Otra vuelta al mono | 17 ENE 11

El juicio del mono: ochenta y cinco años y contando

En 1925, un profesor de secundaria del estado norteamericano de Tennessee fue denunciado por enseñar la teoría de evolución de Darwin.

En ese momento regía en el estado una ley que prohibía la enseñanza de cualquier teoría contraria a la Biblia y que dijera que el hombre descendía de formas inferiores. Nunca está fuera de moda revisitar el caso.

Por Claudio H. Sanchez

El hecho es conocido como “el juicio del mono” y entró en la cultura popular a través de la obra teatral Heredarás el viento y de sus muchas versiones cinematográficas. La más conocida es la de 1960, dirigida por Stanley Kramer, y con Spencer Tracy en el papel de abogado defensor. También tuvo su parodia en Los Simpson (“El traje del mono”, décimo séptima temporada).

John Scopes, el profesor en cuestión, enjuiciado por enseñar la teoría de la evolución, recibió una multa de 100 dólares, que era lo que preveía la ley (llamada Butler Act en nombre del legislador que la presentó). La condena fue apelada y, aunque la corte mantuvo su criterio, Scopes fue eximido de la multa debido a un tecnicismo: de acuerdo con la constitución del estado, los jueces no podían fijar multas de más de 50 dólares.

Aunque pasaron ochenta y cinco años del juicio del mono, la teoría de la evolución de Darwin sigue siendo rechazada por muchos norteamericanos y la cuestión de si las escuelas deben enseñar también teorías basadas en la creación divina revive periódicamente en ese país.


LO QUE DARWIN DIJO Y LO QUE NO DIJO

En su versión popular, la teoría de Darwin dice que “el hombre desciende del mono”. Pero Darwin no sólo no dijo eso (en todo caso, que el hombre y el mono descienden de un antepasado común), sino que la idea de que las especies evolucionan a partir de formas previas es muy anterior. Muchos filósofos, desde la antigüedad clásica hasta el Renacimiento, habían propuesto distintas teorías evolutivas. Lo que hace especial a Darwin es que propuso un mecanismo para la evolución que resultó acertado: la selección natural.

En general, los padres se parecen a los hijos: los perros tienen perritos, las tortugas ponen huevos de los que nacen tortuguitas y dentro de una manzana hay semillas de manzano.

Esto es consecuencia de los mecanismos de la herencia. Cada organismo le transmite a su descendencia el ADN que contiene la información necesaria para construir los nuevos organismos. Sin embargo, a veces se producen errores en la transmisión de esta información. Así podría ser que un perro y una perra, ambos perfectamente normales, con cuatro patas, dos ojos y una cola, engendren perritos con ADN diferente. En un caso extremo este ADN podría contener la información para construir un organismo con seis patas, alas o visión de rayos X. Esos cambios, estas características que aparecen en un organismo sin estar presentes en sus progenitores, se llaman mutaciones.

Las mutaciones pueden ser resultado del azar: al generar el ADN que se transferirá al nuevo organismo puede resultar una copia imperfecta, más o menos diferente del original. Otras veces la mutación puede ser producida artificialmente con técnicas de ingeniería genética. Ciertas radiaciones, como los rayos X o los rayos gamma, también pueden alterar el ADN y producir mutaciones.

Planteado este escenario, imaginemos unos insectos de color negro. Por las leyes de la herencia, su descendencia también será de color negro. Pero, como resultado de mutaciones al azar, cada tanto podrán aparecer camadas de insectos de otro color: blancos, marrones, amarillos o verdes. Una vez que se produce la mutación, el nuevo color es estable, hasta la próxima mutación: el ADN de los insectos blancos lleva la información correspondiente a ese color y la transmite a su descendencia, salvo que una nueva mutación vuelva a cambiar el color.

Supongamos entonces que liberamos una población de estos insectos en un campo verde. Los insectos negros destacarán sobre el fondo verde y serán presa fácil de sus predadores, los pájaros que se alimentan de ellos. Los insectos negros solamente sobrevivirán si tienen suerte, si logran esconderse o si se reproducen más rápidamente que lo que los pájaros los cazan.

Lo mismo les pasará a los ejemplares blancos que puedan surgir como resultado de mutaciones. Y a los marrones y a los amarillos. Pero los verdes se confundirán sobre el fondo de ese color y tendrán más posibilidades de escapar de sus predadores y reproducirse. A igualdad de condiciones, la población de insectos verdes se desarrollará más fácilmente que las de otros colores. Con el tiempo, la mayoría de los insectos en ese campo serán verdes. Si, como resultado de nuevas mutaciones, reaparecen insectos de otro color, tendrán pocas posibilidades de escapar a sus predadores y sobrevivir. Solamente los verdes prevalecerán.

Ahora supongamos que una sequía hace que el campo verde se convierta en un terreno marrón. Los insectos, mayoritariamente verdes, serán entonces fácilmente localizables por sus predadores y su población comenzará a disminuir. Pero los ejemplares marrones que pudieran surgir de mutaciones serán ahora los que tengan las máximas posibilidades de sobrevivir. Luego de algún tiempo, los insectos en este campo serán mayoritariamente marrones.

 

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