En el principio era el sexo

La ciencia contra el tabú del sexo

Dos libros que intentan desmitificar el conocimiento sobre la sexualidad humana.

Fuente: Es.materia

por Javier Salas
Todo lo que quiere saber sobre el sexo
 Autor: Pere Estupinyà / Editorial: Debate / 482 páginas
 
El divulgador Pere Estupinyà realiza un repaso imprescindible a las aportaciones más modernas al conocimiento del sexo que realizan investigadores en todo el mundo.
 
El médico y antropólogo Paolo Mantegazza (1831–1910) fue uno de los pioneros del estudio científico del sexo. Sin embargo, “resulta singular que siendo uno de los padres de la medicina sexual moderna, nunca utilizara el término ‘sexualidad’, sino amore, para referirse a las relaciones sexuales”. Y todo por la mojigatería de la época. Este detalle que resalta Pere Estupinyà en su libro S=ex2 es una metáfora que expresa muy bien lo que ha sido la investigación científica acerca de lo que nos pasa en la entrepierna a las personas. A lo largo de sus casi 500 páginas, van apareciendo retales de ese difícil combate que mantuvieron (y mantienen) los sexólogos frente a los tabúes de la sociedad.
 
Marie Bonaparte, sobrina nieta de Napoleón, era incapaz de alcanzar el orgasmo cuando se acostaba con su marido, el príncipe de Grecia, pero se corría sin problemas al masturbarse. Intrigada, llegó a la conclusión de que su problema tenía relación con la distancia que había entre su vagina y su clítoris, que dificultaba el roce. Se decidió a investigar seriamente el asunto y en 1924 publicó sus resultados. Pero los tuvo que firmar con pseudónimo para evitar escándalos. En 2011, el investigador Kim Wallen revisó los resultados de Bonaparte para tratar de averiguar si eran correctos, porque todavía hoy no existen estudios concluyentes sobre esa materia, le confesó Wallen a Estupinyà. “Este es uno de los muchos ejemplos que demuestran que el sexo es un tema tabú incluso para la investigación científica”, escribe.
 
Como descubrió en su día Alfred Kinsey, el padre de la sexología moderna, es más fácil estudiar el sexo de los monos que el de las personas. “Cuando estalló la crisis del sida, los políticos reclamaron información a los científicos, pero se dieron cuenta de que no había apenas información de calidad sobre la sexualidad moderna”, responde Estupinyà cuando le preguntamos si el problema persiste. “En EEUU sigue muy vigente, apenas ha cambiado. En Europa es algo distinto, pero también hay trabas”, explica. De hecho, aunque le invitaron al mayor congreso internacional sobre sexología, que se celebraba en Estoril, no le dejaban entrar a las charlas: “Incluso hoy, los científicos que se dedican al sexo tienen miedo de que se les malinterprete”.
 
Todavía parece más fácil investigar sobre el sexo de los monos que sobre la sexualidad de las personas.
 
El libro de Estupinyà da cuenta de muchas trabas, pero sobre todo sirve para ubicar el sexo en su actual grado de conocimiento. Es un auténtico tratado, preparado desde otoño de 2011, en el que encontrar prácticamente todo lo que a uno se le pueda ocurrir preguntar sobre sexo. No obstante, y a pesar de contar con entrevistas con casi un centenar de científicos, no es un libro científico. Es un libro para aprender del sexo y su importancia, lejos de tabúes, de rumores y de creencias más o menos asentadas culturalmente.
 
Pere Estupinyà avanza poco a poco, desde la erección hasta la eyaculación femenina —es pis muy diluido, amigos, y por eso no lo parece—, pasando por ligar por internet o la respuesta cerebral ante estímulos sexuales. Cada cosa que se cuenta está extraordinariamente bien documentada (30 páginas de bibliografía) pero nos la sirve disfrazada entre conversaciones con amigas en cafeterías, entrevistas con trabajadores del sexo y experimentos caseros. En algunos puntos hasta tiene aspecto de libro de autoayuda, aportando consejos, con la salvedad de tratarse de recomendaciones basadas en criterios asentados por la medicina.
 
“A la medicina sexual todavía le queda un largo camino para establecerse como ciencia sólida”, asegura el autor.
 
Eso sí, el propio autor reconoce que se trata de una ciencia a la que todavía le queda mucho para asentarse, también por culpa de los obstáculos que pone la sociedad: “Mi reflexión es que a la medicina sexual todavía le queda un largo camino para establecerse como ciencia sólida, y que en muchos aspectos ideas preconcebidas y amiguismo todavía tienen más peso que datos experimentales”, escribe. Y como muestra de las lagunas que sufre esta ciencia, un botón: el propio Estupinyà se sometió a una resonancia cerebral mientras se masturbaba, ante un equipo de científicos, convirtiéndose en el primer orgasmo masculino captado por una de esas máquinas. ¿Cuántos escritores han hecho eso por nosotros?
 
— Javier Salas, Redactor de Materia
 

  
 
En el principio era el sexo
por Daniel Mediavilla
 
‘En el principio era el sexo. Los orígenes de la sexualidad moderna. Cómo nos emparejamos y por qué nos separamos’ Autores: Jack Ryan y Cacilda Jetha / Editorial Paidós.
 
En el libro de Jack Ryan y Cacilda Jetha las mujeres buscan copular con muchos hombres y la sexualidad no tiene por qué parecerse a lo que se ha vivido en los últimos 10.000 años.
 
Hace unos 10.000 años, los seres humanos cometieron “el peor error de su historia“. Aunque el hito está en el origen de la civilización moderna, así es como describe el científico Jared Diamond el invento de la agricultura. A partir de aquel momento, apareció una casta dirigente para gestionar (apropiarse) los excedentes, crecieron las desigualdades, comenzó la superpoblación, el hambre se hizo endémica y se incrementaron las guerras por territorios para cultivar y pastorear. Aunque después se equilibraron los perjuicios, los restos de aquellos primeros humanos civilizados muestran que eran de menor estatura y más débiles que sus antepasados que vivían de los frutos y la caza que ofrecía la naturaleza. Y para colmo tenían una vida sexual mucho más monótona.
 
Esto se debe a que, según muchos investigadores, la aparición de la agricultura y la ganadería supuso también la aparición de la monogamia institucionalizada, un aspecto de nuestra cultura contra el que cargan Jack Ryan y Cacilda Jetha en su libro En el principio era el sexo (Paidós). Esta pareja de científicos afincados en Barcelona considera que determinados comportamientos sexuales y sociales que aparecieron a partir del Neolítico no representan la verdadera naturaleza humana. En su opinión, la perspectiva de la ciencia evolutiva más aceptada, esa que dice que somos violentos, machistas y monógamos, está profundamente errada y politizada. Según ellos, este punto de vista “oculta la verdad sobre la sexualidad humana tras una hoja de higo de anacrónica discreción victoriana presentada como ciencia”.
 
La monogamia puesta en duda
 
En su libro, tratan de desmontar la idea de que los hombres son la única parte de la humanidad interesada por el sexo y que las mujeres solo utilizan sus encantos de forma reticente, sin disfrute erótico y para conseguir seguridad y dinero. En este sentido los autores recuerdan cómo, durante muchos años, la excitación sexual femenina no satisfecha se consideró una enfermedad, la histeria. Cuentan que el tratamiento prescrito por los médicos de la época era la masturbación regular a dedos del galeno que cobraba por cada uno de los servicios. Según se relata en la obra, el negocio cambio de beneficiarios con la aparición del vibrador, uno de los primeros electrodomésticos que recibió autorización para su comercialización en EEUU y uno de los más vendidos.
 
Ryan y Jetha también tratan de buscar argumentos para su tesis en nuestros primos más cercanos y plantean que la sexualidad humana sea más similar a la de los promiscuos bonobos que a la de otros primates que se han utilizado como referencia para comprender desde la evolución nuestra manera de vivir el sexo. Según su hipótesis, las mujeres estarían preparadas para tener relaciones sexuales con varios hombres a la vez. Después, en el interior de su aparato reproductivo, se llevaría a cabo la selección del espermatozoide más adecuado para la fecundación. Esto explicaría, por ejemplo, porqué la eyaculación masculina es única y relativamente rápida y las mujeres están preparadas para sesiones de sexo más prolongadas y con varios orgasmos, o el motivo de los excitantes gritos femeninos, que cumplirían la función de atraer a nuevos candidatos a la paternidad.
 
En un viaje que también toca las diferencias respecto a lo que entienden por sexo apropiado distintos pueblos de la Tierra, Ryan y Jetha ofrecen multitud de ejemplos para sustentar su afirmación de que la visión dominante sobre la sexualidad es destructiva y mantiene un sentido falso de lo que significa ser humano, además de llenar de miseria la vida de aquellos que aceptan el mito de la monogamia, pero se ven superados por su incapacidad para cumplir las expectativas.
 
Independientemente de si tiene o no razón (algunos académicos han acusado a los autores de falta de rigor), el libro es una lectura entretenida y llena de datos curiosos que ayuda a repensar una parte de nuestras vidas demasiado importante como para basarla en prejuicios. En el principio era el sexo puede ser el detonante de muchos debates interesantes en las cálidas noches de verano.
 
— Daniel Mediavilla, Redactor de MATERIA
http://esmateria.com/2012/07/17/en-el-principio-era-el-sexo/