La interacción entre seres humanos resulta crucial para la supervivencia: diversos estudios han demostrado que personas que viven aisladas tienen menos expectativa de vida, se enferman más, tienen una peor performance en pruebas cognitivas y reportan niveles descendidos de felicidad . Esta interacción supone una relación que no se justifica sólo en la proximidad sino además en el vínculo que se establece con el otro.
El término empatía se aplica en el campo de las neurociencias a un amplio espectro de fenómenos, desde sentimientos de preocupación por los demás , hasta la capacidad de expresar emociones que coincidan con las que está experimentando otra persona e, incluso, la capacidad de inferir qué es lo que está pensando o sintiendo.
¿Qué es, entonces, la empatía y para qué sirve? ¿Se puede medir de manera exacta la capacidad empática de cada ser humano? Hasta hoy, ninguno de los intentos para cuantificar la empatía a través de medidas reportadas por la misma persona o valoraciones hechas por pares ha podido captar por completo el amplio rango de procesos afectivos, cognitivos y conductuales que involucra. Esta complejidad puede derivar de que la misma está procesada por una red ampliamente distribuida en nuestro cerebro, que interactúa naturalmente de manera extensa con diferentes regiones neuronales y sistemas cerebrales.
Cierta evidencia convergente de estudios en comportamiento animal, estudios de imágenes en individuos sanos y estudios de lesión en pacientes neurológicos sugiere que la empatía depende de una gran variedad de estructuras cerebrales evolutivamente más nuevas, y también incluye estructuras primitivas del cerebro que regulan los estados corporales, emociones y la reactividad afectiva . Esto demuestra el rol crucial que juega