"El valor de la información está en su relevancia y no en su abundancia"
La relación médico-paciente es la base de la práctica de la medicina. Una de las funciones primordiales de ese encuentro es la transferencia de información en ambos sentidos, del paciente al médico y del médico al paciente. La información, de la que hoy disponemos en exceso, tiene efectos tanto beneficiosos como perjudiciales para esa relación. Mientras contribuye a la comprensión de la enfermedad, es un recurso invalorable y positivo. Pero cuando interfiere con ella, es un obstáculo. La información está sobrevalorada; los datos son el “combustible” del juicio clínico, no su sustituto. Confundirlos es peligroso y absurdo.
La información NO alcanza, hay que saber qué hacer con ella
Hoy las personas no sólo vienen a la consulta con información acerca de sus dolencias, sino con una parafernalia de datos acerca de sí mismos automonitoreados por apps de todo tipo. Esta información fisiológica confunde, asusta y en el mejor de los casos resulta casi siempre irrelevante, pese a que hay entre nosotros una generación de pseudogurúes tecno que la recomiendan como si fuese inocua. El valor de la información está en su relevancia y no en su abundancia. Estamos más obesos de información basura que de comida chatarra, y eso no es menos peligroso para la salud.
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