Alberto Crescenti director del SAME | 25 SEP 11

“Ya no hablamos de accidentes de tránsito, se trata de una epidemia”

Las tragedias en la calle, cada vez más frecuentes, revelan mayores irresponsabilidades humanas. Por eso, se necesitan equipos altamente entrenados y sin fisuras para atender a las víctimas.

Por Pablo Calvo

Sus compañeros de secundaria lo recuerdan como un gran arquero. Siempre agazapado ante los peligros del área, los centros llovidos y los ataques rivales, dispuesto a actuar en frío, en los momentos más calientes del partido. Aquel patio del colegio Mariano Acosta se parece bastante a su vida: Alberto Crescenti suma 11 años al frente del Sistema de Atención Médica de Emergencia (SAME) de la Ciudad de Buenos Aires, el servicio de ambulancias que los porteños ven venir por el espejo retrovisor más de mil veces por día, con la sirena a todo volumen y la presunción de que algo malo ocurrió al final de su viaje.

Crescenti conserva el mismo chofer que en 1979, cuando se subió por primera vez a un Rastrojero y su título de médico tenía apenas dos semanas. Es fanático de San Lorenzo, mientras el hombre al volante, José Tini, es de Huracán. Parece una tripulación incompatible para el trabajo en armonía, pero cuando suena la alarma por un choque o un derrumbe, funciona a la perfección. El objetivo es llegar al lugar del siniestro lo más rápido y seguro que se pueda. Perder la calma puede ser fatal.

Hay un cuento fantástico de Alejando Dolina que sugiere la existencia de boletos de colectivo embrujados. Uno revela el misterio del Universo, otro garantiza el amor, pero un tercero anuncia la muerte. Es un relato que está ambientado en el barrio de Flores, justo el lugar de la última gran tragedia. ¿Cree que las personas se levantan cada mañana con el destino marcado? No, yo no considero que eso sea cierto. Nosotros desterramos la palabra “accidente” de nuestro vocabulario. Preferimos hablar de incidentes, o fallas humanas o mecánicas. Últimamente, lo que estamos viendo son muchas fallas humanas, muchísimas más que antes, porque pese a los esfuerzos de los gobiernos en cuanto a prevención de la accidentología vial, el argentino es poco proclive a cumplir con las reglas y leyes de tránsito. Por eso hoy vemos accidentes donde hay semáforos, donde no se respetan las velocidades máximas, donde se cruza con barreras bajas, donde se siguen corriendo picadas. Estamos registrando heridas y politraumatismos gravísimos, que conllevan también a rehabilitaciones prolongadas y costosas. Esto está ocurriendo en una franja etaria que va de los 30 a los 55 años, que todos llaman la edad productiva, útil, y eso nos preocupa muchísimo.

¿Cuántas carreras le corren a la muerte todos los días? El SAME hace aproximadamente mil salidas diarias. El 80 por ciento son códigos rojos y, de esos, casi un 60 por ciento son incidentes de tránsito. Nos preocupa sobremanera, porque no podemos llegar a concientizar a la gente de que subirse a un auto implica responsabilidades, como ajustarse el cinturón de seguridad, tener el apoyacabezas a siete centímetros de la región occipital, de que la punta del apoyacabezas esté a la altura de las cejas y comprender que el air bag puede salvar vidas, pero si el conductor tiene puesto el cinturón, porque, si no, lo puede matar. Insisto: ya no hablamos de accidentes de tránsito, se trata de una epidemia.

Hay series de televisión donde los personajes centrales actúan bajo la presión de una cuenta regresiva. ¿Cómo es trabajar en el lapso que llaman “la hora de oro” para asistir a una víctima? Tengo que agradecerle al periodismo, porque está entendiendo ese concepto y porque el dato no es cuántos minutos exactos tarda una ambulancia, sino todo lo que hacemos antes de llevar al paciente al hospital. La atención pre-hospitalaria es un verdadero arte, como se ha visto, lamentablemente, en la tragedia de Flores. El paciente debe ser compensado, estricado (colocación de tabla, collar y férula) y asistido por las vías parenterales con analgésicos y oxígeno. Así ocurrió con el motorman , que en un minuto y medio fue llevado en helicóptero al Santojanni, donde ya estaba el quirófano listo y sabían con qué lesiones llegaba y cómo lo iban a atender. Nosotros no utilizamos lo que hasta hace ocho años se hacía y se denominaba scoop and run “cargar y correr”. Eso ya no se hace más. Ahora, lo primero es compensar al paciente, rápido, sí, pero tratando de llevarlo al hospital de la mejor forma. Y cuando el caso lo amerita, y la vida del paciente está en riesgo, usamos hoy los dos helicópteros que incorporamos. Pero, aunque las marcas por suerte se acortaron, hay que dejar de pensar en términos de minutos. Y lo digo después de haber saturado de ambulancias la estación Flores en siete minutos. Hoy, estamos en 10 minutos en cualquier lugar de la Ciudad; y en el micro y macrocentro, que es el lugar más caliente de los accidentes, estamos en dos o tres minutos.

 

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