una película con ella y juntas, con cámara y Iphone, filmaron el documental My Beautiful Broken Brain. En esta entrevista, Robertson cuenta cómo fue el proceso de un año de grabación y cómo lograron sumar a David Lynch, productor y padrino de la película, que oficia de narrador, atrajo a las distribuidoras y logró que se estrenara en exclusiva por Netflix, donde se puede ver desde hace semanas. Lejos del relato inspiracional, con efectos especiales y sin autocompasión, My Beautiful... es una especie de road movie por un cuerpo aparentemente fallado: la lesión cerebral como ficción lyncheana.
La voz de David Lynch en el segundo uno de la película pronuncia las palabras que se leen en pantalla. Blanco sobre negro: “Este estado de la forma más simple de conciencia es digno de verse, oírse, contemplarse y comprenderse”. Se trata del inicio del documental My Beautiful Broken Brain (algo así como “Mi hermoso cerebro roto”) dirigido por Lotje Sodderland y Sophie Robertson, coproducido por David Lynch y lanzado en todo el mundo por Netflix en forma exclusiva. Unas palabras iniciales y premonitorias que intentan resumir lo que se verá a continuación, o quizá una interpretación de esas imágenes.
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